Violencia en la pareja

El problema de la violencia intrafamiliar se puede conceptualizar desde los relatos más antiguos de la historia. Según el Antiguo Testamento, el primer acto de violencia familiar se presenta entre Caín y Abel, donde el hermano mayor (Caín) asesina a su hermano menor (Abel). Esto indica que, a lo largo de la historia de la humanidad, no son poco comunes los casos de violencia intrafamiliar. Hoy en día, el caso más polémico es el de la violencia en la pareja por parte del hombre, el cual se ve reflejado en que, en la actualidad,

se genere un movimiento social argentino llamado “Ni una menos”, una marcha de protesta constante frente al femicidio y la violencia hacia la mujer, que ha tenido apoyo a lo largo del continente. Esta violencia es definida como el abuso físico, emocional o sexual, de forma cíclica e intensidad creciente contra la esposa o compañera (Corsi, 1991). Dicho tema ha llevado a diversos estudios psicológicos que pretenden la comprensión de esta problemática psicosocial y el análisis del factor agresor.

Analizando la forma como ha ido evolucionando la conceptualización de esta problemática, se sabe que en el antiguo código civil se estipulaba que un esposo podía pegarle a su mujer en caso ella no lo obedeciera, alegando que ella era en cierto sentido propiedad del esposo. E, incluso, si un hombre viola a una mujer podía ser perdonado si él ofrecía casarse con la víctima (Radfort, 1979). Según Corsi (1994), la violencia familiar como problema fue vista recién en los años 60, describiéndolo como “el síndrome del niño golpeado”, pero es recién en los años 70 donde el movimiento feminista trajo atención sobre las formas y las consecuencias de la violencia sobre la mujer. Durante un tiempo, se creía que la violencia familiar era un fenómeno poco común, el cual se atribuía a personas con algún trastorno psicológico. Hoy en día, la estadística demuestra todo lo contrario.

Según la Organización Mundial de la Salud, el 30% de las mujeres a nivel mundial han sido víctimas de abuso físico o sexual por parte de sus parejas, y el 38% de homicidios femeninos han sido a causa de violencia conyugal (Organización Mundial de la Salud, 2013). A su vez, esto trae consecuencias irreversibles, “las mujeres que han sido víctimas de abusos físicos o sexuales por parte de su pareja corren un mayor riesgo de padecer una serie de problemas de salud importantes. Así, por ejemplo, tienen un 16% más de probabilidades de dar a luz a bebés con insuficiencia ponderal, y más del doble de probabilidades de sufrir un aborto o casi el doble de probabilidades de padecer una depresión y, en algunas regiones, son 1,5 veces más propensas a contraer el VIH, en comparación con las mujeres que no han sido víctimas de violencia conyugal” (Organización Mundial de la Salud, 2013).

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