“Adolfo López Mateos, El orador”.
Enviado por yanelherrera • 20 de Abril de 2018 • Resumen • 5.509 Palabras (23 Páginas) • 463 Visitas
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Universidad Pedagógica Nacional.
Unidad 231.
“Adolfo López Mateos, El orador”.
Docente: Eduardo Villarreal Rosado.
Asignatura: Sociedad y Educación en el México actual.
Alumna: Yanel Amairany Herrera Padilla.
Especialidad: Lic. Psicología Educativa.
Grupo: A Turno: Matutino Semestre: 2.
Chetumal, Quintana Roo 19 de Marzo del 2018.
“Adolfo López Mateos, El orador”.
-La cargada de los búfalos-
El 17 de noviembre del año de 1957, un movimiento inusual despertó a los pacíficos habitantes de la colonia del Valle, quienes estaban ubicados al sur de la ciudad de México.
Ellos se encontraban acostumbrados a las alegres muchedumbres que solían asistir cada domingo a mediodía al partido de fútbol en el cercano estadio de la Ciudad de los Deportes, y que frecuentemente asistían también a la corrida de toros que tenía lugar horas después, a unos pasos, en la monumental Plaza México.
“Pero este domingo y estas masas eran algo distinto. No venían a corear los goles ni a gritar «ole». Venían «acarreados» de todos los puntos del país para apoyar, aplaudir, vitorear a don Adolfo López Mateos en su toma de protesta como candidato del PRI a la presidencia.”. (Krauze, 1999)
Este movimiento era, más que claro, organizado por todo el partido Priísta. Asistieron mil quinientos autobuses, camiones y coches con gente que se encontraban apoyando al PRI junto con un testigo presidencial quien describía toda la escena política:
«Atrás del estrado principal, en lo alto de las tribunas del estadio, un cartel de 30 por 15 metros presentaba, a la derecha, la imagen de don Adolfo Ruiz Cortines; a la izquierda, la del licenciado Adolfo López Mateos, y en medio, esta leyenda: «Democracia y justicia social», por cierto, lema del PRI. Los mástiles y los postes para el alumbrado eléctrico tenían bandas tricolores y distintivos de cartón del PRI, aparte de los altavoces del sonido local» (Krauze, 1999).
Sin interrupción, los sectores del PRI, los grupos regionales y las delegaciones le echaban porras en honor del licenciado López Mateos, las señales de admiración y otras muestras de entusiasmo eran alucinantes cuando la Banda de Marina, al lado izquierdo del estrado principal, ejecutaba piezas populares.
“El primero de diciembre de 1958, en la cordial ceremonia en que Ruiz Cortines, atento siempre a las formas, se despojaría de la banda presidencial y la colocaría, ostensible y tutorialmente, a su sucesor López Mateos”. (Krauze, 1999)
La Confederación Nacional Campesina (CNC), declaraba que tras la cautelosa auscultación que se había llevado a cabo entre comisarios ejidales, comités ejecutivos agrarios, comités regionales, ligas de comunidades y otros organismos, todos éstos se habían declarado a favor de la candidatura de López Mateos.
De la misma forma y con el mismo proceso se habían manifestado las bases obreras y populares de la CROM, CROC, BUO, Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), CNOP y, desde luego, la CTM. Los cuales mil quinientos delegados, representantes de 3.266 sindicatos y de dos millones de obreros, coincidían en la elección del precandidato.
Por último las organizaciones empresariales como la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco), Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), felicitaban al futuro presidente que había realizado una significativa labor en la Secretaría del Trabajo.
El 15 de noviembre, el día en que la Asamblea Nacional del PRI lo nombraba candidato oficial, López Mateos sacó a relucir sus días de orador estudiantil diciendo:
«El PRI es producto de nuestra historia, dentro de la cual está ubicado, y existe y lucha y se expresa por voluntad de la absoluta mayoría del pueblo mexicano. Las grandes masas populares están con nosotros porque el PRI defiende y acrecienta sus derechos». (Krauze, 1999)
Un día después, habían comenzado a llegar a su casa, gobernadores, líderes, periodistas, fotógrafos, camarógrafos, amigos de la infancia, compañeros de banca, todos deseosos de saludar, felicitar o siquiera ver al hombre que al día siguiente recibiría ya de manera formal la candidatura del PRI.
Días después, ya como candidato, López Mateos organizaría una defensa casi militar de su domicilio para impedir a todos los políticos que se lanzaban sobre su casa en busca de puestos, prebendas o al menos promesas, y que alguien bautizó correctamente como la “cargada de los búfalos”.
El domingo 17 de noviembre, en el momento más importante, López Mateos cumplió la ceremonia de rigor, y alzando el brazo derecho exclamó el “Sí, protesto”.
El estadio se caía de entusiasmo, pero su sonrisa, más dulce y genuina que la de Alemán, escondía sentimientos, preocupaciones y dolores que muy pocos advirtieron. (Krauze, 1999)
-Discurseando-
“No se sabía a ciencia cierta su lugar y fecha de nacimiento, pero lo más probable es que el cuarto hijo del dentista Mariano López y la profesora Elena Mateos naciera en Atizapán de Zaragoza el 26 de mayo de 1909”. (Krauze, 1999)
Siguiendo el mismo patrón que los anteriores presidentes, López Mateos también había perdido a su padre cuando era infante (niño), mientras su madre, doña Elena carecía sin embargo de mayores medios económicos.
Entre los años 1923 y 1925, Adolfo estudió de manera irregular en la Escuela Nacional Preparatoria. Ya en el año de 1926 se encontraba residiendo en Toluca, donde ingresó como interno en el famoso Instituto Científico y Literario del Estado de México, hogar intelectual de Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano. El joven López Mateos amaba demasiado la oratoria, el campismo y el amor.
En 1925 conoció a la joven Eva Sámano, maestra de profesión y de religión protestante, con quien mantuvo un noviazgo que duró doce años y terminó en matrimonio gracias a la insistencia de doña Elena.
Desde muy joven, Adolfo había dado a conocer notables cualidades para el género, pero fue a mediados de año de 1929, en el marco del Campeonato de Oratoria del Distrito Federal, que tenía lugar en el salón de la Escuela Nacional Preparatoria, cuando su vocación se reveló:
«Venimos a juzgar ahora, señores, la obra de la Revolución, pero no debemos hacerlo con el espíritu como con la palpitación del sentimiento». (Krauze, 1999)
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