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Enviado por   •  21 de Julio de 2015  •  Biografía  •  643 Palabras (3 Páginas)  •  671 Visitas

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DIscurso de Método

El discurso del método de René Descartes

Instrucciones

  1. Utilizando el material de estudio y recursos adicionales, busca las definiciones de los siguientes términos aplicados a la filosofía de Descartes. Escribe una breve explicación en tus propias palabras para cada uno. Esta explicación debe constar de una o dos oraciones, no más.
  1. Racionalismo
  2. Duda metódica
  3. Cogito
  4. Evidencia
  5. Análisis
  1. Una vez completes las definiciones, vas a leer un fragmento de la obra Discurso del método de René Descartes.  Luego de leerlo, reflexiona sobre este fragmento de la cuarta parte del libro más conocido de Descartes. En este fragmento el autor expone su teoría de la duda metódica. Una vez hayas leído, contesta las preguntas que aparecen en el punto 3.
  2. Preguntas
  1. ¿Te parece posible que la filosofía se transforme en ciencia? Justifica tu respuesta.¿A qué se refería Descartes con su teoría de la duda metódica? Explica su objetivo y fundamento
  2. ¿Qué quiere decir la frase cogito, ergo, sum (‘pienso, luego existo’)?
  3. ¿Cómo llegó Descartes a esa conclusión?
  4. ¿Por qué, según él, el cogito es la primera verdad?
  5. ¿Estás de acuerdo con la reflexión y conclusión a la que llega Descartes en el fragmento que has leído? Explica tus razones.
  1. Compila tanto las definiciones como la contestación a las preguntas en un mismo documento. 
  2. Al entregar la tarea, revisa la sintaxis y ortografía del trabajo. 
  3. Verifica la rúbrica de esta actividad antes de someter la misma para cumplir con todos los requisitos de la misma. 
  4. Oprime aquí para conocer las instrucciones generales de esta tarea.
  5. Si tienes dudas sobre cómo someter tu tarea, oprime aquí.

Rúbrica

3.2 Tarea

Discurso del Método

No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice allí, pues son tan metafísicas y tan fuera de lo común, que quizá no gusten a todo el mundo. Sin embargo, para que se pueda apreciar si los fundamentos que he tomado son bastante firmes, me veo en cierta manera obligado a decir algo de esas reflexiones. Tiempo ha que había advertido que, en lo tocante a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran indudables, y esto se ha dicho ya en la parte anterior; pero, deseando yo en esta ocasión ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable.
Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aún acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños.
Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que buscaba.

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