Adan Es El Primer Salvador
Enviado por sergiojnaranjo • 19 de Febrero de 2014 • 6.492 Palabras (26 Páginas) • 247 Visitas
Adán es la primera figura del Salvador prometido. Prefigura al Mesías por semejanza y por contraste. Por semejanza es la obra maestra de Dios, tanto de la creación terrestre como de la celeste. Adán fue establecido rey del universo: Dios le dio el poder de dominar sobre los peces del mar, las aves del cielo y sobre todo animal terrestre; Jesús declara que “todo poder le ha sido dado, en el cielo como en la tierra”. Adán duerme; de una de sus costillas Dios le forma una compañera; Jesús duerme sobre la cruz con el sueño de la muerte; su costado es abierto y la Iglesia, su Esposa, surge prefigurada por la sangre y el agua.
Entre Adán y Eva existe una sociedad insoluble; entre Jesucristo y su Iglesia existe una sociedad que no terminará nunca: “He aquí que estoy con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos”.
Adán peca y es arrojado del paraíso terrestre; Jesús se hizo pecado por amor a nosotros, después de haber descendido del paraíso celeste.
Por contraste, Adán es el padre de todos los hombres según la carne; Jesús es el padre de todos los hombres según el espíritu.
Por el pecado de Adán, todos los hombres cayeron en la condenación; por la justicia de Jesús, todos los hombres reciben la justificación. Por Adán vino la muerte; por Jesús, la resurrección de los muertos. Todos mueren en Adán, todos revivirán, igualmente, en Cristo.
Abel
Abel, el segundo hijo de Adán es, también, una figura del Mesías: Abel fue pastor de ovejas: Jesús es el pastor de almas, llama a los cristianos sus ovejas y a la Iglesia su rebaño: “Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen”.
El sacrificio de Abel fue agradable a Dios y el Caín, rechazado; el sacrificio de Jesús es el único que Dios acepta para la remisión de los pecados; los de la antigua ley carecen de valor para este efecto: “Lo que se ofrece según la ley no te complació. Digo entonces: Heme aquí, vengo para hacer, Dios mío, tu voluntad; abolió el primer sacrificio, para establecer le segundo (Hebr X, 9-9).
Abel por su piedad y su inocencia, excitó la envidia de Caín, su hermano; Jesús, por su santidad y sus milagros, se atrajo el odio de los judíos, sus hermanos. Caín dijo a Abel: “Salgamos”, y cuando estuvieron en el campo, lo mató; los judíos condujeron a Jesús fuera de los muros de Jerusalén y lo crucificaron en el Gólgota.
“La voz de sangre de tu hermano clama hasta mí” dice Dios a Caín; la aspersión de sangre de Jesús es más elocuente que la de la sangre de Abel”, dice San Pablo.
Adán es consolado por el nacimiento de Seth, hijo de bendición, perpetúa la raza de los justos; Dios es, por así decirlo, consolado de la muerte de Cristo, por el nacimiento de una multitud incontable de cristianos, hijos de Dios por adopción.
Henoch
El Mesías es también prefigurado por el Patriarca Henoch, que Dios llevó vivo al cielo:
Henoch llevó una vida pura y “caminó siempre con Dios”, dice la escritura; Jesús conoció todas las miserias humanas, excepto el pecado, dice san Pablo.
Henoch, según el testimonio de san Judas, profetizó en estos términos: “He aquí que viene el Señor, acompañado de todos sus millones de Ángeles, para juzgar y condenar a todos loa malvados y todos los impíos (Jud. XIV); Jesús, sin dejar de hacer al bien por todos lados, no dejó de amenazar a los malvados con la cólera celeste.
Henoch fue llevado vivo al cielo: Jesús, después de su resurrección, subió al cielo por su propia virtud, los santos Padres aplican a Henoch y a Elías estas palabras del Apocalipsis: “Daré a mis dos testigos e poder de profetizar… la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará; … sus cuerpos permanecerán tres días y medio sin sepultura… pero después Dios soplará sobre ellos un espíritu de vida… y subirán al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos (Apoc. II 3 y ss); “¿esta profecía no se ha realizado en el Salvador? Jesús fue matado por los judíos, instigados por el demonio, y, luego permaneció tres días en la tumba, resucitó glorioso y subió al cielo cuarenta días después de su resurrección.
Noé
Noé fue la consolación de su padre Lamech: esto es lo que significa el nombre Noé; Jesús (este nombre significa Salvador) es, por la salvación que procura a los hombres, la consolación del Padre Eterno, que el pecado había irritado.
Noe fue un hombre justo y perfecto en medio de los hombres de tu tiempo; Noé, por orden de Dios, construyó un arca que debía salvar a todo aquellos que estaban con él. Jesús estableció la Iglesia, especie de arca providencial, fuera de la cual no hay salvación.
A la vez que construía el arca, Noé no dejaba de predicar la penitencia y no dejaba de decir a los judíos: “Hagan penitencia; si no hacen penitencia, perecerán todos”; y nadie le escuchaba.
Después del sacrificio ofrecido a la salida del arca, Dios Hizo alianza con Noé; después del sacrificio de la cruz, Dios lo hizo con Nuestro Señor, y mediante Él con los hombres, una alianza que será eterna.
Noé repobló la tierra; nuestro Señor la pobló de justos, y el cielo de santos.
Noe fue ultrajado por Cam; Jesús expuesto sobre la cruz, fue ultrajado por los judíos. Cam, hijo de Noé, fue maldito en su posteridad, y sus hermanos, benditos de Dios; los Judíos insultadores fueron malditos de Dios y los verdaderos hijos de Israel, los discípulos de Jesús, fueron colmados de bendiciones.
Abrahán
Abrahán, dice la escritura, “estaba cargado de años (tenía cien) cuando engendró a Isaac; Jesús es llamado por Daniel “el Anciano de los días” (Dan. VII.9)”.
Abrahán es el padre del pueblo de Dios: “Te haré padre de un gran pueblo, te bendeciré, haré célebre tu nombre y serás bendito. Bendeciré a los que te bendicen y maldeciré a los que te maldigan (Gen XII. 2.3); Jesús es el Padre del pueblo cristiano; es el bendito de Dios y “recibió en heredad las naciones y en posesión las extremidades de la tierra. “Los que bendicen son bendecidos y malditos los que maldicen.
Las figuras que precede nos han presentado al Mesías como “el rey de un mundo nuevo, como un justo sufriente y perseguido, como un profeta amado por Dios y despreciado por los hombres, como un salvador y, finalmente, como el padre de un pueblo nuevo.
Melquisedec
San Pablo, en persona, nos muestra en Melquisedec
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