La situación latinoamericana, una historia de opresión permanente
Enviado por murillogracia • 21 de Agosto de 2017 • Ensayo • 2.119 Palabras (9 Páginas) • 323 Visitas
La situación latinoamericana, una historia de opresión permanente
El continente latinoamericano, fuertemente influenciado por las corrientes opresoras de la historia y de los pueblos que se han levantado como los poderosos del mundo, ha sufrido tanto y por tantos años la deshumanización, el desarraigo social, la injusticia, la pobreza y la miseria, que podría pensarse que ya está acostumbrado al yugo de los opresores y de los generadores de esclavitud, que poco o nada habría por hacerse para sacar a los pueblos latinoamericanos y sus hombres y mujeres de esta situación de marginación, dadas las circunstancias de poder que siempre ahogan cualquier esperanza de liberación.
Por ello, ni los educadores ni los educandos pueden quedarse inmóviles ante los desafíos que se presentan en el mundo latinoamericano, si no que deben emprender un cambio entre los opresores y oprimidos que ayude a una liberación total de todos , como lo planta Paulo Freire, al proponer una educación liberadora que elimine cualquier diferenciación social, política, económica y social de los individuos; que promueve la transformación de una totalidad deshumanizada y deshumanizante, que alcanza a quienes oprimen y a quienes son oprimidos que no será tarea de los primeros que se encuentran deshumanizados, por el solo hecho de oprimir, sino de los segundos, los oprimidos, que deben pasar de ser menos a la búsqueda de ser más” (Freire, 1969, p. 28)
Para alcanzar dicho anhelo es necesario acudir a la dialogicidad, que permite a todos un encuentro, una posibilidad real de acercamiento, para humanizarse y humanizar al mundo, pero es un diálogo crítico y liberador, que supone la acción y que debe llevarse a cabo con los oprimidos de manera abierta (Freire, 1969p. 45), circunstancia que lo hace esencial en el proceso educativo, que debe ser un diálogo entre docente-educando- realidad, que permita la construcción de sentido educativo, donde el sujeto educable es al mismo tiempo un sujeto consciente de su situación y donde el maestro, es un orientador que plantea los retos y desafíos que deben asumir todos para cambiar las circunstancias sociales, económicas y culturales en que se encuentran los oprimidos. La reflexión no nace del individualismo o de la imposición del maestro, nace del encuentro de los actores educativos y educables en un acto comunicativo, que convenza a los oprimidos que “la lucha exige de ellos (…) su total responsabilidad” (Freire, 1969 p. 48) y esto sólo puede conseguirse mediante el diálogo que nace del acto educativo.
Y el punto de partida de una educación abierta al diálogo definitivamente tiene que partir del análisis de los diferentes supuestos que han permitido la concepción problematizadora de la educación. En primer lugar es necesario superar “la contradicción educador educandos” (Freire, 1969, p. 61), que ha hecho que los docentes siempre impongan sus conocimientos, pensamientos y acciones, como también lo hacen los políticos y gobernantes; es preciso un diálogo abierto, franco y fraterno entre todos para alcanzar la superación de la contradicción, una comunión que nace de la necesidad de educabilidad tanto del maestro como del estudiante, en un “acto permanente de descubrimiento de la realidad” (Freire, 1969 p. 61)
De ahí que es preciso superar la tendencia tan fuertemente arraigada en América Latina de mendigar modelos de pensamiento y de acción que se imponen desde las grandes potencias, tal como sucede con los textos de estudio de las universidades colombianas, donde siempre se forma bajo los postulados norteamericanos y en cambio, plantear desde el proceso educativo se establezca “una forma auténtica de pensamiento y acción (…), que permita un esfuerzo permanente a través del cual los hombres van percibiendo, críticamente, como están siendo en el mundo, en el que y con el que están” (Freire, 1969. 48), desterrando las viejas prácticas de la imposición de contenidos sin sentido, un intelectualismo alienante que siempre ha obstruido las conciencias de los educandos, con formas de pensar y de actuar que han esclavizado el quehacer de los latinoamericanos, con ideologías, sistemas políticos, económicos, sociales y culturales que han deshumanizado el mundo, bajo el autoritarismo de los maestros y sus pedagogías tradicionales, creando máscaras para no ver más allá del contexto escolar, que evitan pensar por sí mismos.
Y es que las máscaras que tienen los latinoamericanos son muchas, dadas las circunstancias históricas de dominio que han imperado por siglos de existencia como pueblos y comunidades. La primera de todas es la de continente subdesarrollado, que ha impedido construir la conciencia del desarrollo social, económico y cultural, acostumbrando a los latinoamericanos a mendigar ayudar a quienes han manejado su ignorancia, su insuficiencia y su destino; la máscara de una democracia que esconde dictaduras e ideologías opresoras; formas de pensar y actuar, heredadas de la cultura española y de la religión que impusieron hasta la prohibición de leer, solo para mantener a todos en la ignorancia, como hoy, que en el que se está condenado al silencio, a la intimidad de la opiniones e ideas, sólo por el hecho de que “toda nuestra vida tiende a paralizarse en una máscara que oculte nuestra intimidad” (Paz, 1998, p. 18)
La máscara de la mentira, que refleja delante de sí, un mundo lleno de “invenciones para deslumbrar al prójimo” (Paz, 1998, p. 19), pero que ocultamente guarda “nuestras carencias y nuestros apetitos, lo que no somos y lo que deseamos ser” (Paz, 1998, p. 18), es decir, que siempre se ha dicho lo que no es, se han disfrazado los intereses mezquinos de los poderosos en oportunidades falsas para los oprimidos. Se luce con donaire la máscara de la apariencia, para demostrar que todo están en orden, que la democracia es un sueño hecho realidad, que el capitalismo es la esencia de la felicidad, que el hombre vale en cuanto tiene, sólo para ocultar la realidad de la miseria y la pobreza, la marginación y la desgracia de la muchedumbre. La máscara del miedo, que ahoga cualquier posibilidad de manifestación de libertad, de justicia y de esperanza; el latinoamericano “es un ser que cuando se expresa se oculta; sus palabras y gestos son casi siempre máscaras” (Paz, 1998, p. 71), las cuales van ahogando el pensamiento y la conciencia de liberación y acostumbrando a su uso, se deja de lado la verdadera realidad cotidiana.
Una realidad que también se oculta en los contextos educativos, donde al educando siempre se le enseña aquello que aparentemente es el mejor recurso de aprendizaje, pero se esconde lo que verdaderamente hace más humano al estudiante, como la forma de pensar y actuar propios; se disfraza el orden con el cumplimiento de unos reglamentos ajustados a la imposición de una sociedad o de un sistema político; se mantiene al educando sumido en un plan de estudios que le impide resolver sus necesidades e intereses; se acude a la autoridad del maestro, para hacerle entender al niño y al joven que el sabio es el que está enseñando, que los estudiantes han te estar atentos a las lecciones del maestro, impidiéndole construir su propio conocimiento, sus opiniones e ideas; se exalta el desarrollo de las grandes potencias, pero se oculta la miseria de millones de latinoamericanos; se impone la fuerza de la ley y las costumbres en nombre de una falsa moral, que tiene calificativos diferentes para actores distintos que comenten las mismas faltas; en fin, el ambiente educativo está fuertemente influenciado por las máscaras modernas.
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