Reseña reconstructiva sobre el libro de Gálatas
Enviado por luisedugale • 8 de Mayo de 2016 • Reseña • 3.665 Palabras (15 Páginas) • 699 Visitas
Luis Eduardo Galé Racines Febrero 15/ 2016
Ministerio de Jóvenes CBI para las Naciones
Reseña reconstructiva sobre el libro de Gálatas
- Libro: Gálatas o Epístola del Apóstol Pablo a la iglesia de Galacia
- Autor: Pablo de Tarso
- Lugar y fecha: Galacia (provincia romana de Asia Menor, actual Turquía) aproximadamente entre los años 50 a 56 D.C.
- Tema central: el Apóstol Pablo escribe una carta o epístola a los cristianos que conformaban la iglesia de aquella región enfocándose en la reivindicación del evangelio de Jesucristo frente a los requerimientos de la ley mosaica y la aceptación de los preceptos judíos que estaban empezando a manifestarse en muchos creyentes de ese lugar. Dicho de otra manera, Pablo revaloriza la libertad cristiana obtenida a través de la luz del evangelio frente a la rigidez religiosa de la observancia y práctica de la ley de Moisés, dando respuesta a los movimientos judaizantes que estaban proliferando en ese lugar y que negaban su apostolado, así como de los principios establecidos en el cristianismo primitivo y su extensión a los gentiles.
El autor comienza esta carta enfocándose en el rol que cumple dentro del cristianismo de la era apostólica y contrarrestando las críticas sobre su llamamiento por parte de los grupos judaizantes. Su autoridad misma radica en que no fue llamado por los hombres ni ninguna institución religiosa o secular, sino por el mismo Jesucristo que reconocía como Hijo de Dios y quien en dicha condición entregó su vida por nosotros en rescate de los pecados cometidos y la liberación de la perversidad de este mundo, algo característico de sus introducciones expresadas a través de sus epístolas a las iglesias de aquella época (Capítulo 1, vv. 1-5).
El llamamiento cristiano frente a las críticas de los hombres
Como se mencionó anteriormente, el Apóstol Pablo se presenta a sí mismo como un hombre llamado por Dios mismo en el ministerio del apostolado, es decir, con un llamamiento divino y no humano para contrarrestar las críticas expresadas por el movimiento judaizante que estaba negando su autoridad en virtud de la proclamación del evangelio a los gentiles. En este sentido, un verdadero creyente debe tener muy bien claro que su posicionamiento en el ministerio cristiano no depende de las opiniones de terceros, sino de la confirmación del mismo Dios quien lo llama e introduce en el cuerpo de Cristo para cumplir una función específica según su voluntad.
Asimismo, Pablo amonesta a los gálatas por dejarse influenciar fácilmente por aquellos que proclaman un evangelio plagado de doctrinas erradas, observancias inútiles y prácticas alejadas del verdadero evangelio de Cristo, al punto que se siente escandalizado por la facilidad en que los cristianos de esa región se han apartado de la Verdad (vv. 6-9). El engaño religioso siempre se mostrará como correcto e impoluto en su apariencia (independientemente de quien lo proclame), pero en el fondo será un mensaje distorsionado y corrupto que busca hacer caer a aquellos que han decidido aceptar la gracia de Dios, así como basa su atractivo en las fábulas y declaraciones pomposas adornadas supuestamente de verdades bíblicas que seducen a los hombres hacia la perdición espiritual.
El engaño religioso emerge como una supuesta revelación del cielo que en la superficie aparenta como agradable y genuino, pero cuyas intenciones son leoninas y que terminan por causar consecuencias desastrosas a quienes las aceptan en sus vidas. Si el objetivo de un siervo de Dios fuera este, bien dice el Apóstol Pablo que ya no lo seríamos por buscar el aplauso y la aprobación de la gente, al punto de declarar bajo maldición a todos aquellos que se dedican a esta tarea (vv.10). El atractivo de lo novedoso radicará siempre en cuestionar los principios establecidos de su Palabra y cambiarlos por revelaciones ficticias que sustituyan a Cristo como el centro de nuestras vidas, algo inaceptable para el genuino ministro de Dios quien nunca comprometerá la verdad, aún si eso implica el rechazo y el escarnio público de los hombres.
La verdad del evangelio de Cristo está por encima de la aceptación del hombre y nuestra responsabilidad como cristianos es defenderlo y desenmascarar las intenciones diabólicas de sus representantes. Bajo esta perspectiva, las buenas nuevas de salvación van más allá de cualquier lógica (por más novedosa e innovadora que sea) y no proviene de las fuentes de sabiduría del mundo que son falibles y sujetas al error, sino de la verdad incorruptible dada por Dios a quienes ha llamado a su ministerio (vv. 11-12).
Si bien nuestro cristianismo no depende de las opiniones e interpretaciones defectuosas de terceros, el testimonio que ejercemos es la carta de representación a aquellos que conforme al corazón de Satanás han decidido oponerse a nuestro llamamiento; tampoco vive en función de la aceptación inequívoca basada solo en la apelación a la autoridad de aquellos que ya han avanzado en este camino (aún si el mismo Cristo en persona los hubiera escogido), ni siquiera de nuestro pasado: basta solamente que la gracia y misericordia de Dios nos haya alcanzado para que seamos transformados conforme a esa verdad y Él pueda ser adorado por todos a través de nuestras vidas como instrumentos para la proclamación de las buenas nuevas de salvación como evidencia real de nuestro llamamiento divino (vv. 13-24).
La unidad cristiana frente a la autoridad según la tradición
Las tensiones causadas por el movimiento judaizante habían calado en la comunidad de creyentes en la región de Galacia y ponían en jaque la unidad del cristianismo primitivo, una preocupación que estaba presente en el mismo Apóstol Pablo porque varias de las columnas vertebrales de la iglesia eran los mismos apóstoles que habían conocido personalmente a Jesucristo o en su efecto, eran discípulos de ellos e influenciados fuertemente por su cosmovisión judía. La cuestión de fondo era el alcance del evangelio de Cristo que Pablo estaba llevando a los gentiles (que representan a todos aquellos que no hacen parte del pueblo judío) y que en este caso, fue llevado ante dichas autoridades y luego aceptado como parte del plan de Dios para su iglesia. (Capítulo 2, vv. 1-10).
Vale la pena aclarar que no existe contradicción alguna entre la reunión y explicación del Apóstol Pablo ante las autoridades eclesiásticas en Jerusalén, pues si bien su ministerio proviene de parte de Dios y que éstos mismos aceptaron después de su exposición, él mismo reconoce que la apelación a la sola autoridad no es un argumento suficiente para demostrar la validez o no de su ministerio porque Dios no tiene favoritos y que su testimonio era fidedigno para demostrar la elección divina de su llamado, con el valor agregado que llegó a ser un hombre que no se ceñía a estructuras religiosas de pensamiento y que comprendía a cabalidad que el evangelio de Cristo no se circunscribe a una región o pueblo específico como en el Antiguo Pacto, sino a gente de toda lengua y nación dispuestos a aceptarlo en sus vidas y ser partes de la comunidad de fe, sin excepción alguna.
...