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LAS EMPRESAS PEQUEÑAS Y MEDIANAS DEBEN SER SOCIALMENTE RESPONSABLES.


Enviado por   •  25 de Abril de 2016  •  Tutorial  •  4.646 Palabras (19 Páginas)  •  323 Visitas

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LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LAS PYMES

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ste artículo está dirigido principalmente a propietarios y directivos de empresas medianas y pequeñas, su objetivo es muy práctico: pretendemos mostrar que las pequeñas y medianas empresas (pymes) pueden ser eso que llamamos ‘empresas socialmente responsables’ –mejor aún, que deben ser empresas socialmente responsables. Y, para ello, les ofreceremos algunas recomendaciones y sugerencias, que pueden ser también útiles para otras organizaciones, así como recomendaciones concretas sobre qué acciones puede desarrollar una empresa para fomentar y desarrollar el sentido de la responsabilidad social en su estrategia, sus políticas y sus actividades diarias, para elaborar un plan más o menos sistemático y para llevarlo a la práctica.

LAS EMPRESAS PEQUEÑAS Y MEDIANAS DEBEN SER SOCIALMENTE RESPONSABLES.

La primera hipótesis es quizás la más importante: la responsabilidad social es posible en las empresas medianas y pequeñas. La responsabilidad social se manifiesta  en diferentes facetas de actuación de las empresas, lo que quiere decir que la responsabilidad social no es algo de blanco o negro, sino que admite grados: una organización puede ser más o menos responsable que otra, o más responsable en algunos aspectos y menos en otros, y puede ser también más o menos responsable que ella misma en el pasado. La responsabilidad social no es algo que se consigue de una vez para siempre y ya está: es un itinerario, una conquista, un camino que hay que recorrer cada día.

¿QUÉ ES LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL?

Responsabilidad. Si actúo con libertad, soy responsable de lo que hago (y de lo que decido no hacer), de por qué lo hago, y de sus consecuencias. Responsable ante la ley, pero, sobre todo, responsable ante mí mismo y ante la sociedad: una responsabilidad que es, ante todo, moral. Soy responsable de los puestos de trabajo que he creado, del excelente producto que estoy vendiendo, de la magnífica situación tecnológica de mi planta, del aprecio de la comunidad local en que ha crecido mi empresa y de la mentira que he dicho a mi cliente cuando preguntó si le entregaría el pedido a tiempo, y de la contaminación de la atmósfera que provocan los humos de mi fábrica, y del accidente de aquel trabajador en la planta, o de los impuestos que debí haber pagado el año pasado y que no pagué. Todas mis acciones (y omisiones) como propietario o directivo entran en mi responsabilidad, lo mismo que las acciones de mis subordinados, en cuanto dependen de mí y mi responsabilidad llega, de un modo u otro, a todas ellas.

Mi empresa es una comunidad de personas (propietarios, directivos, empleados; incluso, también los clientes y los proveedores forman parte de esa comunidad) dentro de otra comunidad de personas, que es la sociedad en su conjunto. Soy responsable ante todos los que están dentro de mi empresa –lo que ahora se llama los stakeholders[1] internos, y también ante los de fuera: los clientes, proveedores y bancos, la comunidad local y, de algún modo, toda la sociedad. Aquella responsabilidad moral de que hablábamos antes es una responsabilidad social, en cuanto que se asume y se manifiesta ante toda la sociedad, a la que, de un modo u otro, la empresa ha de dar cuenta de sus decisiones y de las consecuencias que se derivan de ellas.

No hay ninguna definición aceptada como definitiva de lo que es la responsabilidad social empresarial, la que proponemos es la del Foro de Expertos de la Responsabilidad Social de la Empresa, del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales español: «La responsabilidad social corporativa es, además del cumplimiento estricto de las obligaciones legales vigentes, la integración voluntaria en su gobierno y gestión, en su estrategia, políticas y procedimientos, de las preocupaciones sociales, laborales y medioambientales y de respeto de los derechos humanos, que surgen de la relación y el diálogo transparente con sus grupos de interés, responsabilizándose así de las consecuencias y los impactos que se derivan de sus acciones»[2].

La definición del Libro Verde de la Comisión Europea - Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas, de 2001, es más breve, pero muy parecida: la responsabilidad social es, dice, «la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores»[3].

Ambas definiciones sugieren, pues, que hay que cumplir la ley, pero que la responsabilidad social va más allá, es decir, es voluntaria su obligatoriedad no deriva de la ley, sino de una convicción personal o de un deber moral, del mismo modo que nadie me obliga a ser una buena persona o un buen ciudadano, pero yo quiero serlo. No es un añadido a la gestión de las empresas, sino que se integra en todas sus estrategias, políticas y procedimientos. Y abarca las preocupaciones sociales, laborales y medioambientales y el respeto de los derechos humanos, además de otras muchas obligaciones.

VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE UNA EMPRESA PEQUEÑA O MEDIANA

En muchos casos, lo que caracteriza a una empresa pequeña o mediana es que está sujeta a restricciones importantes en los recursos de que dispone: recursos financieros (insuficiencia de capital, dificultades para el acceso al crédito), recursos humanos (número y calidad de los directivos y empleados) y, a menudo también, de tiempo para dirigir la empresa. Es decir, suelen faltar ‘colchones’ o ‘márgenes de maniobra’, en varias dimensiones. De ahí la resistencia que muchas de las pymes tienen a tomar en consideración la incursión en la responsabilidad social, porque, a menudo, lo primero que les falta es una idea clara de en qué consiste esa responsabilidad.

La falta de recursos financieros que las pequeñas y medianas empresas padecen implica, a menudo, una aversión al riesgo elevada, que hace a este tipo de empresas temerosas ante innovaciones que puedan suponer costes a corto plazo, aunque tengan rendimientos potenciales elevados a largo plazo, como ocurre con muchas de las iniciativas de responsabilidad social. Por lo general, carecen de estructuras formales desarrolladas y de personal especializado. Sus directivos deben atender actividades muy diversas, con una patente falta de tiempo, sobre todo para pensar en el futuro y anticiparse a los acontecimientos. En estas empresas, no resulta fácil delegar. Esos directivos pueden acabar, pues, muy enfocados en el día a día, de modo que el crecimiento y la innovación queden descartados de su horizonte.

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