Ficha crítica del libro seleccionado Aprender a vivir, J. A. Marina

Marina entiende la personalidad como meta. Cada persona va desarrollando su personalidad durante toda la vida. Así pues, la idea de personalidad es presentada como algo dinámico, que se va configurando a través de lo que cada uno aprende y elige aprender.

Él propone tres etapas que darían lugar a las distintas personalidades:

1. Personalidad recibida: viene determinada genéticamente e incluye las funciones intelectuales básicas, el temperamento y el sexo.
2. Personalidad aprendida: sería lo que entendemos como carácter. Marina plantea el carácter como la suma de los hábitos afectivos, cognitivos y operativos.
3. Personalidad elegida: carácter más comportamiento. Como actúa cada persona en diferentes situaciones.

Si bien es verdad que el componente afectivo es muy importante en el desarrollo de las personas, no quiere decir que un niño con falta de afectividad, apego, etc. tenga que fracasar. Sino que la afectividad es vista como un recurso a disposición del niño, más que como una influencia total y completamente decisiva.

El niño tiene un abanico de recursos a su disposición, y si le falta alguno, puede aprovechar otros.

Como educadores (recurso externo) deberíamos procurar ser sensibles a las necesidades de cada criatura. De esta manera, estaríamos poniendo este recurso afectivo a su disposición, cosa que daría al niño un sentimiento de seguridad, que a la vez se convertiría en un recurso personal de gran utilidad para él.

A mi entender, el ámbito de la libertad personal sería el carácter; en tanto que Marina lo entiende como la parte de la personalidad que es aprendida. Asimismo, considera que lo que forma el carácter son los hábitos.

Siguiendo el símil de la partida de póquer que el autor propone, el carácter sería la forma que tiene cada uno de jugar las cartas que le han tocado. Así pues, aunque el niño tenga una matriz personal poco favorable, puede llegar a desarrollar otras capacidades que le procuren una vida exitosa, gracias al hecho de que su relación con el entorno no es pasiva, sino que tiene la libertad para dirigir su atención, seleccionar unas informaciones frente a otras, valorarlas según los criterios que considere y actuar en consecuencia a todo esto.