ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Enviado por fabymb • 28 de Abril de 2013 • Trabajo • 26.427 Palabras (106 Páginas) • 359 Visitas
ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
INDICE
EN LA MADRIGUERA DEL CONEJO
EL CHARCO DE LÁGRIMAS
UNA CARRERA LOCA Y UNA LARGA HISTORIA
LA CASA DEL CONEJO
CONSEJOS DE UNA ORUGA
CERDO Y PIMIENTA
UNA MERIENDA DE LOCOS
EL CROQUET DE LA REINA
LA HISTORIA DE LA FALSA TORTUGA
EL BAILE DE LA LANGOSTA
¿QUIEN ROBO LAS TARTAS?
LA DECLARACIÓN DE ALICIA
A través de la tarde color de oro
El agua nos lleva sin esfuerzo por nuestra parte,
Pues los que empujan los remos
Son unos brazos infantiles
Que intentan, con sus manitas
Guiar el curso de nuestra barca.
Pero, ¡las tres son muy crueles!
Ya que sin fijarse en el apacible tiempo
Ni en el ensueño de la hora presente,
¡Exigen una historia de una voz que apenas tiene aliento,
Tanto que ni a una pluma podría soplar!
Mas, ¿qué podría una voz tan débil
Contra la voluntad de las tres?
La primera, imperiosamente, dicta su decreto:
"¡Comience el cuento!"
La segunda, un poco más amable, pide
Que el cuento no sea tonto,
Mientras que la tercera interrumpe la historia
Nada más que una vez por minuto.
Conseguido al fin el silencio,
Con la imaginación las lleva,
Siguiendo a esa niña soñada,
Por un mundo nuevo, de hermosas maravillas
En el que hasta los pájaros y las bestias hablan
Con voz humana, y ellas casi se creen estar allí.
Y cada vez que el narrador intentaba,
Seca ya la fuente de su inspiración
Dejar la narración para el día siguiente,
Y decía: "El resto para la próxima vez",
Las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"
Y así fue surgiendo el "País de las Maravillas",
Poquito a poco, y una a una,
El mosaico de sus extrañas aventuras.
Y ahora, que el relato toca a su fin.
También el timón de la barca nos vuelve al hogar,
¡Una alegre tripulación, bajo el sol que ya se oculta!
Alicia, para ti este cuento infantil.
Ponlo con tu mano pequeña y amable
Donde descansan los cuentos infantiles,
Entrelazados, como las flores ya marchitas
En la guirnalda de la Memoria.
Es la ofrenda de un peregrino
Que las recogió en países lejanos.
Capítulo 1 - EN LA MADRIGUERA DEL CONEJO
Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. « ¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.
Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados.
No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: « ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!» (Cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo más natural del mundo). Pero cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del chaleco, lo miró y echó a correr, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de golpe que ella nunca había visto un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de él, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr tras el conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al pie del seto.
Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.
Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo.
O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada. Después miró hacia las paredes del pozo y observó que estaban cubiertas de armarios y estantes para libros: aquí y allá vio mapas y cuadros, colgados de clavos. Cogió, a su paso, un jarro de los estantes. Llevaba una etiqueta que decía: MERMELADA DE NARANJA, pero vio, con desencanto, que estaba vacío.
No le pareció bien tirarlo al fondo, por miedo a matar a alguien que anduviera por abajo, y se las arregló para dejarlo en otro de los estantes mientras seguía descendiendo.
« ¡Vaya! », pensó Alicia. « ¡Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia! ¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡Ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado!» (Y era verdad.)Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?
-Me gustaría saber cuántas millas he descendido ya -dijo en voz alta-.
Tengo que estar bastante cerca del centro de la tierra. Veamos: creo que está a cuatro mil millas de profundidad...
Como veis, Alicia había aprendido algunas cosas de éstas en las clases de la escuela, y aunque no era un momento muy oportuno para presumir de sus conocimientos, ya que no había nadie allí que pudiera escucharla, le pareció que repetirlo le servía de repaso.
-Sí, está debe de ser la distancia... pero me pregunto a qué latitud o longitud habré llegado.
Alicia no tenía la menor idea de lo que era la latitud, ni tampoco la longitud, pero le pareció bien decir unas palabras tan bonitas e impresionantes. Enseguida volvió a empezar.
-¡A lo mejor caigo a través de toda la tierra! ¡Qué divertido sería salir donde vive esta gente que anda cabeza abajo! Los antipáticos, creo... (Ahora Alicia se alegró de que no hubiera nadie escuchando, porque esta palabra no le sonaba del todo bien.) Pero entonces tendré que preguntarles el nombre del país. Por favor, señora, ¿estamos en Nueva Zelanda o en Australia?
Y mientras decía estas
...