El orientador como interventor en los trastornos de la conducta alimentaria
Enviado por Roxana Ochoa • 20 de Octubre de 2017 • Apuntes • 1.027 Palabras (5 Páginas) • 268 Visitas
El orientador como interventor en los trastornos de la conducta alimentaria
Hola… mi nombre es Angelica y tengo 15 años, sufro de anorexia.
Quizá escribir sea la terapia más exhibicionista y costosa, pues, exige desnudarse, quitarse las mentiras de encima y decir una de las palabras que libera y condena a la vez: “ayuda”. Y a mí, al despojarme de este atuendo holgado y contemplar a la chica huesuda que no quiere ser mujer, no me agrada.
Mi historia con la anorexia comienza a la edad de doce años, cursando el primer grado de secundaria, descubriendo entonces la atracción hacia el sexo opuesto, junto con las ansias del morbo, sin embargo, el proceso de esto no va solo, hay una conjugación de distintos contextos, factores y realidades que solamente el enfermo es capaz de ver y lo que lleva al extremo.
La anorexia, a diferencia de otras enfermedades, es un proceso, sí, un proceso en el que hay un desgaste mental y psicológico.
“Cuando te ríes, pareces un chino gordo”, ése fue el comentario que me llevó a obsesionarme con la fisionomía de mi rostro, mismo que mis padres llamaban “redondito”.
La obsesión, el ansiar la perfección absoluta y el extremismo son características que se conjugan y forman el pensamiento dividido de un enfermo entre comer y no hacerlo.
Estas ideas que se desarrollan durante el proceso, en efecto, es uno de los aspectos más difíciles de eliminar en una fase de recuperación.
“No comas gorda”, un grito desesperado de la anorexia, que retumba a diario y a la cual hice caso.
Siempre fui perfeccionista, dieces por aquí y por allá, aprendía idiomas con una facilidad envidiable, siempre correcta, servicial e incluso sumisa, ¡vaya! una virgen. Gracias a todo lo anterior, me enfermé. Siempre hubo una falta de carisma, soltura o de inteligencia social y por obsesión a la perfección, también creí tener una pésima
apariencia, sin embargo, nunca fui gorda -mi peso máximo fue de 58 kilos- pero en mi obsesión nunca me di cuenta de mi apariencia física real. Opté por saltar el desayuno cuando descubrí que era capaz de estar en ayuno ciertas horas de la mañana, lo cual me hacía sentirme orgullosa de mí y comenzar a ejercer más presión y control, tanto que ahora podía saltar la comida, a final de cuentas en casa no había nadie y si mamá dejaba la comida hecha, se la daba a mi mascota ¡fácil!, tanto que hice esto durante años.
En abril del 2015 estando en clase, algo distraída y con el evidente cambio físico que había presentado, mi maestra se acercó y me preguntó si estaba bien, dije que sí, sin embargo, ella no se quedó tranquila y rápido me canalizó con la orientadora de la escuela,y fue ahí donde me preguntó: “¿Eres anoréxica Angélica?”; un millar de respuestas mentirosas acudieron a mí, un abanico de engaños se abrió fácilmente ante mí, cosa que me abrumó por completo, sin embargo, la verdad estaba ahí, muy clara, más clara que nunca, todos lo iban a saber, ella lo supo, mi madre, mi padre y mi familia entera lo sabría ahora. Esas verdades fueron las culpables de mi recorrido por el viaje más traumático y enfermizo de mi vida. Tres internaciones en clínicas, sueros y sangre a la edad de 15 años.
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