AMOR EN TIEMPOS DE CUARENTENA
Enviado por Mateo Aguinaga • 17 de Marzo de 2021 • Ensayo • 1.213 Palabras (5 Páginas) • 95 Visitas
AMOR EN TIEMPOS DE CUARENTENA
La incertidumbre ha llegado silenciosamente a nuestras vidas como un terremoto, derribándolo todo, ha puesto en jaque al mundo entero, obligándonos a adaptarnos a un mundo distinto, a un mundo extraño, a un mundo nuevo y sobre todo a un mundo improvisado.
El amor también ha tenido que adaptarse a esta nueva etapa, para unos ha tenido que evolucionar, crecer y desarrollarse, mientras que para otros se ha visto afectado, reduciéndose a otro tipo de sentimiento.
Podríamos hablar del amor y su aspecto penoso, negativo, doloroso y destructivo, sin embargo, he decidió hablar del amor y su mutación a algo más trascendental, debido a que el amor se ha convertido en más profundo y significativo. Prueba de ello, es que ha dejado de limitarse a un amor entre familia, amigos y seres queridos, sino que ahora nuestro amor se extiende a toda la humanidad, como una clase de empatía ante lo que está ocurriendo a nivel mundial, ese amor que hace que pensemos en los demás y que queramos hacer algo por los demás. Es aquí donde el corazón como algo más allá de un simple órgano toma un papel importante al entender con todo su ser a los enfermos, a los agricultores, a los médicos, al personal que, como nosotros (estando en casa) no hemos podido desentendernos de lo que pasa en nuestro alrededor.
A propósito, me gustaría mencionar la frase de León Gieco en una canción que dice: “Solo le pido a Dios que lo injusto no me sea indiferente” es ahí donde veo como las palabras, los actos cobran un sentido más bondadoso y amable, es justo en ese momento donde puedo sentir el muy mencionado “vivir en comunidad”. Durante los primeros días de la cuarentena, sentí miedo de no poder sobrellevar esta situación, pero con el pasar de los días voy sintiendo más el cariño sobre todo la presencia de mis seres queridos, pero lo interesante aquí es la presencia de mis vecinos, con quienes teníamos una relación con distancia pero amable, sin embargo en estos días juntos hemos vuelto a lo que somos: el cultivo de la tierra, algo muy importante y que hasta ahora no me había dado cuenta de que somos quienes estamos encargados de la seguridad alimentaria de nuestras familias, del sector urbano, de la región, del país entero. Es ahí en donde cosas tan minúsculas van tomando su verdadero significado e importancia.
Muchos hemos escuchado términos como “Minka o minga” el “Randy, Randy” o el “Maki mañachi” que en realidad son principios ancestrales y a partir de estos, nace el vivir en comunidad. Quienes van tomando fuerza cuando una vecina toca tu puerta y te obsequia una canasta de pan, una canasta de humintas y con el mismo cariño, una canasta de mandarinas, una botella de leche regresa a ella (la reciprocidad o el Randy, Randy). Cuando la gente se empieza a reunir para crear un huerto comunitario, en donde un grupo de personas empieza a trabajar la tierra y otro grupo trae la comida para los trabajadores (la minga). Con todo esto vamos creando una inmunidad colectiva ante el virus, ante el hambre, ante la pobreza y sobre con esto podemos hacer que esta crisis sea más compasiva, altruista y bondadosa para dar y recibir.
Por otro lado, sentimiento como la esperanza de algún día “volver a la normalidad” volver a juntarnos con nuestros familiares, amigos, volver a la escuela, a los parques, a las reuniones, al trabajo, etc. Se han visto reflejadas en las flores del fin de la primavera, en las plantas que acaban de ser sembradas y que poco a poco nos muestran el ciclo de la vida y a la vez el paso del tiempo.
Cae la tarde y a lo lejos se escucha el sonido del churo, quien nos dice que el Inty Raymi o la fiesta del sol, en agradecimiento a las cosechas de este año. Está por acercarse, pero hoy nos recuerda que debemos adaptarlo para festejarlo desde casa, el equinoccio que empieza el 21 de junio en donde todas las comunidades indígenas salen al centro urbano y se toman la plaza central, el zapateo suena y la tierra siente la fuerza y la presencia de ellos. Sin embargo, hoy sabemos que esto no ocurrirá que se rendirá y se hará un homenaje de una forma distinta, pero con la misma fuerza e intención. Mientras pienso en eso, miro el atardecer, el sol va cayendo y se despide de la mejor forma posible: El cielo parece arder, pero poco a poco se va desvaneciendo, los “vientos de San Juan” van tomando más fuerza y de pronto solo veo, la silueta de la hermosa Kutakachi, con calma, paz y amor.
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