Al Oráculo De Delfos

Al Oráculo de Delfos

Después que la sociedad dominicana dejó de ser eminentemente rural, se hizo perentorio mejorar la calidad de la educación, ya que los medios de producción y el medio social del campo y la ciudad, son bastantes disímiles. A partir de la década de los ochentas del pasado siglo xx, cuando comenzaron a florecer las industrias, las zonas francas, los tratados de libre comercio internacionales y el afianzamiento digital, en la jerga empresarial, comercial y profesional, comenzaron a hacerse populares términos como: competitividad, profesionalismo, aptitud, talento y capacidad. Desde entonces las autoridades, entre retórica y acción, han aplicado diferentes planes, estrategias y métodos para frenar el avance de la ignorancia, como realidad tangible, pasada la primera década del siglo xxi, pero con pésimos resultados, ya que la UNESCO nos sitúa en la base de la pirámide en materia educativa.

Ante tal drama, inevitablemente surgen preguntas inquietantes tales como: ¿Qué tipo de cambios y reformas deben llevarse a cabo?, ¿Son suficientes los recursos destinados al Ministerio de Educación?, ¿De qué forma influye la cultura de la sociedad en el proceso educativo?, ¿Cuenta el personal docente con la preparación suficiente para producir los cambios que se requieren?, ¿A quién o a quienes apunta el índice acusador? o ¿Sobre quien recae el mea máxima culpa?

El devenir histórico nos va planteando diferentes paradigmas educativos. El rol principal de toda gestión educativa será adaptar el currículo a las nuevas tecnologías, analizar el impacto de los cambios que se fraguan en el seno de la sociedad para dar respuestas oportunas. Este nuevo paradigma nos enrostra la necesidad de una cultura educativa. Pues es importante que la educación esté presente en la vida diaria y se valore como algo imprescindible para la mejora personal y social.

Debemos abocarnos ya a buscar una solución. Desde nuestra posición proponemos hacer un profundo y sincero análisis a nuestra historia contemporánea. Para tal fin se requiere del concurso de antropólogos, sociólogos, historiadores, maestros, religiosos, líderes políticos, empresariales, directores de medio, ONGs, la familia y la sociedad toda. Si no mejora nuestra situación, debemos remitirnos al Oráculo de Delfos, para que por medio de alguna piadosa deidad, nos envíe las reglas y normas que le permitieron a Grecia alcanzar la democracia.

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