ENSAYO PARÁBOLA BUEN SAMARITANO
Enviado por Wara Rojas Humerez Rojas • 30 de Abril de 2018 • Ensayo • 962 Palabras (4 Páginas) • 2.314 Visitas
La Paz, 30 de abril del 2018 Antropología Cristiana
Wara Fernanda Rojas Humerez
EL BUEN SAMARITANO, EL AMOR ES DE QUIEN LO DA.
“Un día Baltazar”- León Gieco
Si nos ponemos a reflexionar sobre: ¿quién es al que consideramos una buena persona? En resumen, mayoría diríamos que es el que da amor sin pedir nada a cambio. Pero, ¿una persona se puede cansar de dar amor sin pedir nada a cambio? Sinceramente yo creo que sí, es por eso que el discurso cristiano que nos han ido plasmado toda la vida es que si practicas esta acción te ganarás la vida eterna. Entonces al final los creyentes sí están esperando algo a cambio: la promesa de una vida mejor.
Es del todo humano querer algo a cambio después de realizar alguna obra buena, es por esto que Jesús recurría al método de las parábolas, no sólo como medio para evangelizar, sino también como recurso de reflexión y decisión dirigidas hacia el oyente. Un gran ejemplo es la parábola del buen samaritano porque en la biblia este relato se encuentra dentro de una historia de un diálogo humilde entre Jesús y un maestro de la ley.
Por eso he decidido tomar las reflexiones tanto del versículo correspondiente a la parábola (Lucas, 10:25-37) como el relato del “Buen Samaritano” y la historia hecha canción “Un día Baltazar” de León Gieco. Pienso que las tres se complementan de una manera muy particular. A continuación presento el desarrollo y la reflexión de estas.
Cuando Jesús decidió contar la parábola, se encontraba en una situación nada agradable con un maestro de la ley de ese tiempo. Ya que este lo desafió a responder la pregunta: ¿quién es mi próximo? Lo hizo en un tono despectivo y soberbio, tenía la intención de intimidar a Jesús. Pero en vez de sentirse amenazado Jesús le respondió contándole la parábola.
Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata[c] y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. 36 (La Sagrada Biblia, Lucas, 10:30-36)
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