Teologioa y ciencia
Enviado por Enrique Ortigoza • 1 de Febrero de 2016 • Trabajo • 1.768 Palabras (8 Páginas) • 301 Visitas
Clase 3: La teología y la Universidad. Teología y Ciencia
El término «universidad» se deriva del latín universitas magistrorum et scholarium, que aproximadamente significa ‘comunidad de Profesores y académicos’. Estas comunidades eran gremios medievales que recibieron sus derechos colectivos legales por las cartas emitidas por los príncipes, prelados, o las ciudades en los que se encontraban. Muchas universidades se desarrollaron de las escuelas catedralicias y escuelas monásticas que se formaron desde el siglo VI d.C.
La Universidad como centro de enseñanza y de investigación universal, sea laica, confesional (cualquiera que sea su denominación religiosa) o públicamente atea, le debería interesar la pregunta sobre Dios. No hacérsela sería excluir un tema fundamental de la realidad y un atentado contra la razón, pues se estaría asumiendo que ésta no es capaz de plantearse la cuestión de su propio fundamento. La existencia de Dios, el fin último del hombre, el fundamento de la moral, etc. son temas que todas las personas se plantean en un momento u otro y que merecen ser abordadas racionalmente. Y es razonable hacerlo en el seno de la fe cristiana, que ha sido la matriz de nuestra cultura occidental.
Existe otra razón que hace de la teología un instrumento muy valioso al interior de una Universidad. Al ver la Universidad desde una perspectiva global, se presenta como un centro que agrupa un sinnúmero de ciencias (Ingeniería, Comunicación, Medicina, Derecho, Administración, Pedagogía, Recursos humanos, etc.). Cada una de ellas contribuye al conocimiento desde su propia esfera, y existe el riesgo de que alumnos, profesores o investigadores parcialicen dichos conocimientos, sin lograr formar un todo que los integre.
“Anteriormente, una vez cada semestre había un dies academicus, en el que los profesores de todas las facultades se presentaban ante los estudiantes de la universidad, haciendo posible así una experiencia de Universitas , es decir, la experiencia de que, no obstante todas las especializaciones que a veces nos impiden comunicarnos entre nosotros, formamos un todo y trabajamos en el todo de la única razón con sus diferentes dimensiones, colaborando así también en la común responsabilidad respecto al recto uso de la razón. Esta cohesión interior de saberes se da precisamente en la Universidad”.
Cualquier intento de mantener la teología como disciplina «científica» dejaría del cristianismo únicamente un minúsculo fragmento. Pero hemos de añadir más: si la ciencia en su conjunto es sólo esto, entonces el hombre mismo sufriría una reducción, pues los interrogantes propiamente humanos, es decir, de dónde viene y a dónde va, los interrogantes de la religión y de la ética, no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la sola «ciencia».
Todos nos sentimos agradecidos por las maravillosas posibilidades que ha abierto al hombre y por los progresos que se han logrado en la humanidad. Por lo demás, la ética de la investigación científica, debe implicar una voluntad de obediencia a la verdad. La intención no es retroceder o hacer una crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y de su uso. Porque, a la vez que nos alegramos por las nuevas posibilidades abiertas a la humanidad, vemos también los peligros que surgen de estas posibilidades y debemos preguntarnos cómo podemos evitarlos. Sólo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizonte en toda su amplitud. En este sentido, la teología, no sólo como disciplina histórica y ciencia humana, sino como teología auténtica, es decir, como ciencia que se interroga sobre la razón de la fe, debe encontrar espacio en la universidad y en el amplio diálogo de las ciencias.
Dios no se hace más divino por el hecho de que lo alejemos de nosotros con un voluntarismo puro e impenetrable, sino que, más bien, el Dios verdaderamente divino es el Dios que se ha manifestado como logos y ha actuado y actúa como logos lleno de amor por nosotros. Ciertamente el amor, como dice san Pablo, «rebasa» el conocimiento y por eso es capaz de percibir más que el simple pensamiento.
La Teología, como ciencia, permite "aunar los saberes diversos", porque la "cuestión" de Dios unifica todos los saberes: de sus respuestas depende el enfoque que se da a cada ciencia, el fin que se persigue, la manera de calificar la bondad o maldad del comportamiento profesional, etc.
La palabra de Dios a través de la palabra humana; eso es lo que entendemos por Teología o tratado sobre Dios. Esta fórmula es cierto, plantea un problema trágico; sin embargo; aunque la razón puede dudar, el corazón, en cambio, sí sabe cuándo esta palabra toca la inteligencia y la voluntad por medio de esa palabra que resuena, desconcertante y fraterna a la vez, porque es palabra revelada: De hecho, la fe nace de oír la predicación: predicación que se escucha en el interior del alma.
Queda claro que la tarea asumida por la cultura cristiana es hacer inteligible la formulación de las creencias, a su vez que se muestra que ha llevado mucho tiempo poder nombrar esa tarea, tan central, usando la palabra teología.
La teología planteada por Aristóteles, o la propuesta por Platón, se mueven únicamente en el terreno de la razón; su guía es la razón, y de lo que se trata en ellas, como en cualquier otro ejercicio filosófico, es de tener razón. Y si se tiene o no se tiene se dirime con la razón misma. Pero comprender el credo cristiano mediante razones no significa poner ese credo en manos de la razón para que la razón decida. En todo caso la razón es la que ha de demostrar su potencia para hacer comprensible su fe.
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