Hablar del nombre de Jesús, es un tema demasiado extenso
Enviado por Pacho Javier Jaramillo Paz • 21 de Noviembre de 2015 • Ensayo • 2.876 Palabras (12 Páginas) • 294 Visitas
Hablar del nombre de Jesús, es un tema demasiado extenso. Hay muchas personas que tienen este nombre, tales como: Jesús Andrés, Jesús Jair, Jesús David, Jesús Armando, Jesús Alirio, Jesús Alberto, Antonio de Jesús, Juan de Jesús… en fin muchas personas incluyendo nombre de mujeres como María Jesús… pero hoy quiero hablar del hijo de Dios por quien realmente estoy aquí. Jesús de Nazaret, este Jesús, a quien a muchos nos enseñaron a respetar como hermano mayor, como el hijo de Dios, como a la persona que debo obediencia y lealtad.
Es un tema sin duda amplio y a la vez complicado porque hablar de Jesús no es fácil, se debe tener conocimiento teológico, haber estudiado Cristología y alguna teología amplia hacia la persona de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Pero quiero hacerlo desde mi fe, mi ideal, mi convicción y sobre lo que mi corazón dice acerca de Jesús.
Sí, hablar de Jesús desde mi misma fe y sin importarme la teoría científica de la evolución del hombre, con esto no quiero ofender a quien no crea en Jesús, solo es mi ideal, algo que nace desde lo más profundo de mi ser…
¿Pero qué quiere decir el nombre de Jesús?
El nombre de Jesús sin más preámbulos quiere decir “El Salvador”, el enviado de Dios para nuestra redención, el hijo único que da la vida por los hombres sin pedir nada a cambio, este Jesús que da la libertad al hombre, enseña a los humildes y es obediente ante su Padre.
Quiero empezar con la doctrina más antigua la cual siempre he seguido no solo por tradición sino por devoción y fe “El Catolicismo”.
En esta doctrina siempre me enseñaron el valor tan grande que tiene la persona de Jesús, por el cual siento admiración y respeto.
Gran parte de la vida de Jesús está en el credo de Nicea Constantinopla el cual reza así:
“Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor Jesucristo hijo único de Dios, nacido del padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen y se hizo hombre y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las escrituras, y subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y a muertos y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo Señor y dador de vida que procede del Padre y el Hijo, que con el padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la iglesia que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los
pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén”. (Catecismo Católico)
En nuestra fe católica sabemos que Dios Padre fue el autor de la vida y de todo lo que hay en ella, creemos que envió a su único hijo Jesús quien nos redime día a día, nos acerca más al Padre, nos da la gracia de vivir en plenitud.
Nació antes de todos los siglos pues Jesús es el inicio de la nueva fe, si nos fijamos en el nuevo testamento Jesús es centro y de ahí viene los evangelios que nos hablan en su totalidad de su vida pública.
Jesús es Dios pues su Padre lo hizo de su misma naturaleza, fue enviado para redimir al mundo y perdonar los pecados del hombre no solo de su época, sino también, de la época en la que estamos.
Nació de María la Virgen sabemos que la Virgen María fue escogida entre miles de mujeres para la obra de Dios, esta no tuvo reparos en dar un “Fiat” rotundo. Señor hágase en mí según tu palabra. El Espíritu Santo quien santifica quien da la gracia de vivir en unión al Padre.
Y en la iglesia porque fue fundada por el mismo Cristo siguiéndolo como modelo, “Jesús esposo de la iglesia”.
Hablando un poco desde la teología y partiendo desde los cuatro evangelios que se conocen Mateo, Marcos, Lucas y Juan podemos encontrar parte de la vida de Jesús y con ello inicia el nuevo testamento. Todos ellos desde un punto de vista diferente escriben sobre la vida de Jesús, es decir son los anunciadores del evangelio que es el mismo Jesús.
Con esto no afirmo que en el antiguo testamento no se hable del hijo de Dios.
Sin duda el Profeta Isaías se refería a Jesús, en el capítulo siete a “Emanuel que vendrá”. La palabra Emanuel significa “Dios con nosotros” Dios envía a su hijo para que el mundo cumpla su plan, es decir, el plan que Dios Padre tiene para cada uno de nosotros. Y en muchos más libros del antiguo testamento encontramos anuncios del hijo de Dios.
“Isaías Dijo:
Escuchad pues casa de David:
El Señor mismo os dará una señal.
Mirad: la Virgen encinta da a luz un hijo, a quien ella pondrá por nombre Emanuel.
De cuajada y miel se alimentará hasta que sepa rechazar el mal y elegir el bien.
Pues antes de que el niño sepa rechazar el mal y elegir el bien será devastado el país de esos dos reyes ante los que tiemblas tú”. (Isaías 7, 14-16).
Si nos fijamos detenidamente en la introducción del evangelio de Juan, se hace referencia que desde el principio de la creación de la tierra y del hombre, Dios había pensado en enviar a su hijo Jesús, pues Jesús es el verbo ya hecho hombre, todo el reino de Dios era para su mismo hijo.
“En el principio existía aquel que es la palabra, y aquel que es la palabra estaba con Dios y era Dios.
Él estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por él y sin el nada se hizo.
Cuanto ha sido hecho en él es vida, y la vida es la luz de los hombres; la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron”. (Juan 1, 1-5).
Dios había anunciado la venida de su hijo y pasaron muchas generaciones antes de su llegada, lo podemos ver en el primer capítulo del evangelio de Mateo:
“Por tanto. Las generaciones desde Abraham hasta David son en total catorce; desde David hasta la deportación de Babilonia, catorce y desde la deportación de Babilonia hasta el nacimiento del Mesías, catorce”. (Mateo 1, 17).
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