BUENOS A LA FUERZA

BUENOS A LA FUERZA

México está lejos de ser un país perfecto, hay muchos rubros en los cuales se deben trabajar de manera constante para lograr una mejoría definitiva y no momentánea, pese a esto, más allá de los bellos paisajes y una gastronomía que roza lo exótico, uno de los principales atractivos de esta bella nación es su gente. Cientos de culturas conviviendo unas con las otras en grandes ciudades, a veces en pequeños pueblos o incluso en jaulas como los animales, es un espectáculo digno de ver sea cuando sea se presente la ocasión.

El pasado 19 de Septiembre un temblor sacudió Ciudad de México, Oaxaca y Morelos, con resultados tan o incluso más devastadores como los de hace 32 años, la respuesta de la gente, no solo la de los citadinos que habitaban las zonas más afectadas, sino también de los estados más alejados, incluso ayuda internacional con muestras tan genuinas de solidaridad, fue abrumadora, por un breve momento recordamos que pisamos el mismo suelo y respiramos el mismo aire.

Nadie se quedó sin donar, nadie se quedó sin comer, nadie se quedó sin alguna que otra palabra de aliento en espera de un día mejor, nadie excepto un sector muy específico de la población, un sector tan abstracto y ridículamente acaparador como lo es la clase política de México. Dentro de esta dualidad muy marcada, las diferencias entre ambos puntos es bastante clara, el pueblo de México nunca puso un pero para ayudar, nunca renegó del tiempo invertido, incluso aquellos que no tenían nada lo dieron todo con el corazón en la mano.

Por el otro lado, se les pidió a los políticos que dieran la única cosa que no necesitan para sobrevivir, dinero, el presupuesto asignado cada año, dinero que irónicamente viene de los mimos bolsillos de la gente a la que se suponen deben de servir, más de siete mil millones de pesos que son gastados en mantas, cachuchas, ropa, volantes, anuncios, comerciales, etc, pudieron haber encontrado un mejor destino que es volver a quien realmente le pertenece el recurso, a su gente.

Lamentablemente con una actitud infantil, egoísta y malcriada la propuesta de donar el presupuesto asignado para el año 2018 fue rechazada tan groseramente que es fácilmente comparable al berrinche de un niño consentido cuando a este se le quita su juguete favorito, solo que este juguete vale miles de millones de pesos y no le pertenece al niño. Casi a la fuerza conforme pasaron los días y como premio de consolación, poco a poco los partidos fueron autorizando de manera pública recurso tras recurso pero una vez más, siguiendo el rastro siniestro que deja el modus operandi de la política mexicana, el donar se convirtió en un concurso por ver quién da más.

Entre la sociedad en general y la clase política la diferencia es muy clara: la primera actúa por un sentido de la bondad puro, por un sentido de hermandad y pertenencia de manera desinteresada que no va más allá del bien común, la segunda lamentablemente se ve movida por una reprochable actitud relación de costo-beneficio en lo que se podría interpretar como un inicio temprano del circo de lo que serán las elecciones del año que viene, a fin de ganar seguidores, la confianza del pueblo y votos, votos que decidirán el futuro de un país con voluntad de hierro, que ha sido golpeado por fenómenos sociales y naturales, pero que sin embargo, se sostiene por sí mismo gracias al calor de su gente, que desde luego, no es reflejo de sus gobernantes y que se merece algo mejor, algo mucho mejor.

...