4 Micro Cuentos De Claudio Baliente
Enviado por Prospero21 • 25 de Agosto de 2014 • 414 Palabras (2 Páginas) • 258 Visitas
4 MICROCUENTOS
Escritos para el Concurso Santiago en 100 palabras- 2010
Claudio Baliente
ESA PRINCESA
Una mañana mi madre me envió al viejo castillo. Esperé largo rato en el salón. Ella apareció en el segundo piso y su sonrisa conmovió mi inocente corazón. Naufragué en sus ojos claros. Embelesado con sus cabellos despeinados y bajo sus pies descalzos, me sorprendió la reina. “Dile a tu madre que a fin de mes le pago todo”. Me quitó la bandeja de empanadas y me echó a la calle. Tiempo después el castillo era sólo ruinas. Comprendí por qué la reina jamás le pagó a mi madre y desde ese día me convertí en caballero andante.
MI PERIODO PRESIDENCIAL
El día de mi cumpleaños fui elegido Presidente, a petición de mi madre. De inmediato eliminé las escuelas. Los padres trabajarían medio día. Subí el sueldo a todos los trabajadores por igual. A mis hermanos los nombré embajadores. Como Super-Ministra dejé a mi más tierna amiga. Expulsé del país a toda la gente que me caía mal. Cuando emití una ley que publicaba el embarazo de mi hermana y otra que autorizaba a mi padre visitar diariamente a mi profesora jefe, mi madre dio un violento golpe de Estado y nos vinimos del Parque O’Higgins sin torta y sin regalos.
CAMPEONES
Fue en el parque La Bandera donde jugamos la final del campeonato. Nosotros frente a los pentacampeones. Definimos a penales después de dos horas de juego. Me correspondió patear el que le daría al país su primera copa del mundo. La pelota nunca llegó al arco. El guatón Edgardo se la llevó enojado porque su hermano no se la había pedido. El árbitro le compró un helado y repetí el penal. Mi madre me impidió celebrar. Ante la sorpresa del público, de una oreja me llevó de vuelta a casa, recordándome que no había comprado el pan de la once.
¡AHORA HUACHO!
¡Ahora Huacho! y Ríos le dio el pase gol, pero el inspector terminó el recreo. ¡Ahora Huacho!, susurró Herrera y se fugaron quince al mediodía; lo atajó Bahamondes y lo suspendieron por tercera vez. ¡Ahora Huacho!, gritó Riderman y se abalanzaron sobre el microbús, pero una mujer gorda le impidió subir. ¡Ahora Huacho!, gritaron a su espalda, en plena Alameda y logró huir de las bombas lacrimógenas. ¡Ahora Huacho!, se dijo y se fue a la ventana del segundo piso, como cada tarde, para seguirla calle abajo e irse de la mano de ella, riéndose ambos de un mal día.
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