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Allan Poe


Enviado por   •  12 de Julio de 2014  •  482 Palabras (2 Páginas)  •  196 Visitas

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CARTA A UN REHÉN, DE ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

Antoine de Saint-Exupéry, ser de sensibles alas que voló en las amplitudes del cielo y

en las finezas de la creación y el espíritu. No sólo el noble Principito nació del huerto de

su imaginar. De sus dedos emplumados también surgieron las vetas y el oro de estos

pensamientos...

«El orden por el orden castra al hombre de su poder esencial, el de transformar tanto al

mundo como a sí mismo. La vida crea al orden, pero el orden no crea a la vida.

Nos parece, muy por el contrario, que nuestro ascenso no ha terminado, que la verdad

de mañana se nutre del error de ayer, y que las contradicciones que hay que superar son

el abono mismo de nuestro crecimiento. Reconocemos como nuestros aun a quienes

difieren de nosotros.

¡Pero qué parentesco tan extraño es éste que se funda en el futuro y no en el pasado, en

el fin y no en el origen! Somos, los unos para los otros, peregrinos que a lo largo de

camino diversos penamos con destino a la misma cita.

Pero hoy ocurre que el respeto por el hombre, condición de nuestro ascenso, está en

peligro. Los crujidos del mundo moderno nos han hundido en las tinieblas. Los problemas

son incoherentes, las soluciones contradictorias. La verdad de ayer ya está por

construirse. No se entrevé ninguna síntesis válida, y cada uno de nosotros sólo lleva

consigo una parcela de la verdad. Las religiones políticas, carentes de evidencia que las

imponga, apelan a la violencia. Y así, mientras nos dividimos en lo que respecta a los

métodos, corremos el peligro de no volver a reconocer que todos nos apresuramos hacia

el mismo fin.

Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella el viajero se deja absorber

demasiado por los problemas del escalamiento se arriesga a olvidar cuál es la estrella

que lo guía. Si se mueve sólo por moverse, no irá a ninguna parte. Si la sillera de la catedral

se preocupa demasiado por la ubicación de las sillas, se arriesga a olvidar que está

sirviendo a un dios. Del mismo modo, si me encierro en alguna pasión de partido, me

arriesgo a olvidar que una política sólo tiene sentido con la condición de estar al servicio

de una evidencia espiritual.

(...) Nadie de entre nosotros tiene el monopolio de la pureza de intenciones. Puedo

combatir, en nombre de mi camino, el camino que otro ha elegido; puedo criticar los

pasos de su razón- los pasos de la razón son inciertos-. Pero debo respetar a ese hombre,

en el plano del Espíritu, si pena hacia la misma estrella.

¡Respeto por el hombre! ¡Respeto por el hombre!... Si el respeto del hombre está fundado

en el corazón de los hombres —siguiendo el camino inverso— terminarán

...

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