Unidad II: Kant y la filosofía de la Ilustración
Enviado por Carlos Valdivieso • 1 de Mayo de 2017 • Síntesis • 10.532 Palabras (43 Páginas) • 258 Visitas
Unidad II:
Kant y la filosofía de la Ilustración
Dra. Estela Fernández Nadal
Mgter. Claudia Yarza
1. La Ilustración: caracteres generales.
Iluminismo, Ilustración, designan el movimiento filosófico y literario imperante en Europa y América entre los últimos años del siglo XVII y fines del XVIII, caracterizado por la extraordinaria confianza del hombre en la capacidad de su razón natural para resolver todos los problemas de la vida humana. Así, la Ilustración gira principalmente alrededor de la tendencia a esclarecer con las “luces” de la “razón” toda la realidad, luchando contra cualquier residuo de “oscurantismo” (sobre todo medieval). Edad Media significaba tradición ciega, rígida costumbre, autoridad opresiva, privilegio histórico; dogma, abuso, prejuicio, ideas hechas.
Ya a partir del Renacimiento se había iniciado esa especie de emancipación del peso del pasado. La duda cartesiana rompía con la tradición, para fundar un nuevo camino del pensamiento basado en la certeza racional de un sujeto que se ponía a sí mismo como base de la verdad. Los continuos descubrimientos de la ciencia físico-natural iban desmantelando poco a poco la trama del cosmos antiguo, y convirtiéndolo en un campo de observación y experimentación. Por otra parte, los conflictos religiosos y políticos que siguieron a la Reforma protestante habían reavivado y difundido la conciencia de ciertos derechos inherentes a la naturaleza humana. El Iluminismo representa el fruto más maduro de esta obra de crítica demoledora del pasado; es la expresión de un ideal de autodeterminación y autonomía, cuyo centro es la confianza en la razón como criterio exclusivo de verdad y legitimidad.
Así, las ideas ilustradas expresan la urgencia por derribar cuanto se fundamenta en la autoridad y en la tradición, y la reconstrucción de la vida y del saber sobre la base exclusiva de la razón. Ese espíritu anti-tradicional del Siglo de las Luces pone en cuestión a todo el ámbito del saber y de la actividad humana, con una crítica que comienza por afectar a la legitimidad de nuestro conocimiento. La crítica se dirige a la denuncia implacable de todo aquello que es considerado como prejuicio: el «prejuicio de nacimiento» (títulos nobiliarios), el «prejuicio político» (absolutismo), el «prejuicio religioso» (religión sobrenatural calificada habitualmente como superstición). La lucha contra este último «prejuicio» tiene una marcada prioridad, que caracteriza la posición antidogmática de la época; en rigor no desemboca en el ateísmo, sino más bien en posiciones deístas (para el deísmo, la religión es “natural”, ajena a lo divino sobrenatural: su objeto es lo divino en la naturaleza; además es racional por su criterio de verdad, no necesita de la revelación y por ello rechaza las creencias en milagros, ceremonias, misterios y cultos refractarios a la luz de la razón).
La filosofía de la Ilustración —con su proclamación de la mayoría de edad del hombre y su convicción en el nacimiento de una época nueva, en la que éste se lanzaría al conocimiento y dominio del mundo valiéndose de su propia razón— confirió su formulación más acabada a la Modernidad.
* Crítica y razón: La crítica ilustrada se dirigió contra la tradición y la autoridad, mas no se agota en ese movimiento destructivo. Para los hombres ilustrados, la razón es anterior a los prejuicios que la han ido oscureciendo a lo largo de los siglos, y el cuestionamiento implacable a que éstos son sometidos debe conducir a restaurar a la razón y a la humanidad en sus derechos, a develar los verdaderos principios, inconmovibles y permanentes, en los que se funda toda verdad.
La razón es “natural” y es afín a la “naturaleza”, entendida como ámbito de fundamentación puramente inmanente de los fenómenos empíricos (cualquiera sea su campo: tanto la fisis, como la sociedad o bien la conducta individual); fenómenos que están sujetos a una legalidad y a un orden que la razón puede descubrir (y también reproducir en el plano histórico y social, es decir, conformar al ser de acuerdo con un deber ser).
En efecto, el mundo histórico y social, por causa de factores irracionales y contingentes, puede apartarse de la razón e internarse por caminos perdidos; esta contingencia es la que descubren los ilustrados cuando ven en la historia una serie emblemática de prejuicios e injusticias; sin embargo, la naturaleza y la razón están llamadas a imponerse, de manera de sustentar la fe moderna en el progreso de la humanidad, a partir del uso de la razón y la crítica.
Esta razón ya no necesita, para legitimar su autonomía, considerarse como la región de las verdades eternas (como era en la metafísica cartesiana). Para el Siglo de las Luces, la razón se convierte en una suerte de herramienta constructiva; los principios pierden su carácter absoluto, su validez es pensada como relativa al estado de avance de la ciencia, y ello es el anverso de su progresividad (por eso puede progresar). Incluso se reconocen y buscan los límites de la razón: de ello es una prueba la Crítica de la Razón Pura de Kant. La contracara de esta limitación y de esta crítica, es una extraordinaria apertura del horizonte ilustrado hacia la utopía de la libertad y del progreso (tanto moral como científico-instrumental).
Quien opera este trabajo crítico, disolvente y destructivo al tiempo que restaurador, es el hombre en tanto sujeto racional, como centro autoconsciente, unitario y unificador de las múltiples representaciones y acciones. A partir de ello es posible pensar al hombre como capaz de penetrar los secretos de la naturaleza “desencantada”, de cambiar las condiciones de la sociedad, y de extender su deseo de conocimiento y su voluntad de transformación hacia todos los rincones de la realidad.
* La idea de Progreso: esta idea se toma en el sentido de indefinida perfectibilidad humana. En esta celebración del progreso se expresa, por un lado, el orgullo del siglo, que es precisamente el “siglo de las luces”, contrapuesto a las tinieblas de los siglos pasados confundidos en el oscurantismo medieval; por otro lado, existe una especie de fe optimista en el porvenir, que funciona como incitación a la acción realizadora de los triunfos de la razón en contra de la barbarie.
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