El rol del operador socioterapéutico

El rol del operador socioterapéutico, indispensable para el alcance de los objetivos de los dispositivos que reciben a Niños, Niñas y Adolescentes en situación de vulnerabilidad social, generalmente es ejercido por personas de la comunidad con gran vocación y motivación que encuentran en la tarea un modo de inserción laboral.

La experiencia que viene desarrollando Fundación Solar de Integración con NNyA en la zona de Flores Sur muestra que, precisamente, los grupos que se encuentran en situación más desfavorable –jóvenes y mujeres- son los que ofrecen mayor fuerza de trabajo entre los operadores socioterapéuticos.  

Pero la falta de conocimientos teóricos y técnicas que los apoyen con solidez para intervenir  en los procesos de diferente naturaleza y muy variadas características que atraviesa población de 0 a 18 años hace que su desempeño dependa de sus fortalezas y debilidades. Esto repercute de forma arbitraria en los NNyA beneficiarios de su trabajo y en las instituciones públicas y privadas donde participan.

Por otra parte, su falta de formación y acreditación formal, tal como la de los acompañantes terapéuticos, hace que su situación dependa de lo que van construyendo los equipos que se conforman y los profesionales que los coordinan. De ese modo, quedan ligados a experiencias particulares sin tener una herramienta propia que, sumada a la experiencia, les permita responder libremente y de forma acreditada a la demanda que se genere.

Las problemáticas sociales que alcanzan a las personas en sus primeros 18 años de vida no pueden seguir confiando su promoción a la vocación y motivación individual de los adultos que la asumen sino que requieren de una formación adecuada que garantice si no la obtención de los objetivos que una administración o una comunidad se plantean, por el rol que le toca cumplir, su camino hacia.

Desde el punto de vista del adulto que puede asumir el rol, la debida capacitación le amplía el espectro de posibilidades para la inserción laboral y le agrega valor para la búsqueda.

La asistencia de niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad social requiere tanto de la responsabilidad de los organismos de gobierno que disponen las políticas y los recursos como de la sociedad responsable de asumir, según sus posibilidades, su cuidado, desarrollo e inclusión.

La ley 114 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se fundamente en la Convención de los Derechos del Niño, afirma que “todos los niños, niñas y adolescentes gozan de los derechos fundamentales inherentes a su condición de personas” y declara que “la Ciudad propicia su participación social y garantiza todas las oportunidades para su pleno desarrollo físico, psíquico, moral, espiritual y social, en condiciones de libertad, igualdad y dignidad”. Asimismo, deja en claro que es a la familia, la sociedad, y el propio gobierno de la Ciudad quienes tienen el deber de asegurarles, con absoluta prioridad “la efectivización de los derechos a la vida, a la libertad, a la identidad, a la salud, a la alimentación, a la educación, a la vivienda, a la cultura, al deporte, a la recreación, a la formación integral, al respeto, a la convivencia familiar y comunitaria, y en general, a procurar su desarrollo integral”.

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