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LA EDUCACIÓN DE LOS ATIGUOS NAHUAS


Enviado por   •  2 de Mayo de 2016  •  Ensayo  •  2.122 Palabras (9 Páginas)  •  572 Visitas

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LA EDUCACIÓN DE LOS ATIGUOS NAHUAS

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Educación de los Antiguos Nahuas

Sabemos que, mediante la educación, las sociedades facilitan a sus miembros la interacción con otros, por otra parte, cada uno de nosotros recibe el rol que desempeñará en la comunidad.

López Austin no hace referencia en ello, pero, a partir de la época de los nahuas, ya se mercantilizaba el proceso educativo, así pues, encontró cuando el niño es aún un bebé de cuna, lo hacen pertenecer al templo.

Deciden la madre, o el padre, a cuál lo harán pertenecer, al calmecac o al telpochcalli.

Los status sociales ya eran tomados en cuenta desde está época, el peso de cada habitante era cuantificado a partir de la importancia del papel que desempeñaba dentro de la cultura, desde su nacimiento los nahuas ya eran asediados por un destino que era transmitido de generación en generación.

En la actualidad sabemos que difícilmente escalaríamos en la sociedad si pertenecemos a la clase baja, tal vez este sea un legado que nos han dejado nuestros antiguos.

Por otra parte, el eje más importante que abordaremos es la educación, como pedagogos es el tema que nos aqueja en la actualidad; hablemos de esa educación que sirve para socializar y adaptar al individuo al orden social preestablecido y que no modifica ese orden. Este tipo de educación es a la que López Austin hace referencia dentro de la cosmovisión de los nahuas.

Sabemos en un principio, que nuestras escuelas de educación básica dan una formación conductista en la que nos encontramos subordinados al profesor.

Fray Bernardino de Sahún. “La vida en los templos

Acertadamente haría énfasis en los nahuas, puesto que gracias a los textos que nos ofrece López Austin deducimos fácilmente que la formación que adquirían los pequeños tlamacazqui y telpochtli hacían penitencia desde edad muy temprana hasta las tareas de mayor dificultad física y espiritual.

Como inicia el capítulo de nuestra lectura, en el que se dice cómo dejaban los macehuales a sus hijos en el telpochcalli, y qué costumbres había allí para la enseñanza, para la eduación.

Cuando los padres dejar al niño en el telpochcalli, quiere decir que lo ofrecen, que lo dan como ofrenda al templo, al camécac.

Si lo prometen al tepochcalli, preparan la bebida, la comida. Llaman, reúnen, suplican a los tepochtlatoque. Los padres exponen, dicen: “nuestro señor”, Tloque Nahuaque, se dignó establecer a ustedes aquí. Aquí ustedes escuchan, saben, que nuestro señor se dignó a regalar un collar, una pluma preciosa: descendió el niño. Y así es como ofrecían a los niños como ofrendas a muy corta edad.

El capítulo quinto, habla acerca de la reglamentación, de cómo actuaban y trabajaban allí donde vivían, donde se formaban, donde se educaban, el telpochcalli.

Al entrar el niño al telpochcalli, le ordenaban barrer, encender el fuego. Y luego hacen que empiece la penitencia.

Entonces, en la noche, se canta allí donde viven con los demás, donde bailan juntos. Se dice: “es tomado el canto y el baile de los demás”.

Y cuando ya se es jovencillo, entonces lo llevan al bosque; lo hacen cargar a la espalda los llamados troncos cilíndricos; quizá todavía uno sólo; quizá, entonces dos. Así lo prueban. Tal vez ya puedan ir a la guerra, ya se esté haciendo jovencillo. Lo llevan a la guerra; irá entonces sólo a cargar escudos.

Y ya joven, si está enseñado, si ya es prudente, si es ducho en el lenguaje, y principalmente, si es de corazón piadoso, es nombrado táchcauh, le es dado el nombre de tiáchcauh.

Y al alcanzar la madurez temprana, si ya está bien enseñado, es llamado telpochtlato: dirige a los jóvenes; hablar por todos ellos, él no juzga.

Y esta forma de vida no era solamente la de unos cuantos; era la forma de vida, en la que se educaban, innumerables jóvenes llamados telpopochtin.

De ninguna manera es ardua la vida de los telpopochtin.

Cuando son niñitos duermen juntos allí, en el llamado telpochcalli: allí están juntos. Y al que desaparecía, al que no dormía en el tepochcalli, lo castigaban. Y comen en sus casas.

Y vienen a reunirse donde se hace algo: quizá se hace amasijo de barro, se hacen paredes, camellones de labranza, acequias.

Vienen juntos o se dividen. Y van al bosque: toman cargan en la espalda los llamados “hachones del canto”.

Los de edad viril, los tiacahuan, se ponen collares de caracoles muy grades de colores azul marino, o collares de oro. Se ponen atavíos de caracoles largos; se ponen atavíos de piel.

Luego se tiñe, la cara. Se emplastan con margajita. Sus atavíos: se ponen ojeras de color azul turquesa, se ponen orejas, se ponen plumas de garza, se ponen “ayates de chalcas”.

Estos “ayates de chalcas” son de hilo anudado como red, llenos de caracoles pequeños. Los ayates de chlacas de los tlatoque estaban llenos de pequeños caracoles de oro.

Al ponerse el sol, enciendan el fuego en el edificio llamado cuicacalco. Los telpopochitin encienden el fuego en el brasero alto. Cuando ya oscureció, se inicia el canto. Todo mundo baila hasta que pasa la división de la noche, hasta que pasa la media noche.

Y entonces nadie se envolvía con algo. Así se bailaba: todos envueltos solamente con los ayates de chlacas.

Y los maduros los que ya saben de cosas terrenales, duermen allá con sus amantes.

Castigados a la embriaguez en los estudiantes del telpochcalli.

El capítulo sexto, donde se habla de los castigos, de las penas con que se castigaban cuando algún telpochtli se embriagaba.

Así se enseñaba en el telpochcalli: se tenía mucho cuidado en el barrer: ninguno bebía pulque. Y cuando y eran maduros, cuando ya eran fuertes, podían esconderse bien a beber pulque. Se escondían mucho; no o bebían frente a la gente; muy secreto, y no bebían demasiado.

Y si algún joven era visto embriagándose, o era visto, encontrado por el camino, o echado, o cantando, o que está en algún lugar embriagándose con alguien, si es visto, luego por esto hay reunión, hay congregación. Y esto hace que cunda el temor.

Capitulo séptimo, donde se dice cómo los tlatoque, los pipili, dejaban a sus hijos allá en el calméca, y cuál era la reglamentación que regía allí en el llamado calmecac.

Los tlatoque, los pipiiltin, y aun otros que actuaban como madres, como padres, definitivamente metían, ofrecían a sus hijos al calmecac. Y a otros, a quien querían.

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