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SOBRE EL PERDÓN


Enviado por   •  26 de Junio de 2019  •  Ensayo  •  1.242 Palabras (5 Páginas)  •  163 Visitas

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SOBRE EL PERDÓN

Perdonar es difícil. Sí. Cuán difícil es perdonar. Es más, pensamos en lo difícil que es y lo hacemos aún más difícil de realizar. Pero, por qué se nos es difícil de perdonar.

Estaba ese día, antes de realizar una vez más el sacramento de la reconciliación, recordándome y reflexionando mis pecados, cuando de repente se me presentó la interrogante de qué es lo que está originando todos estos pecados y cuál es la razón de que los siga cometiendo y no tenga tanta voluntad para hacer frente a las tentaciones y volver a caer en lo mismo. Entonces me puse a buscar qué es, qué es, cuál es la raíz de esto que no me permite estar verdaderamente en paz. Y escarbaba y escarbaba, no en mi mente, por los recuerdos, sino en mi corazón. Búsqueda que va en contra de uno mismo, y que tiene que ser fuerte porque para sacar la raíz mala hay que escarbar y escarbar hasta el fondo, y perseverar hasta encontrarla y lograr sacarla. Sentiremos que nos cansamos, pero debemos luchar contra ese orgullo y esa soberbia que hemos dejado que nos gobierne, pues estos dos nos dicen qué no sigamos escarbando, que hay que dejarlo ahí, que es poca cosa encontrar esa raíz, además estamos viviendo una vida regularmente buena, por qué preocuparse, por qué te cansas escarbando, solo confiesa eso que te acuerdes nada más, todo calmado, si te olvidas las cosas igual es válido.

En la búsqueda de esa mala raíz, se lucha contra todo esto. Y sí, es difícil. Hay que humillarse rotundamente, hay que tener el afán de sacar aquello que hemos estado sembrando por tiempo que nos hace deprimirnos, tener irás, entristecernos, dejar pasar las cosas, …, infelices.

Y escarbando, y escarbando, llegué. Llegué a aquello que pensaba tenerlo por sobrentendido y que reaccioné “¿enserio, esto era?”, pero antes de que se me escapara metí cabeza en ello y no tardé en notar que es lo que verdaderamente me había estado alejando de la felicidad, del amor, de Dios.

Nuestra vida parece ser feliz. Hablamos de Dios, vamos a misa, rezamos, “hacemos caridad”; pero, verdaderamente, no nos damos cuenta de la flaqueza que hay.

Descubrí, pues, en ese arduo escarbar, uno de los problemas más grandes que, creo, nos mantiene atado al pecado para caer con mucha más facilidad y repetitivamente. Este problema es el rencor, rencor guardado desde que se es niño, y que ha ido acumulándose a lo largo de nuestra vida sin darnos cuenta de su presencia. Rencor que alimenta la envidia, envidia que alimenta a la soberbia y al orgullo, y o nos deja vivir en el amor, no nos deja perdonar. Pues, si se fijan bien, esto hace que no me interese el otro y todo lo que tenga que ver con él porque el cúmulo de ese rencor actúa dirigiendo nuestras acciones, las matiza. Es entonces cuando le hacemos daño al prójimo, nos alejamos de las cosas verdaderamente buenas para complacernos en lo que apetece producto de la guía de ese rencor guardado, no queremos hacer la cosas porque tienen que ver con el otro, hacemos las cosas a regañadientes, y lo peor es que el efecto que tiene este rencor sobre nuestras acciones se aplica siempre, con cualquier persona con la que tratemos, pero con diferentes grados. Y esto es lo que nos va separando de Dios, aunque pensemos que estamos cada vez más cerca de él, porque si yo no subsano mi corazón, la raíz crecerá y las espinas tratarán de sofocar aquello que pretendo construir al acercarme a Dios, y entonces, critico y me pongo a la defensiva porque no quiero aceptar la maravilloso de Dios. Y ahí está la gran dificultad.

Humíllate, se sencillo, como nos ha enseñado Jesucristo y es con cada uno de nosotros. El esperar que la otra persona venga a ofrecerte disculpar para que tú la perdones porque piensas que la culpa es de ella, no te hace mejor persona, no te hace feliz, ni superior, es más, estás perdiendo a esa persona, perdiéndote, y perdiendo a Dios. El esperar que el otro se disculpe solo quiere decir una cosa, y es que has sentenciado a esa persona, la has juzgado con el derecho que no te corresponde, solo Dios juzgará, y si te atreves a juzgar, pues, así como juzgas serás juzgado por Dios, tal cual. “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Pero, no solo queda en el perdonar a esa persona, sino que yo, consciente de que la he juzgado con todo el peso de mi pensamiento y voluntad, le debo pedir que me perdone por no haberle amado y haberle juzgado de tal manera sin respetar su dignidad.

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