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Cartas Mercurio


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2012  •  1.468 Palabras (6 Páginas)  •  459 Visitas

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Confrontación Social

(04 de agosto de 1988 - Política)

Señor Director:

El 10 de agosto publicó “El Mercurio” una carta de un ex diputado que afirma que “el gran objetivo de la política debe ser el esfuerzo por eliminar las confrontaciones sociales”; que “la sucesión presidencial debe realizarse en el marco de la nacionalidad chilena”; que “de ganar el sí, con el actual Presidente, éste gobernaría 23 años, lo que nos pone a la altura de Cuba y Paraguay”. De todo ello el ex diputado hace ver la responsabilidad y gravedad de la decisión de los Comandantes en Jefe y del General Director de Carabineros tanto para Chile como para las propias Fuerzas Armadas y de Orden.

Analicemos lo que dice el ex diputado:

El gran objetivo de la política es el bien común. Mientras mejor se logre éste – noción muy rica, variada y compleja en contenidos sociales, económicos, políticos, culturales, deportivos, religiosos, morales, etc.- mejor se logran el bienestar, el progreso y la paz que evitan las confrontaciones sociales, familiares, partidistas, etc. En una circunstancia determinada puede ser prioritario para el bien común evitar una confrontación social grave. Pero hay que evaluar muy seriamente los hechos para apreciar si realmente podría existir una confrontación que justificara sacrificar los objetivos, más permanentes del bien común, aunque sean de mediano a largo plazo, y si es posible evitar tal confrontación. Es decir, se trata de cuestiones de hecho sobre las cuales la percepción y antecedentes que cada uno tiene son variables y muchas veces, influidos por pasiones, situaciones particulares, ambiciones, ideologías, etc. A veces incluso por táctica política hay quienes buscan crear una sensación de confrontación grave para conseguir otros objetivos distintos del bien común. A veces los propios dirigentes exageran las divergencias para crear un clima ajeno al sentir mayoritario.

Que la sucesión presidencial deba realizarse en el marco de una concertación nacional es un deseo que seguramente todos los hombres de buena voluntad en principio comparten. Ojalá se pudieran evitar siempre las confrontaciones, sean familiares, profesionales, generacionales, laborales, políticas, etc. Pero la confrontación es un hecho que tenemos que aceptar. En ocasiones es incluso bueno que ella exista. En todo caso, en cada elección hay confrontación: de candidatos, de partidos o de opiniones. Su bondad o maldad dependerá de la intención, de los móviles, de los fines.

Como un argumento de la Junta de Comandantes en Jefe debería considerar para no elegir como candidato al actual Presidente, se señala que, si triunfara el “sí”, Pinochet gobernaría 23 años. La comparación con gobernantes de algunos países es hasta insultante para el actual Jefe de Estado, para sus inmediatos copartícipes en el gobierno y para las instituciones que ellos representan. Pero, además, la duración de un gobernante es un problema adjetivo, lo sustantivo es si lo hace bien o mal. Si lo hace bien y no se divisa una opción mejor, muchos piensas, lógicamente, que debe seguir. Carece de sentido el cambio por el cambio o por el qué dirán. En todo caso, en Chile, de seguir el actual Presidente, sería dentro del marco de una Constitución de normas, plazos y condiciones perfectamente definidos y conocidos.

La política es “arte de posibilidades”; legítimas, agregaría yo. En ese sentido creo que el plebiscito, en la forma en que fue concebido, además de ser una manera de transitar de un régimen en que las Fuerzas Armadas han tenido un papel protagónico a un sistema plenamente democrático, es un test al que aquel régimen se somete voluntariamente para que la ciudadanía opine sobre él y para que, si la mayoría así lo considera, se proyecten, durante el próximo período presidencial, las ideas madres de lo realizado en el país en los últimos 14 años, aunque ya sin la participación protagónica de las instituciones armadas. Con este enfoque del plebiscito, el candidato evidentemente debe ser una persona que pueda pasar bien el test y que represente la proyección de esas ideas y voluntad. Pero no puede ser una persona anodina, que sólo constituya el fruto de una transacción entre muchos referentes, grupos, partidos, etc. Un candidato nacido de esa suerte podría resultar más peligroso para el bien común que una sana confrontación. Digo sana por que pareciera que hubiese quienes quieren envenenarla. La próxima confrontación plebiscitaria debiera ser sana, limpia y acatada, como siempre ha ocurrido en Chile en una elección. La mayor parte de los partidos opositores son democráticos y es esencial a la democracia la aceptación de lo que la mayoría decida. Por tanto, no hay motivo real para suponer un trastorno

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