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Reseña del libro Fosa de Agua


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2019  •  Reseña  •  793 Palabras (4 Páginas)  •  664 Visitas

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Perla Eunice Tula Martínez

Niñas, estrellitas y fosas

En La fosa de agua, de Lydiette Carrión, se presentan diversos casos de feminicidio con base en expedientes, en entrevistas a los familiares, amigos, agresores. Se construyen los casos con elementos narrativos que apelan a la emotividad del lector. Se presentan a las víctimas como personas reales, como niñas que asistían a pijamas, a reuniones, a la secundaria, que tenían planes a futuro y su relación con sus padres, hermanos, amigos. Retrata el México que vivimos actualmente y desde hace unos años, realidades de niñas, adultas, ancianas. “Este era el país en el que Mariana crecía: con su hermana desparecida, con la violencia tan cercana” (Carrión, 2018, p.106).

Uno de los recursos empleados en el texto es la ilustración de las víctimas, ilustraciones con alusión a los dibujos que les gustaba dejar en sus cuadernos, ilustraciones de niñas sonrientes con diademas, que por el hecho de ser mujeres fueron sometidas a torturas inhumanas hasta el momento de su muerte: mutilación de partes de su cuerpo, papeles con pvc que introdujeron en su vagina y boca para destruir evidencias, empalamiento, violación anal y vaginal, por mencionar sólo algunos.

De acuerdo con las declaraciones de los agresores, las víctimas eran amigas, novias, exnovias, amantes de los implicados o de sus enemigos —después se compararía que dichas acusaciones eran falsas en la mayoría de los casos—, todas ellas con un antecedente que las hacía merecedoras de tal tortura: les robaban, hablaban de más. Siempre hay una razón, dicen los agresores para justificar una atrocidad en cualquier nivel. En sus mentes, los agresores castigan acciones de deslealtad, de no obediencia, de no pertenencia sólo a ellos. Veían en sus víctimas no a una niña de secundaria con un deseo impaciente de pertenecer, no a una hija camino a la iglesia con su biblia bajo el brazo, no a una compañera del salón a la que le gusta tener amigos y que ayuda siempre a los demás compañeros, sino que veían en ellas una oportunidad para reclamar algo, para dejar en claro quién era el fuerte, para dejarlas desprotegidas, vulnerables, desnudas, imposibilitadas para defenderse por los amarres en sus muñecas, unas mujeres sin personalidades ni intereses propios, objetos a su servicio. Las mujeres, niñas en este caso, eran sólo entes que debían acatar las normas que se les impusieran. A la menor provocación las levantaban, las torturaban, porque no merecían más.

 Destaca de dos de los agresores, que ambos tenían la figura del padre ausente. “Como ocurre en muchos hogares mexicanos, el padre era una figura ausente, que había pasado los últimos 12 años viviendo en Estados Unidos. (Quizá más tarde ésa habría sido la conexión emocional de Paco con el Mili, pues éste también venía de una familia sin figura paterna). Así que paco era “el hombre de la casa” (Carrión, 2018, p. 112). Si bien el hecho de venir de una familia sin figura paterna no es un motivante ni justificante para ninguna acción, es un hecho que en la dinámica familiar establecida —que no por eso es la adecuada o correcta— hay un cambio, surge la exigencia de un nuevo individuo con autoridad, la cabeza del hogar, uno que siga manteniendo las reglas, que provea, que sea aquel al que se le deben consultar todas las decisiones; ese que aprueba o desaprueba las salidas de las hermanas menores.

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