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APRENDICES Y MAESTROS


Enviado por   •  15 de Agosto de 2012  •  1.610 Palabras (7 Páginas)  •  893 Visitas

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APRENDICES Y MAESTROS

Aprender y enseñar: dos verbos que no siempre se conjugan juntos

El objetivo último de este libro es contribuir a mejorar la eficacia del aprendizaje haciendo que aprendices y maestros tomen conciencia de las dificultades que enfrentan y de las vías que tienen para superarlas. Aunque el fin último es hacer más eficaz el aprendizaje eso sólo será posible a través de una mejora en la enseñanza. Aprender y enseñar son dos verbos que tienden a conjugarse juntos. Aunque no siempre es así. Si bien la extensión de una nueva cultura del aprendizaje requiere una intervención instruccional decidida, el aprendizaje sin enseñanza es una actividad usual, en nuestras vidas y, lo que es peor, también lo es la enseñanza sin aprendizaje.

Aprendizaje sin enseñanza

Dada la importancia adaptativa del aprendizaje humano, no sólo para la supervivencia física sino para la supervivencia del «yo» (Claxton, 1984), de nuestra capacidad de predicción y control del entorno, no es extraño que los procesos de aprendizaje estén activos en todo momento, desde el mismo momento del nacimiento, sin necesidad de una intervención social programada, como es la enseñanza. Si entendemos que enseñar es diseñar actividades sociales con el fin deliberado de que alguien aprenda algo (y más adelante habrá que precisar qué entendemos por aprender) hemos de admitir que posiblemente la mayor parte de nuestros aprendizajes cotidianos se producen sin enseñanza e incluso sin conciencia de estar aprendiendo. La bebé que aprende a asociar la cara de su madre con los momentos más placenteros, a regalar una sonrisa porque consigue más sonrisas, a llorar cuando quiere que le cojan en brazos, o más adelante, al comprender y comunicarse con los demás mediante ese sistema tan complejo que es el lenguaje, no está siendo sometida a ninguna situación de enseñanza deliberada, ni siquiera se está proponiendo aprender. Podemos considerar que es un aprendizaje implícito o incidental, que no re-quiere un propósito deliberado de aprender ni una conciencia de lo que se está aprendiendo, de forma que produce conocimientos implícitos, que la niña o la madre utilizarán en diversos contextos sin ser conscientes de ello e incluso sin poder tomar conciencia de que los están usando. Es un tipo de aprendizaje filogenéticamente muy antiguo, profundamente enraizado en nuestro sistema cognitivo (Holyoak y Spellman, 1993; Reber, 1993), basado en procesos asociativos compartidos con otras especies, pero que a los humanos, posiblemente gracias a cierta predisposición biológica unida a algunos mecanismos de aprendizaje más complejos, nos permite adquirir sistemas de conocimiento tan sofisticados como el lenguaje.

A través de la detección y organización de las regularidades que observamos en nuestro entorno ,el aprendizaje implícito nos proporciona también auténticas teorías implícitas en muy diversos dominios (la naturaleza, la economía, las relaciones interpersonales, la tecnología, la salud y la enfermedad, etc.), que aunque resultan muy difíciles de verbalizar, dado su carácter implícito, influyen poderosamente en la forma en que interactuamos y aprendemos en cada uno de esos dominios (como se verá en los capítulos 8 y 9, o con más detalle en Pozo et al., 1991, 1992; Rodrigo, Rodríguez y Marrero, 1993; Tirosh, 1994). Siguiendo el ejemplo anteriormente presentado, nuestras ideas intuitivas sobre el movimiento de los objetos constituyen una verdadera «teoría implícita» sobre el movimiento, que difícilmente podemos expresar con palabras y de la que no somos conscientes, pero que nos proporciona los conocimientos necesarios para predecir y controlar, con bastante éxito por cierto, el movimiento de los objetos (Pozo, 1987). Desde la cuna los bebés están elaborando este tipo de teorías basadas en un aprendizaje implícito, en la detección de regularidades en su ambiente guiada por ciertas predisposiciones genéticas (Mehler y Dupoux, 1990). Mi hija Beatriz, con unos seis meses, se sorprendía vivamente cuando una figurita de colorines se adhería mediante un imán a los barrotes metálicos de su cuna. Su «teoría de la gravedad» predecía que la figurita debía caerse si no se ponía sobre un soporte (Karmiloff-Smith, 1992). Los bebés aprenden muy pronto a controlar ellos mismos el movimiento de los objetos, a manipularlos y a descubrir con sorpresa que no siempre se comportan de acuerdo con sus predicciones, lo que es el inicio de una cuidadosa exploración de todas sus propiedades que enriquece su «física intuitiva». Pero antes incluso han logrado controlarlos, de modo indirecto, mediante su «teoría psicológica», todo un mundo de sonrisas y lágrimas que logra producir, por intercesión de sus esforzados padres, los cambios deseados en el mundo. También los Adultos organizamos el mundo mediante teorías implícitas, adquiridas por esta vía. Por ejemplo, toda enseñanza se basa en una concepción del aprendizaje, las más de las veces implícita, adquirida de modo incidental, cuando el que ahora es maestro se vio inmerso, como aprendiz, en una determinada cultura del aprendizaje.

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