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La Calidad Educativa En La Docencia Universitaria


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2014  •  9.053 Palabras (37 Páginas)  •  415 Visitas

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INTRODUCCIÓN

La valoración de la docencia universitaria de la calidad educativa, el docente universitario por parte de los estudiantes es un tema de permanente actualidad, ampliamente debatido, prolijo y complejo, que ha venido desarrollándose con cierta intensidad desde hace más de treinta años. Han sido muchos los autores como Feldman (2007, 2008), Cohen (2000), Marsh y otros (1992, 1995, 2000, 2001), Abrami y otros (1990, 1997), Aleamori (1999), Ramos (1995), Villa y Morales (1993) y González Such (1998), que en el ámbito internacional, le han dedicado tiempo a su análisis y estudio en profundidad.

El interés por abordar esta temática de estudio, desde nuestro punto de vista, tiene diferentes motivos para su desarrollo. En primer lugar, el pensamiento de que el profesor universitario ejerce influencia en el rendimiento de sus estudiantes, parece ser el aliciente más importante en la incesante búsqueda de conocimiento acerca de la necesidad de eficacia en su acción. Los profesores son responsables, entre otras cosas, de introducir cambios y matices que modulan el clima del aula, la calidad del trabajo y la orientación de los aprendizajes de los estudiantes. En sus manos, actitudes y aptitudes, descansa gran parte del éxito de las políticas educativas, estrategias, planes, programas y otros elementos más. Darling-Hammond (2000) afirma que las instituciones ejercen una pequeña influencia en el rendimiento de los estudiantes, pero gran parte de esa diferencia sustancial es atribuida a sus profesores. Ellos son los encargados de absorber y generar una visión del mundo que les rodea.

En segundo lugar, las nuevas tecnologías y los constantes cambios ejercen presión al docente para mejorar y trasformar su docencia. Al respecto, existen muchos caminos y a nuestro juicio, uno de los más eficaces es el que se deriva del conocimiento producido por la reflexión sistemática y rigurosa sobre su ejercicio profesional. Una evaluación sistemática sobre el docente, elabora un aprendizaje destinado no tanto a producir información para el almacenamiento en anaqueles, cuanto a la comprensión que perfeccione a los profesionales. El profesorado tiene que vincularse con una fuerte reflexión que debe focalizar su atención en los procesos de enseñanza y aprendizaje. El objetivo básico, apunta Tejedor (2000), es conseguir una utilidad efectiva del conjunto del proceso como recurso de perfeccionamiento docente haciendo buenos los propósitos de la evaluación formativa. La información que se recoge debe servir, en primer lugar, para poner en marcha un mecanismo formativo de retroalimentación que ayude al profesor a reflexionar, contribuyendo así, a mejorar la calidad de la enseñanza universitaria. Sólo posteriormente, y una vez ampliadas las fuentes de información en el desarrollo de un programa de evaluación de la competencia docente, se podría pensar en otros criterios de evaluación.

Fundamentalmente, la evaluación de la competencia docente se ha estructurado alrededor de los tres componentes básicos de su acción: investigación, docencia y relaciones con la comunidad. Alrededor de estos tres elementos se han desarrollado diferentes formas de evaluación que van desde la selección de indicadores (número de publicaciones, cantidad de investigaciones inscritas y participación en seminarios científicos) hasta la autoevaluación, la evaluación por parejas, el portafolio y los estudiantes. Cada uno de estos agentes cuenta con diferentes criterios y formas para recopilar la información pertinente, sin embargo, la más utilizada es el cuestionario de opinión del estudiante.

La investigación educativa ha utilizado en gran medida las valoraciones emitidas por los alumnos a través de cuestionarios como medio de evaluación de competencia docente universitaria. Pero esta utilización masiva no ha evitado la controversia alrededor de este procedimiento, que sigue teniendo muchos detractores y defensores. Aleamori (2008), Ballantyne (2007) y Fember (2007) consideran que la mayoría de las veces es atacada más por su utilización descontextualizada o indebida, que por sus debilidades o condicionantes técnico metodológicos.

En la literatura sobre evaluación del profesorado universitario a partir de las opiniones de los estudiantes, se recogen múltiples estudios que, en determinados contextos, intentar relacionar los resultados de estas evaluaciones con diferentes variables, bien como factores de eficacia docente, bien como factores de sego. Todavía hoy en día, se comenta en el claustro académico que este tipo de evaluación se ve fuertemente afectada por ciertas características como el sexo (de los profesores y estudiantes), los años de estudio, la rama académica y el rango académico, la política, entre otros. Los profesores no dejan de sentirse preocupados por estas variables, que pueden distorsionar la valoración que hacen los estudiantes de su competencia docente universitaria.

Normalmente este tipo de valoración se orienta a la estimación del nivel de calidad de la enseñanza universitaria, a fin de contribuir progresivamente a su mejora. Sin embargo, como señalan Scriven (2005) y Marsh (2007), el estudiante es una parte de la evaluación, pero sus juicios no deben ser los únicos para valorar al profesor, debido principalmente a que son necesarios diversos criterios para acercarnos de manera adecuada a la estimación de un proceso tan complicado como lo es la docencia universitaria. Su opinión no puede ser la única vía de información recogida para tomar decisiones laborales o que puedan afectar a la estabilidad del docente.

Villa y Morales (2007) consideran que este tipo de evaluación tiene muchos adversarios, contradicciones y no pocas objeciones en cuanto a su validez y fiabilidad. Pero Abrami, d’Apollonia y Cohen (2007) apuntan que las evaluaciones de los alumnos son válidas en cuanto reflejan su satisfacción con la enseñanza que reciben y, en este sentido no puede criticarse su validez. Lo que se trata de demostrar es que no sólo reflejan la satisfacción de los alumnos, sino que están relacionadas con la eficacia de la instrucción. Alvarez (2009) manifiesta que el problema de la validez de las opiniones de los estudiantes en la evaluación de la docencia podría estar relacionado con la mejora del aprendizaje. La clave, en este caso, es poder determinar en qué medida los estudiantes son capaces de percibir mejoras en su aprendizaje como resultado de una práctica docente adecuada. En consecuencia entendemos, que la evaluación de los estudiantes tendrá sentido, en la medida en que la propia institución universitaria en su conjunto, o los departamentos en su especifidad, sean capaces de utilizar provechosamente la información que se desprende de estas evaluaciones.

El problema, como sugiere

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