.- La relación de la segunda historia en la primera, Cómo se salvo Wang-Fo
Enviado por Diana Shimizu • 26 de Enero de 2017 • Trabajo • 2.426 Palabras (10 Páginas) • 689 Visitas
a) Precisa las secuencias básicas en la historia del Emperados, es decir, el principio, el problema o conflicto y el descenlace.
“Mi padre había reunido una colección de tus pinturas en la habitación más secreta del palacio, pues creía que los personajes de los cuadros no debían exponerse a los ojos de los profanos, en cuya presencia no pueden bajar la vista. Fue en esas salas que fui educado, viejo Wang-Fo, pues en torno mío se había organizado la soledad, para hacerme crecer en ella. Con el objeto de evitar que las almas humanas estropearan mi candor, me mantuvieron alejado del nervioso ir y venir de mis futuros súbditos y a nadie se le permitía pasar ante mi umbral, por temor a que la sombra de ese hombre o de esa mujer se prolongara hasta mí. Los viejos sirvientes que me habían asignado eran escasos y se dejaban ver lo menos posible; las horas giraban en círculo; los colores de tus pinturas se avivaban con el amanecer y palidecían con el crepúsculo. Cuando no conseguía dormir, las miraba, y durante cerca de diez años las contemplé cada noche. Por el día, sentado sobre un tapiz cuyo diseño me sabía de memoria, dejaba reposar mis manos vacías sobre mis rodillas cubiertas de seda y soñaba con los placeres que el porvenir me ofrecería. Me imaginaba el mundo, con el país de Han al centro, parecido a la llanura uniforme y ahuecada de la mano, surcada por las líneas fatales de los Cinco Ríos. A todo alrededor, el mar en que nacen los monstruos, y más lejos aún, las montañas que sostienen el cielo. Y usaba tus pinturas para que me ayudaran a imaginarme esas cosas. Me hiciste creer que el mar era igual al vasto mantel de agua desplegado sobre tus telas, tan azul, que una piedra arrojada en él tenía que convertirse en zafiro; que las mujeres se abrían y cerraban como flores, como criaturas que avanzan con el viento por los senderos de tus jardines; que los jóvenes guerreros de esbelto talle que custodian las fortalezas en la frontera eran en sí mismos flechas que podían traspasar el corazón. A los dieciséis años vi reabrirse las puertas que me separaban del mundo: ascendí a una terraza del palacio para mirar las nubes, pero las vi menos hermosas que las de tus crepúsculos. Pedí que me llevaran en litera a recorrer las provincias del Imperio, por caminos llenos de piedras y lodo que yo no había previsto, y no encontré tus jardines, llenos de damas semejantes a luciérnagas cuyo cuerpo era en sí mismo un jardín. Los guijarros de la costa me hicieron menospreciar el océano; la sangre de los torturados es menos roja que la grana imaginaria de tus telas; la podredumbre de las aldeas me impide ver la belleza de los arrozales; la carne de las mujeres vivas me causa tanta repugnancia como la carne muerta que cuelga en los garfios de los carniceros; y las risotadas de mis soldados me provocan náuseas. Me has mentido, Wang-Fo, viejo impostor: el mundo no es más que un montón de manchas confusas, lanzadas sobre el vacío por un pintor insensato y borradas sin cesar por nuestras propias lágrimas. El reino de Han no es el más hermoso de los reinos y yo no soy su emperador. El único imperio sobre el cual vale la pena reinar es ese en el que tú entras, viejo Wang, por los caminos de las Mil Ondulaciones y los Diez Mil Colores. Sólo tú reinas en paz sobre montañas cubiertas de una nieve que nunca se disuelve y sobre campos de narcisos que jamás se marchitan. Y es por eso, Wang-Fo, que he buscado un suplicio reservado sólo para ti, para ti que con tus sortilegios me has quitado el disfrute de lo que poseo y me has despertado el deseo de lo que nunca poseeré. Y para encerrarte en el único calabozo del que no podrás salir, he decidido que se te quemen los ojos, pues tus ojos, Wang-Fo, son las dos puertas mágicas que te permiten ingresar a tu reino. Y puesto que tus manos son, con sus diez bifurcaciones, las dos rutas que te conducen al corazón de tu imperio, he decidido que te sean cercenadas ambas manos. ¿Me has comprendido, viejo Wang-Fo?”
En esta explicación tocare cada parte de la vida del Emperador;
I. El principio
En esa parte pequeña, se nos narra lo que es el inicio de la vida del Emperador, narrando cortos sucesos del padre de este, también diciendo en donde fue educado, nos cuenta que donde era su sala de estudio ésta estaba llena de pinturas de Wang-Fo, también se había predispuesto que tendría que estar en la soledad, dando inicio al problema.
II. El problema o conflicto
Esta parte es la que más extención tiene, ya que narra lo que provoco el problema inicial; en esta parte se nos narra al aislamiento al que fue confinado el Emperador, considero que inicia desde esa parte ya que inicia con palabras que demuestran su enojo para después mostrar esa alegría que le daban los cuadros al imaginar esos hermosos lugarer retrados y las mujeres pintadas, todo eso sl darse cuenta provoca el final.
III. El desenlace
Este inicia marcando enteramente la verdad ante los ojos del Emperador, permitiendole que saliera, el pensaba que se encontraría con esos hermosos retratos que había visto pero solo se topo con la realidad, y realmente le dolio, permitiendo un odio al “engaño” de Wang-Fo; dando como conclución el pensar que el reino de Han no era suficiente, valía aún más el reino que veía Wang-Fo pero como él era el unico en poder verlo y crearlo tomo la decisión de “cerrar las puertas” a ese reino y que este no fuera tocado por su emperador.
b) Situa las mismas estapas en la historia de Wang-Fo y Ling
“Ling no había nacido para andar los caminos al lado de un viejo que poseía a la aurora y retrataba el crepúsculo. Su padre había sido comerciante en oro; su madre, la hija única de un mercader de jade que le heredó sus riquezas luego de maldecirla por no haber sido hombre. Ling creció en una casa donde la abundancia había eliminado los azares. Esta existencia cuidadosamente delineada lo había vuelto tímido: Ling temía a los insectos, al trueno y a la cara de los muertos. Cuando tuvo quince años su padre le escogió esposa. La tomó muy bella porque la idea de procurarle tanta felicidad a su hijo lo consolaba de haber llegado a la edad en que la noche sirve para dormir. La mujer de Ling era frágil como una caña, infantil como la leche, dulce como la saliva, salada como las lágrimas. Después de la boda los padres de Ling llevaron la discreción hasta su propia muerte, y su hijo permaneció solo en la casa pintada de cinabrio en compañía de su joven mujer que siempre sonreía, y de un ciruelo que cada primavera daba flores rosas. Ling amó a esta mujer de corazón transparente como a un espejo que no se opaca, como un talismán que se lleva para siempre. Frecuentaba las casas de té para seguir la moda; favorecía discretamente a los acróbatas y a las bailarinas.
Una
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