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Apatia Escolar


Enviado por   •  1 de Octubre de 2012  •  4.614 Palabras (19 Páginas)  •  868 Visitas

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CULTURA JUVENIL Y EDUCACION

¿COMO REVERTIR EL SINDROME DE LA APATIA ADOLESCENTE EN LA ESCUELA?

Ana Lía Passarotto

El estado de las cosas

La escuela debe ser concebida sobre todo como un lugar de producción. “La escuela no produce sólo calificaciones y niveles más o menos certificados de competencias: produce también individuos con una cierta cantidad de actitudes y disposiciones.” (Dubet y Martucelli, 1998:11) Es precisamente esta última cuestión la que a nuestro juicio debería ser urgentemente revisada.

Durante mucho tiempo se pensó que la escuela era una institución que transmitía las normas y valores generales de una sociedad. Formaba actores sociales y sujetos autónomos a la vez que transmitía conocimientos. “La escuela era concebida como una institución que transformaba valores en normas y las normas en personalidades. La educación debía asegurar simultáneamente la integración de la sociedad y la promoción del individuo” (Ibid:12). Pero desde hace ya largo tiempo esta idea no describe más el funcionamiento real de la institución escolar.

Si bien la educación tal como era concebida no ha desaparecido, sus principios rectores se ven seriamente perturbados y cuestionados y ya no estamos tan seguros como años atrás de las finalidades y funciones de la escuela, ya que muchas veces la teoría y la realidad se dan de bruces. Los educandos se socializan y realizan sus aprendizajes a través de diversos medios y en distintos contextos que a veces complementan a la escuela pero muchas otras se le contraponen. Sin duda estamos siendo testigos de configuraciones más complejas de la infancia y de la juventud. La socialización compromete una multiplicidad de esferas y los conocimientos se transmiten velozmente por otros medios totalmente ajenos a la escuela. Niños y adolescentes tienen una vida plena fuera de la institución escolar, experiencia que se va transformando y ampliando a medida que crecen. Es menester reconocer que los aportes que reciben de su experiencia extra-escolar parecen ser más importantes o al menos más interesantes para ellos que lo que la escuela es capaz de brindarles.

Para comprender lo que la escuela les brinda a estos adolescentes posmodernos no es suficiente analizar los planes de estudio, los métodos de enseñanza y los roles de los actores adultos. Es fundamental también considerar de qué manera los alumnos construyen su propia experiencia de aprendizaje, y si con la ayuda de la escuela son capaces de analizar, extrapolar, relacionar y utilizar distintas estrategias para resolver problemas. “El trabajo de la escuela es a la vez un trabajo normativo y cognitivo que supone un distanciamiento de sí, una capacidad crítica y un esfuerzo de subjetivación” (Ibid: 15), que deben realizar los propios alumnos ayudados por sus docentes. Pero hoy la escuela enfrenta serias dificultades para cumplir con su cometido y se siente exigida y presionada. La cultura global posmoderna, la nueva configuración sociocultural, las sucesivas crisis económicas, la expansión del mercado que toma a niños y adolescentes como consumidores activos y los nuevos modelos de familias son sólo algunas de las problemáticas que debe enfrentar la escuela de hoy con su estructura de ayer.

La experiencia escolar se define por relaciones entre alumnos, docentes directivos, administrativos y padres. Todos estos actores adultos tienen un rol fundamental en la formación de seres humanos y es por ende menester que desempeñen una labor mancomunada. En la escuela primaria esta tarea resulta un tanto más sencilla por dos razones: los padres están más en contacto con la escuela, y los niños aceptan el proceso de escolarización con relativa facilidad. En la enseñanza secundaria parecería que los padres se alejaran de la escuela, a la vez que sus hijos entran en una afirmación de su subjetividad que introduce una cierta tensión en su relación con la escuela. Esto lleva a algunos autores a hablar de violencia simbólica (Bourdieu y Passeron: 1970) o de violencia pedagógica, ya que consideran que toda acción pedagógica es objetivamente una violencia simbólica en tanto que es una imposición ejercida por un poder arbitrario. Los adolescentes sienten que están en la escuela contra su voluntad, y dado su carácter obligatorio se sienten prisioneros y se rebelan. En la escuela media, lo que se daba como un hecho natural en la escuela primaria, se torna incierto. Ahora bien, es un dato de la realidad que la escolaridad básica es obligatoria hasta los 17 años, y una verdad incontestable que la tecnología moderna es más “divertida” que la enseñanza tradicional que imparte la escuela. “La vida adolescente no quiere saber nada de la escuela y se desarrolla en sus márgenes”. Dubet y Martuccelli (1998:187), y la disconformidad juvenil se manifiesta, por ejemplo, en el ruido constante, en la disrupción en las aulas y en comportamientos antisociales.

La idea de que todo tipo de enseñanza debía ser “divertida” se hizo popular a comienzos de los años setenta y se fue arraigando en el inconsciente colectivo. La excusa para el mal desempeño escolar comenzó a ser que los chicos se aburrían en la escuela porque ésta era incapaz de motivarlos y mantener su interés, tal como lo hacen los medios electrónicos. El advenimiento y la rápida expansión de Internet, el chat y los mensajes de texto dio pie para que esta idea se fortaleciera. Es incuestionable que la enseñanza tradicional no puede competir con la tecnología en lo que se refiere a atraer y retener la atención de los educandos; pero parecería ser que lo que se ha olvidado es que una cosa son el entretenimiento y la diversión y otra el estudio.

Aún estando en un todo de acuerdo con los que sostienen que las prácticas pedagógicas deben adecuarse a la época que nos toca vivir y que la escuela debe explotar al máximo las posibilidades que nos brinda la tecnología, debemos reconocer que el estudio, y por lo tanto el proceso de aprendizaje, implica esfuerzo y requiere tiempo y dedicación individual.

Los adultos nos quejamos de la apatía y de la falta de interés de los adolescentes, pero no debemos olvidar que la escuela es un microcosmo que refleja lo que sucede en la sociedad en la que está inserta. No fueron los chicos sino los adultos los que propiciamos el facilismo y premiamos la viveza criolla, en lugar del trabajo constante y responsable. Fue también la sociedad adulta la que en muchos aspectos vació de contenido a la educación y propició en todos los órdenes la cultura del “zafar”. La costumbre de llegar a obtener lo que se quiere con el mínimo esfuerzo y lo más rápido posible se ha enraizado en todos los ámbitos; era

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