Actividades Lectura: Ficha crítica del libro seleccionado Opción 1: Aprender a vivir, J. A. Marina

Marina dice que no se puede construir una personalidad sin tener unos planos previos.

Todas las culturas han transmitido mediante la educación un triple modelo: modelo ideal del ser humano, modelo ideal de comportamiento y modelo ideal de sociedad. El individuo configura la sociedad, pero la sociedad configura el individuo. El comportamiento une ambos modelos y a través suyo se hacen realidad.

Para él la personalidad no está al final sino al principio del comportamiento, es un hecho comportable y medible, el conjunto de rasgos estables de una persona, su estilo de sentir, de pensar y de actuar. Sirve para reconocer su identidad y para distinguirle de los demás. Distingue el desarrollo en tres etapas: la recibida (funciones básicas + sexo + temperamento), la aprendida o carácter (personalidad recibida + hábitos) y la elegida, modo en que una persona concreta en una situación concreta se enfrenta o acepta su carácter y juega sus cartas,  (carácter + comportamiento).

El niño tiene muchas necesidades que siente, pero que no conoce. Afortunadamente, nacemos dotados de un órgano de dirección: la afectividad. Somos sistemas dirigidos por valores. El feedback hedónico (el dolor y el placer), refuerza o extingue las actividades. Su acción es magisterial: nos advierte de los caminos que hemos de recorrer y de los que tenemos que evitar. Este sentir básico está ya modulado por la matriz personal, que determina la configuración afectiva de la realidad. El niño inhibido sentirá cualquier novedad como un peligro. Y al niño extrovertido le encarará explorar.

La multiplicidad de experiencias afectivas pueden organizarse en tres grupos: impulsos (deseos, necesidades, tendencias, móviles), sentimental (la satisfacción, la calma, la alegría, el miedo, la furia, la tristeza y la decepción) y apegos (los hábitos, las adiciones, los acondicionamientos, las dependencias, las costumbres, el amor, el odio, …) .

Los fenómenos afectivos están genéticamente programados, es decir, aparecen básicamente iguales en todas las sociedades humanas.

Afecto y conocimiento funcionan como una unidad. El niño, a partir de su matriz personal va adquiriendo hábitos afectivos, que se acompañan y se refuerzan con una serie de hábitos cognitivos. También va construyendo sus estrategias para enfrentarse a los obstáculos. También va construyendo sus estrategias para enfrentarse con sus propias emociones.

Sabemos que desde el punto de vista educativo estamos condicionados por muchas cosas: la biología, la educación, las creencias, el entorno. No podemos impedir todos estos condicionantes, pero sí liberarnos de ellos reforzando los hábitos de la autonomía que suponen, en primer lugar, una autorregulación emocional: inhibiendo conductas y afrontando dificultades, prolongada en un aprendizaje de la autonomía con el que se consigue contener el impulso al servicio de la meta. Es importante ejecutar el proyecto con la capacidad suficiente para soportar el esfuerzo, para ello contamos con un recurso ético importante, el deber, que ayudará a solucionar los problemas que plantea la felicidad de una manera sabia.