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Amor Y Anarquia


Enviado por   •  28 de Mayo de 2013  •  1.493 Palabras (6 Páginas)  •  233 Visitas

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Amor y Anarquía

Enrico Malatesta

Al principio puede parecer extraño que la cuestión del amor y todas las que le son conexas preocupen mucho a

un gran numero de hombres y de mujeres mientras hay otros problemas mas urgentes, si no más importantes,

que debieran acaparar toda la atención y toda la actividad de los que buscan el modo de remediar los males que

sufre la humanidad.

Encontramos diariamente gentes aplastadas bajo el peso de las instituciones actuales; gentes obligadas a

alimentarse malamente y amenazadas a cada instante de caer en la miseria mas profunda por falta de trabajo o

a consecuencia de una enfermedad; gentes que se hallan en la imposibilidad de criar convenientemente a sus

hijos, que mueren a menudo careciendo de los cuidados necesarios; gentes condenadas a pasar su vida sin ser

un solo día dueñas de si mismas, siempre a merced de los patronos o de la policía; gentes para las cuales el

derecho de tener una familia y el derecho de amar es una ironía sangrienta y que, sin embargo, no aceptan los

medios que les proponemos para sustraerse a la esclavitud política y económica si antes no sabemos explicarles

de que modo, en una sociedad libertaria, la necesidad de amar hallara su satisfacción y de que modo

comprendemos la organización de la familia. Y, naturalmente, esta preocupación se agranda y hace descuidar y

hasta despreciar los demás problemas en personas que tienen resuelto, particularmente, el problema del

hambre y que se hallan en situación normal de poder satisfacer las necesidades mas imperiosas porque viven en

un ambiente de bienestar relativo.

Este hecho se explica dado el lugar inmenso que ocupa el amor en la vida moral y material del hombre, puesto

que en el hogar, en la familia, es donde el hombre gasta la mayor y mejor parte de su vida. Y se explica también

por una tendencia hacia el ideal que arrebata al humano espíritu tan pronto como se abre a la conciencia.

Mientras el hombre sufre sin darse cuenta los sufrimientos, sin buscar el remedio y sin rebelarse, vive semejante

a los brutos, aceptando la vida tal como la encuentra.

Pero desde que comienza a pensar y a comprender que sus males no se deben a insuperables fatalidades

naturales, sino a causas humanas que los hombres pueden destruir, experimenta en seguida una necesidad de

perfección y quiere, idealmente al menos, gozar de una sociedad en que reine la armonía absoluta y en que el

dolor haya desaparecido por completo y para siempre.

Esta tendencia es muy útil, ya que impulsa a marchar adelante, pero también se vuelve nociva si, con el

pretexto de que no se puede alcanzar la perfección y que es imposible suprimir todos los peligros y defectos, nos

aconseja descuidar las realizaciones posibles para continuar en el estado actual.

Ahora bien, y digámoslo en seguida, no tenemos ninguna solución para remediar los males que provienen del

amor, pues no se pueden destruir con reformas sociales, ni siquiera con un cambio de costumbres. Están

determinados por sentimientos profundos, podríamos decir fisiológicos, del hombre y no son modificables,

cuando lo son, sino por una lenta evolución y de un modo que no podemos prever.

Queremos la libertad; queremos que los hombres y las mujeres puedan amarse y unirse libremente sin otro

motivo que el amor, sin ninguna violencia legal, económica o física.

Pero la libertad, aun siendo la única solución que podemos y debemos ofrecer, no resuelve radicalmente el

problema, dado que el amor, para ser satisfecho, tiene necesidad de dos libertades que concuerden y que a

menudo no concuerdan de modo alguno; y dado también que la libertad de hacer lo que se quiere es una frase

desprovista de sentido cuando no se sabe querer alguna cosa.

Es muy fácil decir: "Cuando un hombre y una mujer se aman, se unen, y cuando dejan de amarse, se separan".

Pero seria necesario, para que este principio se convirtiese en regla general y segura de felicidad, que se amaren

y cesaren de amarse ambos al mismo tiempo. ¿Y si uno ama y no es amado? ¿Y si uno aun ama y el otro ya no

le ama y trata de satisfacer una nueva pasión? ¿Y si uno ama a un mismo tiempo varias personas que no pueden

adaptarse a esta promiscuidad?

"Yo soy feo - nos decía una vez un amigo - ¿Que haré si nadie quiere amarme?" La pregunta mueve a risa, pero

también nos deja entrever verdaderas tragedias.

Y otro, preocupado por el mismo problema, decíanos: "Actualmente, si no encuentro el

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