Auge Y Caída De Un Gran Capo Del Narcotraficante.
Enviado por papetalopa • 9 de Septiembre de 2013 • 728 Palabras (3 Páginas) • 616 Visitas
Auge y caída de un gran capo del narcotráfico.
De Pablo Escobar, el famoso narcotraficante colombiano, hemos oído hablar miles de veces por su infinita capacidad para ejercer el mal, que llevó a organismos como la DEA a calificarlo como uno de los más grandes criminales de la historia. Sin embargo, poco se habla de sus orígenes familiares y sociales, de sus dimensiones humanas y de la manera como su personalidad fue evolucionando hasta llegar al desbordamiento. Alonso Salazar J. se sumergió en archivos y buscó testimonios inéditos de familiares y vecinos, de amigos y enemigos, para entrelazar en un intenso relato, sin maniqueísmo, versiones diversas y contradictorias que al final construyen un retrato más completo del personaje. Así, a lo largo de esta historia, Escobar aparece a veces como un guerrero que despertó la admiración de sectores excluidos que lo consideraron un héroe, y otras, como un villano que hizo de la muerte un negocio, y luego la amplió, con el terror indiscriminado, para someter al Estado y a la sociedad.
Aquí se presentan dimensiones íntimas, cuadros complejos y humanos, de un hombre que buscaba desesperadamente identidad y reconocimiento, y que amó a su esposa y a sus hijos hasta perder la vida por ellos. También encontramos una radiografía donde Escobar deja de ser un personaje brotado de la nada para convertirse en producto, por un lado,
de una sociedad, como la colombiana, plagada de conflictos históricos y, por otro, del gran negocio del final del siglo XX: el tráfico de cocaína.
¿Pablo? Pablo era el mejor amigo y el peor enemigo. Nunca le
Faltaron las guerras —en alguna medida vivió de ellas y para ellas— y las hizo con terquedad de sagitario acompañado de hombres rebautizados como Pasarela, Suzuki, Carrochocao, Trapiadora, Arcángel,
Tyson, Pinina, Chopo, Mugre, Arete, Angelito, Cuchilla, Pájaro,
Boliqueso, Bocadillo, Monja Voladora, Chapeto, Zarco, Risas, Comanche, Ñangas, Misterio… Algunos se vincularon recién graduados de
bachilleres en el colegio de los salvatorianos. En vez de curas, como
querían sus familias y como en algún momento llegaron a creerlo
ellos mismos, terminaron de bandidos. Pero como el que peca y
reza empata, según dice el dicho tradicional, aun en el furor de su
maldad participaban en la Semana Santa en La Estrella. En la Noche
de Prendimiento, el Jueves Santo, caminaban descalzos llevando
sobre sus hombros, en grupos de doce, una pesada imagen que evoca la escena en la que Cristo se dirige al juicio, traicionado por Judas.
Todos aprendieron a matar, pero no lo hacían por los odios
anidados en sus tripas, como los viejos pájaros —los asesinos de la
Violencia de mitad de siglo XX—, que mataban con un sentimiento
que lindaba con el misticismo. Éstos, los de Pablo, gente de la ciudad,
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