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Análisis de la novela A caverna (La Caverna)


Enviado por   •  24 de Mayo de 2014  •  2.574 Palabras (11 Páginas)  •  299 Visitas

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A partir del análisis de la novela A caverna (La Caverna) de José Saramago se pondrán en juego consideraciones benjaminianas sobre memoria, narración y resistencia. El enfoque pretende dinamizar algunos de los conceptos esbozados por Walter Benjamin en sus tesis sobre filosofía de la historia y confrontarlos con la propuesta novelística de José Saramago en su texto del año 2000. El eje de la reflexión pasa por la «posible resistencia» que inauguran algunos de los fragmentos del escritor lusitano en relación con la legitimidad de un derecho soterrado y una memoria silenciada. Apoyándonos en la formulación de Reyes Mate cuando afirma que «los proyectos frustrados de los que quedaron aplastados por la historia están vivos en su fracaso como posibilidad o exigencia de justicia» (Medianoche en la historia, p. 21) la comunicación autoriza la voz «desesperada» de Cipriano Algor procurando encontrar en ella una reserva potencial inagotable de esperanza. La argumentación posterior se estructura a partir de esta hipótesis.

Miguel Alberto Koleff

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1 Profesor Titular de la Universidad Nacional y Católica de Córdoba especialista en Literaturas Lusófonas. Catedrático José Saramago (UCC)

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Una posible resistencia: La caverna de José Saramago Una lectura benjaminiana

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Al inicio de esta exposición me gustaría llamar la atención sobre tres momentos de La Caverna (2000) de José Saramago, que son sintomáticos de la reflexión que pretendo aquí pautar. La primera tiene que ver con la profesión del protagonista de la novela, la alfarería. La segunda, con la situación concreta que vive al momento de ésta iniciarse, cuando la producción entregada al Centro Comercial es repelida por obsoleta. Y la tercera, con el sueño que tiene su protagonista después de la desventurada experiencia que lo posiciona como uno más de los desheredados de la tierra al saberse desocupado y sin posibilidad de pensarse como fuerza productiva de la familia que debe sostener.

En este sentido, recordemos que Cipriano Algor, el personaje principal de esta novela de Saramago que tematiza la irrupción del orden mundial en las pacatas economías tradicionales de los países emergentes, es un alfarero, hijo dilecto de varias generaciones que lo preceden y que han vivido –literalmente- del barro, trabajando con sus dedos una forma especial de manufactura de corte artesanal. Este hombre a punto de jubilarse, es decir de abandonar la producción sistemática de jarros, platos y vasijas debido a su edad avanzada, se encuentra de un dia para el otro separado de su habitus productivo debido a que el Centro Comercial surgido en poco tiempo en los márgenes de la aldea a la que pertenece y constituido en su único cliente, decide dejar de adquirir los productos que recepta regularmente porque las ventas han bajado y por que el barro ha dejado se ser demandado desde la aparición del plástico que emula los mismos productos pero a menor costo. Como consecuencia de esta decisión que se

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toma en los primeros capítulos de la novela, Cipriano Algor deja de constituirse en un trabajador con stock disponible y pasa a engrosar la lista de los desempleados que son –literalmente también- comidos por este dispositivo de producción: el neoliberalismo económico que –recuperado como valor en la posmodernidad- es responsable directo de la creación de nuevos modos de pobreza y miseria.

Lo primero que llama la atención de la novela es la oposición social que se pone en movimiento con la irrupción de este engranaje del que los shopping centers son su representación más inmediata desde el momento en que clasifica a los habitantes de la tímida población en proveedores y consumidores. Recordemos –en este sentido- que la apelación a un oficio tradicional por parte de José Saramago respecto de la definición de su personaje, tiene que ver con la conceptualización del proletario, en sentido marxista. La vinculación tejida por el autor portugués entre un modo precario de economía –representada por la alfarería y su connotación artesanal, no evoca una suerte de tradicionalismo de convenciones circunscripto a un anacronismo regional, sino –por el contrario- a una concepción humanista de base que le da sentido en cuanto lo posiciona como trabajador, con la dignidad necesaria para ejercer su profesión y construir desde ese lugar su residencia en el mundo. Cuando Walter Benjamin afirma la necesidad de “arrancar la tradición de las manos del conformismo” conceptualiza en la misma dirección que lo hace el escritor portugués. En este sentido, al correr la tenue línea que separa el exotismo folklórico –que evoca una imagen desnaturalizada de un alfarero en una aldea peregrina- de la radicalidad de una existencia humilde consagrada a sobrevivir por el trabajo, la novela potencia una relectura que se inscribe en otra dirección y que teje por oblicuidad una crítica social sin imposturas.

El leit motiv de la novela es la pérdida del trabajo como forma de autonomía y como radicación necesaria en el sistema productivo. A poco de generarse esta situación, Cipriano Algor que se reconoce víctima de un

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procedimiento injusto operado en su contra, tiene un sueño revelador. Se ve a sí mismo recién despierto en el banco de piedra contruido al lado del horno donde se cocina el barro, extrañamente colocado en su interior (ya que en la realidad, se encuentra afuera), y con un dispositivo tecnológico de avanzada que lo demanda porque la alfarería se ha convertido en el boom del momento y él no tiene las condiciones, ni económicas ni de logística necesarias para hacer frente a un crecimiento descomunal como el que se le presenta por la emergencia de su necesidad en los nuevos tiempos. Es claro, que más que un sueño es una pesadilla, porque la textura del mismo poco tiene que ver con la realidad que debe enfrentar en la vigilia ya que se ha derrumbado su modo de vida, su talante productivo y lo que es peor, el mundo tal como era conocido hasta entonces. Sin lugar a dudas, el punto crucial de la novela se construye en esta dirección: la “desafortunda” percepción de un nuevo mecanismo que ordena lo hasta ahora conocido, desde las condiciones básicas de su emergencia hasta su sistema relacional, como lo pone en evidencia la conversación con los guardias con los que interactúa desde ese instante hasta el cierre definitivo de su participación en esa empresa.

Lo que a mí me interesa tomar de esta sucinta reflexión que acabo de hacer del argumento de la novela es este sueño de Cipriano Algor devolviéndole la legitimidad de su pretensión. En lugar de verlo como una disparatada reflexión de un hombre que no tiene donde asirse después que una catástrofe se le ha venido encima, recuperarlo como posibilidad de una lectura diferente

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