LOS INCENTIVOS: LA DISYUNTIVA ENTRE LOS INTERESES ECONÓMICOS Y LA MORAL
Enviado por elistoliarov • 4 de Diciembre de 2021 • Ensayo • 1.445 Palabras (6 Páginas) • 99 Visitas
LOS INCENTIVOS: LA DISYUNTIVA ENTRE LOS INTERESES ECONÓMICOS Y LA MORAL
Elizaveta Stoliarov (2021)
De acuerdo con Levitt y Dubner (2014), el engaño que proviene de las personas de poder y/o autoridad se identifica difícilmente, muy pocas veces se persigue y se castiga en pocas oportunidades. Si se pone en retrospectiva, los incentivos siempre han existido y los mismos, nos inducen al engaño, el cual es innato al ser humano. El propósito de este ensayo es analizar cómo los incentivos nos conducen a engañar. Se pretende describir los diferentes tipos de incentivos tales como económicos, morales y sociales. Por ende, se quiere demostrar de qué manera los profesores se benefician de ellos. Analizando la lectura de Levitt y Dubner y la información disponible, se expondrán posturas en contra del engaño por parte de los profesores, lo cual es poco ético y moral.
Un incentivo es aquello que conlleva a la persona a actuar de cierta forma ante la situación específica. Los incentivos forman parte de nuestra vida cotidiana aunque en muchas ocasiones pueden pasar desapercibidos. Según la opinión de Levitt y Dubner (2014) “aprendemos a responder a incentivos, ya sean positivos o negativos, desde el comienzo de nuestras vidas” (p.18). Se puede identificar los incentivos económicos, morales y sociales. Levitt y Dubner (2014) definen un incentivo de la siguiente manera: “Un incentivo es, sencillamente, un medio de exhortar a alguien a hacer más algo bueno, y menos algo malo” (p.19). En vista de lo anterior, se podría afirmar que los incentivos cumplen un rol limitante y restrictivo en cuanto a nuestra conducta, acciones u omisiones. Sin embargo, como señalan Levitt y Dubner (2014), ante cualquier incentivo la gente deshonesta tratará de obtener un beneficio sin importar los medios (p.21). En otras palabras, no todos se guían por los incentivos, bien sea porque el balance entre el coste y el beneficio resulte poco atractivo o porque, ante cierta situación de utilidad, riesgo o amenaza al bienestar, prevalecen estos últimos ante los principios de moral y ética. Esto puede dar lugar a situaciones cuando el ser humano actúe de manera deshonesta, tramposa y engañosa. Rey (2012) en su trabajo ¿Bajo qué condiciones funcionan (o no) los incentivos económicos? afirma lo siguiente:
Cuando alguien que realiza actividades altruistas pasa a hacer la misma actividad como parte de un trabajo remunerado, puede ocurrir que pierda parte de su motivación, que puede ser inducida… por la buena imagen que proyecta sobre uno mismo y sobre los demás, y pase a esforzarse menos o a intentar beneficiarse, incluso ilícitamente, de su actividad. (párr. 3).
Como señalan Levitt y Dubner (2014), el engaño puede formar parte de la naturaleza humana o no, pero sin duda constituye un rasgo destacado en prácticamente cualquier empeño del hombre (p.22). Si partimos de esta premisa, resulta que cualquier actividad que realicemos la misma se basa, en cierta forma, en el engaño. De acuerdo con Levitt y Dubner (2014), engañar es un acto económico primitivo: obtener más a cambio de menos (p.22). Es decir, gastar menos recursos o esfuerzos para obtener mayor beneficio o utilidad. Ya hemos aclarado que existen diferentes tipos de incentivos que deberían limitar o, por lo menos, reducir la intención de engañar. No obstante, en la vida real eso no funciona tan directamente. Levitt y Dubner (2014) explican que “por cada persona inteligente que se molesta en crear un esquema de incentivos, existe un ejército de gente, inteligente o no, que inevitablemente invertirá incluso más tiempo en tratar de burlarlos” (p.22). Si ponemos los intereses económicos por delante de éticos y morales, será muy difícil resistir la tentación de no acudir al engaño o mentira blanda. También ocurre muy a menudo que recurrimos al engaño “bien intencionado” creyendo que estamos actuando para bien propio o de los terceros. Es decir, las buenas intenciones o lo que consideramos como tales, en muchas ocasiones causan las situaciones de engaño el cual se torna casi inevitable si viene soportado por un buen incentivo económico. Otra causa muy potente del engaño es la impunidad y seguridad de no ser descubierto. Este planteamiento toma mayor fuerza en caso de las personas que gozan de cierta autoridad y/o poder. Por ejemplo, Feser (2012) en su trabajo Los incentivos monetarios no siempre funcionan expone lo siguiente:
Usados inadecuadamente, los incentivos monetarios pueden cambiar las expectativas de lo que la gente considera conducta moral. Cuando reemplazan los incentivos morales, eso puede conducir a que la gente cambie sus estándares de lo que perciben como bien o mal. Recompensas monetarias excesivas pueden llevar a la gente a engañar, especialmente si los controles son laxos y las probabilidades de ser descubiertos son escasas. (párr. 6, 7.).
En una de las entrevistas Piff (2012) apunta que propio interés no es necesariamente malo y que es una de las grandes motivaciones humanas pero, cuando el propio interés es el valor dominante en detrimento de otros valores y se le deja sin control, puede tener efectos sociales perniciosos (párr.11). ¿Qué pasa cuando, motivados por el interés propio, al engaño recurren las personas que deberían servir de ejemplo de valores, ética y moral? Rey (2012) señala que: “El diseño de los incentivos óptimos es una importante cuestión teórica que se beneficiará de la observación empírica de los resultados obtenidos bajo distintas circunstancias” (párr.8). Es el caso de los profesores de las escuelas públicas de Chicago quienes se vieron amenazados por posible desmejora de sus condiciones laborales, incluyendo el despido, después de la implementación de las pruebas de alto índice las cuales implican la penalización de las escuelas y los profesores cuyos alumnos obtienen bajas puntuaciones. Esta medida ha cambiado el panorama de incentivos para los profesores de tal manera que ahora no eran los alumnos que tenían que engañar para pasar de curso sino los propios profesores que tenían que acudir al engaño para preservar sus puestos de trabajo. Más aún que en algunos casos las autoridades hasta ofrecían bonificaciones de altas sumas de dinero para los profesores que mostraran grandes mejorías en las notas de sus alumnos. El abanico de opciones para inflar los resultados de las pruebas es amplio: dar más tiempo a los alumnos para realizar el examen; prepararlos para las preguntas que saldrán en la prueba; rellenar las respuestas dejadas en blanco; borrar las respuestas incorrectas y anotar las correctas; y hasta apuntar las respuestas directamente en la pizarra. Mankiw (2012) en su obra Principios de economía apunta lo siguiente: “Cuando se analiza una medida, hay que considerar no solo los efectos directos, sino también los indirectos que actúan a través de los incentivos. Si la medida altera los incentivos, llevará a los individuos a cambiar de conducta” (p.6).
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