Arte Callejero
Enviado por 989898gtz • 10 de Septiembre de 2014 • 1.059 Palabras (5 Páginas) • 309 Visitas
Aunque las autoridades locales y federales buscan darle espacio a los grafiteros, hay algunos que prefieren crear sus obras en la ilegalidad. Sin embargo, esta “expresión artística” continúa generando polémica. Líneas, letras y formas que por más de una década bañaron bardas, espacios públicos y mobiliario de la Ciudad de México encuentran ahora un espacio. Tuvieron que pasar diez años para que el gobierno reaccionara favorablemente hacia el grafiti como una expresión del arte urbano, que en muchos de los casos terminó por convertirse en un estilo de vida. Sin embargo, el grafiti en México aún genera debate: para unos, sólo son pintas callejeras, rayones, un acto vandálico que debe ser penado; para otros, es una forma de protesta contra el sistema, contra la represión del gobierno y una nueva propuesta artística. Lo cierto es que el grafiti es parte de la cultura del hip-hop que en la década de los setenta tomó fuerza en Nueva York, cuando los llamados writers salieron a las calles a pintar paredes como parte de una protesta contra el gobierno de Estados Unidos, que en esa época mantenía un conflicto bélico en Vietnam. A finales de los ochenta, el grafiti entró a las zonas marginales de México y fue adoptado como una subcultura que se expandió por toda la república, aunque principalmente en Nezahualcóyotl, que hasta la fecha sigue siendo “la ciudad del grafiti”. Pronto cruzó la frontera del Estado de México y se introdujo al Distrito Federal, donde confluyen diversas tribus urbanas y comenzó la creación de crews (grupos) de grafiteros, que su principal objetivo fue tomar por asalto las paredes y dependencias de los gobiernos federal y local para lanzar las primeras propuestas de grafiti ilegal. Los primeros crews, como el PEC (Puro Estilo Callejero), CHK (Culture Hispanic Killers), SF (Sin Fronteras), comenzaron a dejar escuela y las bandas de grafiteros se reprodujeron. Conforme los estilos fueron mejorando, se abrieron las dos ramas del grafiti: legal e ilegal. De pintas a la luz del día y clandestinas, con permiso y sin permiso de la autoridad, se inundó el DF. En los noventa conseguir material para hacer grafiti era una hazaña, la mayoría se importaba de EU y Europa, donde era considerado un arte. Los puntos de venta eran pocos: el tianguis del Chopo y el bazar Zaragoza. El movimiento siguió en boga, se convirtió en moda y la ciudadanía empezó a quejarse. La autoridad tuvo que endurecer sus medidas contra quienes de entrada fueron llamados delincuentes. Pasó la moda de pintar todo, hasta la propiedad privada, y el grafiti continuó, quedaron los precursores y ahí siguen en la lucha por reivindicar su estilo de vida. En la capital del país, el gobierno ya inició la apertura de espacios a los grafiteros para inhibir las pintas clandestinas. Los writers capitalinos han tomado bardas como la del estadio Azteca y esperan la de la línea A del Metro. Aunque, aseguran, “el grafiti ilegal no se va a extinguir por una sencilla razón: es la escuela”. *** Varios han sido los intentos del gobierno federal para darle un espacio a los grafiteros. Hace tres años, la Secretaría de Seguridad Pública
...