El desarrollo del autismo y sus manifestaciones comportamentales, lingüísticas, cognitivas y sociales
Enviado por Jnsandoval9 • 12 de Marzo de 2023 • Documentos de Investigación • 5.151 Palabras (21 Páginas) • 41 Visitas
El desarrollo del autismo y sus manifestaciones comportamentales, lingüísticas, cognitivas y sociales
Jessica Nathalia Sandoval Benavides
Universidad De San Buenaventura
Facultad de Psicología
Proyecto Integrador
Bogotá D.C., 2020
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo realizar una revisión teórica y empírica sobre las diferentes manifestaciones comportamentales, lingüísticas, cognitivas y sociales que se presentan en el autismo en la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez del Trastorno de Espectro Autista (TEA). Además, se hará un énfasis de los autores más importantes que han contribuido a su estudio científico.[a]
Palabras clave: Trastorno de Espectro Autista, alteraciones del lenguaje, componentes cognitivos, manifestaciones comportamentales, manifestaciones sociales.
Introducción
Desde hace más de un siglo el autismo ha tratado de ser definido y estudiado para comprender diferentes conductas en individuos desde la infancia hasta la adultez y vejez, es así como el psiquiatra Eugen Bleuler utilizó el término por primera vez en el año 1911 haciendo referencia a un tipo de trastorno que era definido a través del factor de las relaciones interpersonales, dado que las personas que lo padecían eran casi incapaces de mantener lazos o acercamientos al mundo y la sociedad en general (De Lara, 2012).
Luego de esto, el término fue transformándose, desde la evidencia científica, en autores que hicieron grandes aportes a su estudio como Kanner, quien a través de la observación de infantes estableció algunos factores que consideró semejantes entre los niños: (a) falta total de la capacidad de relacionarse con otros, definido como el factor de las relaciones sociales; (b) dificultad de adaptabilidad, referida a la obsesión de parte de los infantes por mantener la invariancia de cualquier aspecto en su vida; y (c) escasez de habilidades en la comunicación y el lenguaje (1943). Igual que Kanner, el psiquiatra Hans Asperger en 1944 hizo énfasis en las relaciones sociales y en que los padres eran una variable importante en el hecho de que los niños desarrollaran estas conductas, entrando en discusión con Rimland quien para 1964, creía lo contrario e inicia una cadena de diferentes estudios acerca de si esta relación existía o no, y es por ello que Rutter, en 1979, establece algunos ítems para no caer en falsos diagnósticos mientras se resolvieron algunas dudas en torno al autismo, referidas a cómo iniciaba, cuál era su desarrollo y qué conductas observables eran características (Arrebillaga, 2013; Artigas-Pallarès, & Paula, 2012; Asperger, 1944).
Entre discusiones y distintas definiciones, se ha llegado a establecer en la actualidad que existe un espectro en torno al cual se diagnostica el autismo y que por lo tanto conforman el Trastorno de Espectro Autista (TEA), es así como el DSM-V lo define como un desorden de tipo genético y neurológico que es manifestado a través de diferentes déficits relacionados con “la comunicación recíproca social, de las conductas de comunicación no verbal que se utilizan para las relaciones sociales y de la capacidad de entablar, gestionar y comprender dichas relaciones y la naturaleza limitada y repetitiva de los patrones de comportamiento, los intereses y las actividades (Black & Grant, 2016, p. 40).
Respecto al estudio epidemiológico del TEA, el cambio conceptual y teórico del autismo transformó por completo las tasas de prevalencia del TEA desde su diagnóstico, indicando en una revisión de varios artículos que tal tasa redondea que 1 de cada 250 personas son diagnosticadas de autismo, sin embargo, esto podría deberse a que los nuevos criterios que pueden llevar a una persona a tal diagnóstico y los pocos modelos para hacerlo, pueden causar que el número aumente periódicamente (Mardomingo, 2015).
A pesar de que en la actualidad se han realizado diferentes estudios acerca del autismo, todavía no es claro el qué, cómo, cuándo y por qué se altera el individuo que sufre del trastorno; sin embargo, desde el estudio etiológico se han tenido en cuenta algunas dimensiones importantes para su estudio (Mardomingo, 2015):
(a) factores genéticos, en estos factores es importante destacar que hay una probabilidad de herencia mayor al 78% la cual ha sido definida a través de distintos estudios centrados en los factores genéticos con gemelos, donde se ha encontrado concordancia genética entre el 40% y el 96% para monocigóticos y de un 0% a un 24% en dicigóticos. Por otro lado también hay algunos estudios entre la misma familia donde evidentemente si hay una mayor probabilidad de sufrir del trastorno (2,8%), encontrándose diferencias significativas en la prevalencia genética entre las mujeres (14,4%) y los hombres (8,6%) cuando es el primer niño con autismo, estos porcentajes no solo representan este factor, puesto que también se ha evidenciado faltas de habilidades sociales y de comunicación en las familias de algún individuo con el trastorno (Mardomingo, 2015; Ramaswami & Geschwind, 2018; Werling & Geschwind, 2015).
(b) Factores ambientales, es evidente que existen variables ambientales que afectan directamente al paciente con TEA puesto, que el simple hecho de ser una patología que afecta la relación con otras personas y objetos, con el paso de los años se han estudiado diversas razones por las que el TEA pueda ser presentado de forma más agresiva en algunos individuos que en otros, uno de esos enfoques está ligado con la relación de padres-hijos, donde al principio se esperaba que la comunicación entre los padres podía ser la génesis de los síntomas, sin embargo esto se descartó y se empezó a estudiar cómo lidiar las relaciones, para evitar posterior aumento de las conductas autistas y conductas no apropiadas de parte de los padres frente al diagnóstico de sus hijos. Diferentes modelos han sido guiados desde diferentes evidencias empíricas como el establecimiento de límites, ayuda en el estrés parental, el control alimenticio como un factor de estabilidad emocional, que encuentra comorbilidades en los trastornos alimenticios, pero que es una herramienta de control en los padres para la resiliencia entre jóvenes autistas (Chan, Lam, Law, & Cheung, 2018; McCarthy, Ford, Lomas, & Stough, 2020; Osborne, McHugh, Saunders, & Reed, 2008; Van't Hof, et al., 2020).
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