El síndrome de la desesperanza aprendida
Enviado por Juana Martinez • 7 de Diciembre de 2015 • Reseña • 2.289 Palabras (10 Páginas) • 369 Visitas
Capítulo V
El síndrome de la desesperanza aprendida
En un germen visceralmente enlutado; su discurso está atrapado en el pesimismo; no hay que hacer, pero no aprende nada; sin plan es ni proyectos sin metas; cuando otros empiezan algo plantea la duda, pero el desesperanzado no siembra, ni crea, mata ideas, elimina proyectos, entierra esperanza, tiene un olfato de “que algo malo puede pasar”: alguien le dice pienso viajar; -últimamente los aviones se están cayendo; bueno y los cruceros; después del Titanic, en diciembre me caso- ah! Pero es loco que tu esta; pero van a dar el doble sueldo.
Dinámicamente, el desesperanzado se desarrolla desde pequeño, con ´poca o ninguna capacidad de competir, lo angustiaba los riesgos, aislarse, era mejor que exponerse.
Inseguro; con un “yo” de su personalidad frágil, vulnerable, con pobre autoconcepto, o sea, los demás no me toman en cuenta y si me toman no es para nada bueno; su rol es de espectador, para luego decir “te lo dije, eso iba a salir mal”.
Algunas reflexiones:
Valore sus riesgos antes de hacer algo, pero deje de emprender sus metas; no crea sus éxitos están labrados de serte y resultados simbólicos; trabaje crea, participe, alguien lo tomará en cuenta.
Crea en su familia, pareja e hijos; busque al vecino, al amigo, la fe y la esperanza; duerma y levantase con ella.
Ya verás cómo se crece, y se llega; ah! Ero recuerde, el protagonista suyo es usted mismo.
¿Para que un psiquiatra?
Para muchas personas un psiquiatra es un individuo un tanto raro, poco común, alguien que debe jugar a lo perfecto, pero que los demás le acechan porque algunas muecas han de tener.
La gente tiene tres temores verdaderamente angustiante, se tiene miedo a la vejez, miedo a la muerte, y miedo a la locura la dos primeras son razonables pero incomprensibles por el ser humano. Pero la locura es un verdadero pánico; y el psiquiatra es la contra parte, o sea, es quien la trata, entonces niego o siento algún tipo de extrañeza frente a este profesional de la medicina.
El psiquiatra es un médico que realizo especialidad en psiquiatría, que es un arte y una disciplina donde se preparó para resolver los problemas psicológicos, emocionales, conductuales, y todas las alteraciones del pensamiento.
La gente desconoce, que el psiquiatra recibe formación en área muy integral de la personalidad como son la antropología, economía, cultura, sociología y ciencias sociales.
El psiquiatra maneja el arte de la palabra y el silencio.
El psiquiatra le escucha, pero no lo juzga, es alguien imparcial, no aprueba ni le rechaza todo, es quien puede darle diferentes opciones, le ayuda a no tener una visión en el túnel de la vida de él.
Los psiquiatras tratan las enfermedades mentales, pero también ayudan a prevenir algunas; le estimulan a estructurar proyecto de vida. Le preparan para no culpabilizarse siempre y manejar la flexibilidad, aceptar los otros como son y a usted como es pudiendo cambiar algunas cosas, para que pueda ser más humano y aspire que en la vida el mejor proyecto es ser persona.
Del optimismo a la esperanza
Mañana me levantare con ambos pies, pisare el suelo y empezare a sumar, a retener familia; dejare de restar.
Hoy debemos entender que los otros son diferentes, que estamos hechos de carne, hueso y debilidades, que nos somos perfectos; pero antes que perder amigos es mejor aceptar las diferencias, solucionar conflictos pero no restar.
Háblenme de felicidad, de salud y de progreso.
El optimismo no es solo un elemento del éxito, sino una cosa esencial para realizar todo proyecto, es un factor vital en nuestra existencia.
La mejor ciencia es la de saber cómo sacar sol y alegría de un día nublado y triste, dice el doctor J. Tilghman.
Las personas negativas están paralizadas; siempre están cargadas de lo peor; sin sueños ni esperanza; no son nutrientes; esta clase de gente afirma que: “El matrimonio es una esclavitud”, “La familia es trabajar para otros”, “El humano es lo peor que hay”, “Yo no trabajo para que otro se haga rico”, “Yo no creo en nadie”.
El optimista, en cambio, tiene sueños, abriga esperanza, recuerda que la esperanza es la pasión de lo posible, planifica, tiene metas y objetivos.
En el nuevo año, en este nuevo milenio, tenga fe, crea en el proyecto humano, sea mejor humano, pues no importa si es buen técnico o buen profesional, si no crecemos en la parte existencial.
Los optimistas y esperanzados crecen, son positivos, suben montañas; abren caminos, están preñados de fe, dan caricias, son nutrientes, sueñan, son solidarios y afectivos, capaces de velar el lado bueno.
Sea optimista; crea en el ideal del optimismo; muévase, levantase, busque la salud mental de usted y de los suyos.
Se compran ilusiones
A la felicidad le han querido poner un precio, ofertarla en el mercado, pero no a muchos se les va de las manos. La felicidad no está en el mercado.
Para otros la vida son pedazos de sugerencias y ensayos del día a día, aprendiendo a levantarse y otro día tropezando, así es, pero decenas de miles de personas no saben el valor de la vida.
Su pobreza y sus vacíos existenciales son tan grandes que han perdido el sentido de la vida. En este mercado de consumo se vende de todo, todo se oferta. Las personas buscan vestir a la moda, tener una dieta, unas cartas, buscan afanosamente la suerte, y en el fondo la búsqueda es la felicidad.
Hoy sabemos que ésta se da en personas que primero han sabido reconciliar el pasado. No se culpan, aceptan las diferencias, no se victimizan n tiene modelos de resentidos sociales, diría que para ser feliz hay que ser un hombre y una mujer verdaderos. La felicidad non se da en el súper hombre, ni en la súper mujer, sino en “personas verdaderas”.
Hablemos de la ilusión, de la esperanza, de saber lo que se quiere, de los objetivos y metas de ese entusiasmos, de la lucha por alcanzar lo que se quiere; ese deseo que nos mueve, que nos impulsa a vivir un día, otro día.
Lo que de verdad importa es estar vivo y saber para qué. Esa es la clave de la ilusión.
Le enseñan a ahorrar y preparase para la muerte, también lo estimulan a ahorrar para viajar, comprar; pero a pocos se les enseña a vivir diariamente.
Heridas y cicatrices tenemos todos, a todos alguna vez nos han dado puñaladas.
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