Todo sólido se desvanece en el aire.

Todo sólido se desvanece en el aire.

Marshall Berman, el autor del libro comienza planteando que ser moderno es tener una vida de paradojas y contradicciones. Es estar en un mundo que fluye constantemente entre lo revolucionario y lo conservador con un espíritu irónico.

La modernidad expuesta en el libro, es una experiencia vital del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás y de las posibilidades y los peligros de la vida (que para la época, es una red ambigua entre el poder de crecimiento y transformación tanto como de desintegración y destrucción.)

La Modernidad tiene un mercado comandado por la burocracia con un sistema evidentemente capitalista que por sus intereses expansivos es fluctuante y no permite estabilidad ni al que tiene ni al que no. Es una economía en la que lo que existe hoy mañana tal vez desaparezca y donde todo lo sólido se desvanece en el aire. En ese sentido, la Modernidad (término usado por primera vez por Jean Jacques Rousseau) tiene la posibilidad de ofrecerlo todo menos solidez por parte del mercado.

El movimiento obrero (parte revolucionaría de la época), aparece bajo las nuevas condiciones de vida. Berman ofrece un cuadro de correspondencias en el que a nuevas máquinas, nuevos hombres (obreros).

Retomando la declaración de Nietzsche de la muerte de Dios, Berman afirma que la modernidad es un período de tiempo que se debate entre la posibilidad de tenerlo todo, y una ausencia casi completa de valores, donde ser mediocres es la única moralidad que tiene sentido, y donde el habitante promedio no encaja a la perfección en ningún rol social. Parafraseando a Foucault, las nulidades humanas modelan sus almas a los barrotes.

A manera de ejemplo, Berman cita a profundidad a “Fausto” de Goethe. Fausto es un hombre en principio marginal y sospechoso que crece con la misma modernidad en sus varios años de publicaciones continuas entre 1770 y 1831, en donde el sujeto y objeto de transformaciones no son meramente el héroe sino el mundo entero.

El libro está enmarcado por una profunda perspectiva histórica, una alta imaginación moral, la inteligencia política de Goethe y la sensibilidad y las percepciones psicológicas de sus personajes que expresan el proceso por el cual a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX hace su aparición el “sistema mundial moderno”.

Fausto representa, en resumen, el deseo de desarrollo tanto individual como colectivo bajo un agente diabólico (capitalismo).

En ese desarrollo del libro que hace el autor, enuncia las tres etapas principales de la psicología del personaje de Goethe. Para empezar, presenta un “hombre soñador”, culto y sensible pero apartado de la vida y de los otros hombres que por la misma soledad es atacado por su mente que se convierte con el tiempo en su prisión.  Fausto es, según Berman,  el portador de una cultura dinámica en medio de una sociedad estancada que se desgarra entre la vida exterior e interior que avanza en la medida en que redescubre sus sentimientos infantiles (que en el mundo producen una reconstrucción social) y que sabe equilibrar la vida social y afectiva con el desarrollo individual del intelecto. El demonio aparece en su vida para instalar en su actuar la idea de que solo si está dispuesto a permitirlo y aceptarlo todo y solo si reconoce que se debe destruir lo creado para empedrar el camino a nuevas creaciones, podrá avanzar como un ser netamente moderno.

La segunda etapa enunciada es la del “Fausto amante” en la que se convierte en un hombre que emana un encanto y una seguridad que ponen a sus pies a las mujeres que quiera.

El amor hace nacer a Margarita, un personaje que no estará jamás tranquilo con el mundo del que hasta ahora estaba acostumbrado. La mujer en esta etapa representa el naciente camino revolucionario de aquellos que no se convencen por completo del precedente mundo feudal en el que la posición social y la supervivencia dependen de la protección de personas más poderosas, y en este camino de revolución se comprende que el desarrollo humano tiene costes humanos.

La etapa final de Fausto es la del “hombre desarrollista” que pasa a las fuerzas económicas, la vida pública, el activismo y la organización.

En esta etapa, el héroe y el autor utilizan un lenguaje evidentemente político en el que ya no se da lugar a los sueños, sino más bien a programas concretos con una búsqueda rodeada de un espíritu romántico. Fausto aquí tiene una organización de trabajo visionaria, intensiva y sistemática que se traduce a desarrollo. La idea es trabajar en conjunto por los recursos colectivos para que una vez seguros se pueda luchar por la libertad individual.

El problema resulta de un poder que se traduce en arrogancia, un acoso de necesidad, escasez y culpa, y finalmente la idea frenética de que debe eliminarse toda idea del pasado para poder avanzar.

Citar a Goethe no es gratuito, ya que el autor plantea que en el mundo existe un “espíritu faustico” de desarrollo de grandes proyectos de transporte y energía (como el canal de panamá) de mano de los ricos y poderosos que no tienen la sensibilidad política del mismo Fausto, y reconocerlo, marca la diferencia entre un mundo que manejan solo los expertos y un mundo que se humaniza con la experiencia y el punto de vista de quienes realmente lo viven.

El nombre del libro: “Todo sólido se desvanece en el aire”, deriva de una frase del manifiesto comunista de Marx “Todo muere antes de envejecer”. Marx es traído a acotación en principio reconociendo en la burguesía un genio de acción que se expresa sobre todo en grandes proyectos de construcción, interesándose por el proceso activo de las ideas y su capacidad de liberar el impulso para el desarrollo humano, en resumen, el hombre moderno pide cambios positivos, los busca y los lleva a cabo.

La idea de comunismo llega con la impronta de que el desarrollo de la totalidad de las capacidades de los individuos se da solamente en comunidad y lleva consigo la libertad individual. Para Marx, un proceso de desarrollo individual continuo y sin fronteras busca una modernidad más profunda.

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