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ASPECTOS INTRODUCTORIOS SOBRE LA LEGISLACIÓN Y LA COMERCIALIZACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2019  •  Trabajo  •  5.124 Palabras (21 Páginas)  •  122 Visitas

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ASPECTOS INTRODUCTORIOS SOBRE LA LEGISLACIÓN Y LA COMERCIALIZACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL

Información compilada por Susana Pereira[1]

INTRODUCCIÓN

La noción de Patrimonio cultural fue modificándose a lo largo de la historia conforme a las épocas que vivió nuestra humanidad. Aunque su significado se refería a la transmisión de padres a hijos, el Patrimonio Cultural tuvo un sentido de Conquista Imperial desde el Imperio Romano hasta Napoleón. De ello dan testimonio las grandes obras escultóricas de la Grecia Antigua, de las cuales se apoderaron los conquistadores romanos primero y luego permanecieron, hasta nuestros, días en la ciudad de París.

 En los comienzos de la época moderna capitalista fue constituyéndose el Patrimonio Cultural con un sentido de legitimación del Estado Nación en formación. “Los mitos nacionales no son un reflejo de las condiciones en que vive la masa del pueblo, sino el producto de operaciones de selección y ‘trasposición’ de hechos y rasgos elegidos según los proyectos de legitimación política”[2].  Los monumentos y los museos son con frecuencia testimonio de la dominación más que de una apropiación justa y solidaria del espacio territorial… [Éstos] ritualizan el patrimonio organizando los hechos trascendentes[3] que dieron origen y sirven a la reproducción de una sociedad.

En la sociedad capitalista la constitución, propiedad y el disfrute del Patrimonio Cultural es desigual. Esta característica proviene de la desigualdad estructural del Sistema Capitalista. El sistema necesita que el conjunto de la sociedad conozca y aprecie el Patrimonio Cultural así constituido, de modo de naturalizar esas relaciones desiguales. Ese repertorio de bienes culturales es enseñado en la escuela, exhibido en los museos de modo de legitimar solemnemente, la separación entre quienes acumulan y acceden a los bienes del Patrimonio Cultural y quienes no lo logran[4].

Los estudios sobre los usos del Patrimonio Cultural en relación a la reproducción cultural y la desigualdad social, muestran que los bienes reunidos en la historia por cada sociedad no pertenecen realmente a todos, aunque formalmente parezcan ser de todos, y estar disponibles para que todos los usen. Las investigaciones sociológicas y antropológicas sobre las maneras en que se transmite el saber de cada sociedad a través de las escuelas y los museos demostraron que diversos grupos se apropian en formas diferentes y desiguales de la herencia cultural. No basta que los museos estén abierto a todos, que sean gratuitos y promuevan en todas las capas su acción difusora, pues las estadísticas han mostrado que a medida que se desciende en la escala económica de la sociedad, se desciende en la escala educacional a la vez que disminuye la capacidad de apropiarse del capital cultural transmitido por esas instituciones[5].

La sociedad subalterna del sistema capitalista actual, organizada en diferentes movimientos y organizaciones culturales, ha podido transformar el “sentido común” hegemónico de la cultura patrimonial planificada en instituciones de cultura y educación (para garantía de la reproducción social), consagrando su propio patrimonio cultural que, así como la Iglesia Católica en las épocas de la Conquista debía incorporar al corpus de celebraciones aquellas provenientes del pueblo, las Instituciones culturales y educativas, debieron incorporar a la colección del Patrimonio Cultural, aquellos bienes culturales consagrados por el pueblo, porque valoran su historia, su poder simbólico y la constitución identitaria. El proceso de construcción del Patrimonio Cultural es de permanente conflicto, éste es el núcleo de su dinamismo y transformación. Podemos asistir, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, a la Capilla Cristo Obrero en la Villa de Retiro donde descansan los restos del padre Mujica; podemos visitar innumerable cantidad de bares declarados como “Notables”, muchos de ellos recuperados por la acción de los vecinos; podemos cruzar por el Transbordador del Riachuelo, restaurado por los vecinos de La Boca.

La UNESCO, funcionó como una caja de resonancia internacional de este dinamismo y compaginó una noción de Patrimonio Cultural más abarcadora que aquella de los primeros años del siglo.

Otro aspecto de nuestra temática es la Comercialización del Patrimonio Cultural. La declaración como Patrimonio de la Humanidad de algunos complejos paisajísticos, naturales y culturales como La Quebrada de Humahuaca, Los Glaciares, Las Cataratas del Iguazú, las Estancias Jesuíticas y otros, ha posibilitado el desarrollo del Turismo que, en términos económicos, es valorada por ser un tipo de comercialización generadora de divisas dentro de las fronteras locales; la balanza de pagos encuentra en el turismo una de las soluciones más favorables.

La estimulación del Turismo en los centros patrimoniales culturales universales ha generado la necesidad de regular la actividad de modo de evitar un impacto destructor y facilitar el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes sin menoscabar su hábitat y su identidad. Un elemento axial es el interrogante sobre si es posible promover un Turismo cultural disminuyendo las ambiciones de las empresas -que buscan aumentar sus ganancias- y mantener el equilibrio ecológico y cultural del lugar que es central en el argumento por el cual un lugar ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad. Este es un conflicto permanente que involucra a habitantes, el Estado y las empresas turísticas.

A continuación veremos algunas definiciones y analizaremos críticamente algunas normas, internacionales como nacionales sobre el Patrimonio Cultural.

Noción de Bien Cultural

Toda elaboración humana es cultural. Si un producto cultural es valorado por un grupo social por su historia, su aporte estético, artístico, simbólico, pasa a ser un Bien Cultural, que, en conjunto con otros Bienes Culturales integrará un Patrimonio Cultural.

Bien cultural (por lo tanto integrador del Patrimonio) es una obra o manifestación, material o inmaterial, que es valorada por un grupo social porque les confiere identidad, representa su cultura en tanto testimonio histórico-cultural y por ello se lo transmite de una generación a otra. Un bien cultural se constituye a partir de tres aspectos: lo arcaico, lo residual y lo emergente[6]. Lo arcaico es lo que pertenece al pasado y es reconocido como tal por quienes hoy lo reviven, casi siempre “de un modo deliberadamente especializado”; no está vigente, se lo convoca con fines específicos, en actuaciones de conmemoración. Lo residual se formó en el pasado, pero todavía se halla vigente y activo dentro de los procesos culturales, por lo tanto sujeto a transformaciones que necesitan las nuevas generaciones, en un proceso de resignificaciones, refuncionalizaciones y resolución de conflictos. Lo emergente designa los nuevos significados y valores, nuevas prácticas y relaciones sociales.

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