BRUJERÍA Y HECHICERIA EN EL PERÚ COLONIAL (SIGLOS XVII Y XVIII)
Enviado por Raúl Aguilar • 30 de Junio de 2016 • Apuntes • 2.120 Palabras (9 Páginas) • 479 Visitas
BRUJERÍA Y HECHICERIA EN EL PERÚ COLONIAL (SIGLOS XVII Y XVIII)
Brujas, demonios, hechiceras, supersticiones varias, de todo tipo y forma, seres, objetos y conjuros, que abren las puertas a las fuerzas de otros mundos oscuros, ignotos y presentidos en lo más profundo del subconsciente colectivo humano, no importa qué época, cultura o raza. La iglesia, como antes tantas fuerzas fácticas, políticas o religiosas, siempre consideró a todo esto como algo peligroso, un enemigo al que había que combatir hasta su exterminio, sin que, por lo general, hasta la fecha lo haya conseguido.[1]
Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo se encontraron con una milenaria tradición mágica, la cual guardaba mucha relación con la religión y la medicina. Ellos, a su vez, además de sus artefactos, cargaban sus propias tradiciones religiosas y supersticiosas.
En este caso cebe resaltar que una de las tradiciones más importantes de los indios era la adoración de sus “Huaqas” que eran de diferentes formas: podían ser piedras, podían ser cerros o lagunas, la misma luna o cualquier elemento de la naturaleza dependiendo de las tradiciones de cada ayllu. Huaqa era todo lo que designara algo sagrado. Al ser destruidas estas, adoraban sus restos, para así hacerlas pasar desapercibidas. Para los andinos, tenían una gran connotación simbólica, pues, estas tenían significantes religiosas o atribuciones divinas.
Habría sido lógico un sincretismo entre ambas corrientes, pero aquello no sucedió con normalidad. Los peninsulares se mantuvieron firmes en lo suyo, mientras que los indígenas tenía su peculiar manera de ver lo mágico como prestarle atención a algo que les era totalmente ajeno en el sentido religioso, cultural y mágico. De igual modo, sí en ciertas ocasiones una bruja o medicina recurre a algún conjuro o pócima india, son mayores las situaciones en las cuales los indios utilizaban conjuros ibéricos. ¿La razón? Es probable que los encontrasen superiores.
La idolatría indígena estaba considerada por los religiosos hispanos como una encarnación del demonio, y cualquier superstición, magia o curación realizadas por los indios, obras del diablo eran.
El Perú no fue ajeno a todo ello. Puesto que en la mayoría de su territorio se gestaron milenarias culturas prehispánicas que consideraban fundamental las prácticas mágico-religiosas. Algunas, como Chavín, utilizaron ungüentos dentro de sus rituales. Después de la conquista y el paralelo arribo de la religión occidental, en el virreinato peruano se planteó como tarea el evangelizar a los indígenas y convertirlos al cristianismo. Así como también, se instauró la misión de extirpar idolatrías (1610) para terminar el paganismo peruano.
Posteriormente, a la vez que se asentaba con mayor fuerza el sistema español en el Perú, de la misma manera se empezaba a desarrollar la práctica de la brujería y la hechicería.
La brujería, concebida como la manipulación de las fuerzas de la naturaleza con el propósito de dañar a otras personas, era un crimen que la sociedad virreinal estimaba preciso de sancionar. [2]
La brujería y la política son consideradas como los ámbitos con mayor historia, importancia y las que mayor peligro han generado en la actividad humana. Tanto que la brujería fue utilizada como un arma política dentro de los siglos XVII y XVIII donde el principal fin de su uso era destronar a los rivales, cuyos principales actores de las denuncias por estos casos de brujería fueron los curacas, jefes étnicos y funcionarios coloniales[3]
El gran número de actividades mágicas desarrolladas por las acusadas de hechicería en la Lima virreinal durante el siglo XVIII, pareciera revelar la fragilidad de creencias de una sociedad colonial tan aparentemente cerrada a toda religión que no fuese la oficial, pero que se interesó por recurrir a los poderes del sortilegio para, fundamentalmente, curar sus males de amor. En general esta inclinación, según Caro Baroja (1967), se produce porque "pretender atraer a un amante desdeñoso o fatigado mediante conjuros, conminaciones, ligazones, etc., no es de hoy ni de ayer: es de siempre. Tampoco es propio sólo de una época el que la mujer misma, pasados ya los propios ardores, trabaje por cuenta ajena para procurar amores a otras mujeres u hombres"
“En el pueblo de Lambayeque, al norte de Perú, vivía en 1770 María de Jesús Cornejo, alias La Jabonera, poseedora de unos polvos amarillos que arrojaba sobre los hombres para despertarles volcánicas pasiones que ella aprovechaba. Mujer de pésima fama, acusada de ocasionar maleficios que otros colegas contrarrestaban, con lo que había montada toda una red de maléficos negocios. Esta coruscante fémina frecuentemente salía a la medianoche a la orilla del río y allí bailaba y “mochaba” con los indios, lo que para los ojos de los españoles no era sino una parafernalia semejante a un aquelarre. De todas formas su originalidad consistía en que maleficiaba con jabones a los que tras conjurar debidamente enterraba en las puertas de las casas deseadas. En el inventario que de sus pertenencias se llevó a cabo tras su detención, se hallaron 339 panes de jabón, varios cuadros religiosos, 16 gallinas, un gallo, un taburete, un par de sillas y otras tantas mesitas, una mala cama y un baúl con algunas ropillas.”[4]
Otro caso relacionado a los temas de brujería es el uso de la coca, narcótico de mayor aparición en la crónicas inquisitoriales, o al menos los detalles de sus efectos.
La coca era usada como elemento ritual dentro de las ceremonias andinas, esta hierba era mascada para luego ser escupida, ya sea en la palma de la mano o en un lebrillo, que era como un tazón en donde agregaban vino sin curar, es decir, recién preparado y según la figura que saliese se conjeturaba lo que iba a suceder. Aquí describiremos el uso que le dieron a la coca durante las prácticas hechiceriles:
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