¿Qué puede hacer un psicólogo clínico por un niño, niña o adolescente?
Enviado por Laura Roldan Medina • 18 de Septiembre de 2020 • Monografía • 1.114 Palabras (5 Páginas) • 160 Visitas
¿Qué puede hacer un psicólogo clínico por un niño, niña o adolescente?
Manuela Argote Hoyos-Laura Roldán Medina
Es imperativo pensar las cuestiones relacionadas al desarrollo psíquico, biológico y cultural que se le ha otorgado a través de la historia a los niños, niñas y adolescentes, desde qué lugar se posicionan y cómo los posicionan en un mundo de realidades e ideales cambiantes y diversos, ello en la vía de comprender qué alcances puede tener un psicólogo clínico a la hora de acompañar y hacer por un niño, niña o adolescente.
A través de la historia se han atribuido diferentes significantes a lo que implica ser un niño, en la antigüedad los niños eran considerados pequeños hombres que podían valerse y responsabilizarse por sí mismo, así lo evidencia Álzate citando a Ariés (2004) en cuanto el niño podía desenvolverse físicamente, se le mezclaba con adultos llegando a no ser consciente de las debilidades tanto físicas como mentales del niño. Luego, más adelante se le fueron atribuyendo otros significados al significante de niño, llega a considerarse una divinidad que hasta la actualidad no ha variado mucho.
Al hablar del niño se habla de un sujeto que lleva una marca por la forma en que los adultos lo han ubicado en el mundo, esto es, el niño poco a poco se va sumergiendo en una red de pensamientos, ideales, costumbres y normas en las que él no pareciera tener voz ni voto. Es así como va descubriendo las realidades y expectativas en las que vive, llegando a presentarse en muchos un deseo por saber y comprender aquello que lo circunda, sin esperar que la misma pueda ser insoportable.
En la época actual, se les concede a los niños un cúmulo de ideales en los que la responsabilidad no entra en juego, prácticamente se anula, no se permite al sujeto pensar, decir o decidir sobre su propia vida. El presente desdibuja completamente la responsabilidad, y en un intento de proteger la fragilidad del sujeto se atribuye un discurso de derechos que termina enfrentando a los niños al horror de tenerlo todo, se les objetiviza y se ignora su subjetividad.
Asimismo, los adolescentes a lo largo de la historia de la humanidad han tenido diversas formas de concebirse, anteriormente según Álzate (2004) el bebé no pasaba por etapas de juventud, sino que se transformaba inmediatamente en un hombre joven, dando cuenta así de la ausencia de lo que ahora es nombrado adolescencia. En estos tiempos ya no se carece de esta etapa, sino que se le nombra con mayor viveza y la brecha entre infancia y adultez es cada vez más considerable.
La adolescencia se percibe por muchos como una época dantesca y ominosa, en la cual es imprescindible la noción de adolecer, de estar sujetos a los afectos o pasiones que sitúan al sujeto a una serie de búsquedas de sí mismo, ante un mundo que se les derrumba poco a poco y se les desfigura casi que con crueldad. Es el limbo entre la niñez y la adultez, no se está ni allá ni acá, se descubre que aquellas fantasías, ideales y concepciones del mundo que con vigor nos habían enseñado nuestros padres han desaparecido, y es ahí cuando entra una lucha persistente por no renunciar a lo que se creía de un mundo ornamentado de colores.
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