Cristología
Enviado por nami • 24 de Junio de 2011 • 1.675 Palabras (7 Páginas) • 879 Visitas
http://clubensayos.com/AcoCristología, rama de la teología cristiana que trata de la persona de Cristo. Dado que la cristología busca comprender la obra salvadora de Cristo mediante la explicación de la persona de Jesús, en la teología cristiana tradicional precede, por lógica, a la soteriología, doctrina de la obra salvadora de Cristo. Sin embargo, en la historia de la Iglesia, la soteriología precedía a la cristología, ya que la creencia en el papel salvador de Jesús conducía a la búsqueda de quien era Él. La cristología no es la formulación de proposiciones reveladas sino que es la respuesta cristiana al fenómeno de Jesús.
En el Nuevo Testamento
En la opinión de la crítica bíblica moderna, Jesús no predicó de forma explícita que Él era Cristo (el esperado o Mesías); más bien, articuló una cristología a través de sus palabras y obras. El erudito alemán Günter Bornkamm defendía que Jesús presentó el ofrecimiento hecho por Dios de la salvación por medio de sus enseñanzas y acciones, suscitando así las esperanzas mesiánicas de sus seguidores y la rabia y el temor de su oponentes. Después de su muerte en la cruz, las esperanzas de los discípulos fueron justificadas por la resurrección de Jesús, respondiendo a lo que ellos creían que Dios había manifestado en Jesús, y comprobando quién era Él.
Los primitivos cristianos explicitaron su cristología con títulos y patrones mitológicos tomados del entorno religioso del siglo I en Palestina, donde los conceptos hebreos y helenísticos de Dios, la historia y el destino seguían vigentes. Se considera muy importante en la cristología del Nuevo Testamento la penetrante conciencia escatológica de la época; muchos eruditos modernos creen que el mismo Jesús participaba de esta conciencia de vida hasta el fin de los tiempos.
Dentro del Nuevo Testamento, se pueden distinguir cuatro patrones primitivos del pensamiento cristológico. El más antiguo de ellos tiene dos focos: mirar en retrospectiva la vida terrenal de Jesús como la de un profeta escatológico y siervo de Dios, y mirar hacia adelante a la nueva venida de Cristo como el Mesías, Hijo del hombre (He. 3,13, 20-21). En una segunda formulación cristológica dividida en dos etapas, el Jesús terrenal también fue considerado como el profeta siervo de los últimos días, pero, a la vez, fue proclamado como Señor, Cristo e Hijo de Dios en su resurrección y exaltación (He. 2, 22-24, 36).
En el tercer patrón, estos títulos posteriores a la resurrección se aplicaron de modo retrospectivo a Jesús en su vida terrenal con el fin de articular la intrínseca conexión entre el ministerio terrenal de Jesús y su papel como salvador. Se desarrolló una 'fórmula de entrega', que concebía a Dios como sujeto, a su Hijo como objeto, así como un enunciado para alcanzar la salvación, como en Jn. 3,16, "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (también Gál. 4,4). Al principio, el momento de la entrega se identificó con el bautismo de Jesús por Juan: "… se oyó entonces una voz desde los cielos, 'Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco'" (Mc. 1,11). Sin embargo, en las historias de la Natividad de Mateo y Lucas, el momento de la entrega se sitúa en la concepción o en el nacimiento de Jesús. Ésta no es todavía una cristología de la preexistencia y encarnación, ni de una divinidad metafísica; expresa sólo el papel que Jesús como hombre tenía en la historia de la salvación y la iniciativa de Dios en ese papel.
En el cuarto patrón, expresado en los himnos cristológicos de la Iglesia helenístico-judía, Jesús era identificado con la sabiduría divina o logos. El judaísmo filosófico helenístico concibió el logos como el agente personificado del ser divino, de la creación, revelación y acción redentora. El Jesús terrenal era visto ahora como la reencarnación de esta preexistente sabiduría o logos (Col. 1, 15-20; Heb. 1, 1-3, Jn. 1, 1-18). Los primitivos cristianos se apropiaron de esta especulación judía con el fin de subrayar que el dios que ellos encontraron en Jesús no era un dios desconocido, sino que era el mismo Dios que ellos habían encontrado con anterioridad en la creación, en la experiencia religiosa humana y en la historia de la salvación de Israel. En los escritos de Juan la relación Padre-Hijo de Jesús con Dios se proyecta en la eternidad, y esta ecuación del Hijo con el logos encarnado da como resultado la utilización de Dios para el mundo preexistente (Jn. 1,1), el Hijo encarnado (ver Jn. 1,18) y el Cristo resucitado (Jn. 20,28). Pero Dios en este contexto es presentado con prudencia: el Hijo no es Dios en sí mismo. Más bien, a través del Hijo, Dios "sale de sí mismo", comunicándose a sí mismo en el hecho de la creación, la revelación y la salvación. En consecuencia, los términos 'Hijo de Dios' e 'Hijo del hombre', que eran, en su origen, fiel reflejo del papel de Jesús en la historia de la salvación, adquieren un significado metafísico y denotan su condición divina.
En la Iglesia primitiva
A partir de Ignacio de Antioquía, en el siglo II y a lo largo del concilio de Calcedonia en el año 451, los pensadores cristianos
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