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2 De Agosto De 1810


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2013  •  648 Palabras (3 Páginas)  •  748 Visitas

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2 de Agosto de 1810; Matanza de los Patriotas

El 25 de Octubre de 1809, tras 12 días de encargo del poder, el Conde de Selva Florida entregó de manera oficial la presidencia de la Audiencia de Quito al Conde Ruiz de Castilla, quien la había administrado antes de la revuelta independentista.

Instalado nuevamente en el poder, y a pesar de haberse comprometido a no tomar represalias, Ruiz de Castilla traicionó su palabra y desató una feroz persecución en contra de quienes habían participado en la revolución del 10 de agosto de 1809, capturando a un gran número de ellos y encerrándolos en los calabozos del Cuartel Real de Lima, en Quito. Al mismo tiempo, y para completar su traición, hizo promulgar la advertencia de que se aplicaría la pena de muerte a todo aquel que, conociendo el paradero de algún insurgente, no lo denunciara.

A partir de entonces y durante casi un año, los soldados realistas del Crnl. Manuel Arredondo -que a petición de Ruiz de Castilla había llegado desde Lima para sofocar la revolución- cometieron una serie de atrocidades, saqueando, violentando, asesinando y atropellando diariamente a los quiteños que, cansados de sus abusos, formaron nuevos comités para defensa de los vecinos y prepararon un plan para liberar a los prisioneros.

Llegó entonces el 2 de agosto de 1810. Ese día, poco antes de las dos de la tarde las campanas de la Catedral tocaron a rebato, y seis hombres armados con cuchillos vencieron la guardia del Cuartel Real y penetraron resueltos al interior; sembraron el pánico entre los soldados dispersos en los corredores y el patio de la planta baja y se dirigieron denodadamente a cumplir su principal objetivo: liberar a los próceres.

En el primer momento, y tomados por sorpresa, los soldados españoles no ofrecieron resistencia; pero después reaccionaron y disparando un cañón barrieron con casi todos los atacantes. Seguidamente bajaron a los calabozos donde permanecían encerrados los patriotas e iniciaron la matanza.

Salinas fue degollado en su cama, más allá cayeron Ascázubi y Aguilera; Quiroga murió altivo desafiando con la mirada a un soldado que, haciendo caso omiso de las súplicas de las dos hijas del patriota que habían logrado escabullirse entre la confusión, le descargó furiosamente un golpe de sable sobre la cabeza. Ahí, en los oscuros calabozos, entre carreras, disparos, olor a pólvora y sangre, gritos de horror y frases de valor, fueron despedazados el patriota Juan Pablo Arenas, el teniente coronel Juan Salinas, el teniente coronel Antonio Peña; el capitán José Vinueza, el joven teniente Juan Larrea, y otros cuyos nombres escribieron con su sangre la historia de la asonada quiteña.

Aquello fue una carnicería horrible cometida contra hombres indefensos, muchos de ellos sintieron extinguir sus vidas aún encadenados y sin opción a siquiera retorcerse

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