Bajo el Cielo Peruano
Enviado por Carla Rubio Ramírez • 5 de Noviembre de 2018 • Ensayo • 2.724 Palabras (11 Páginas) • 202 Visitas
BAJO EL CIELO PERUANO
Nos centramos en América del Sur, país PERÚ; tierra de riquezas culturales, maravillas creadas por la naturaleza y el hombre, escenario de múltiples guerras y batallas donde patriotas valerosos dieron su vida por verla crecer y actualmente el hogar de la mayor diversidad mundial en todos sus aspectos.
Lima, capital. Les presento a Elvira Tineo Sifuentes, sus características son de una típica mujer limeña: estatura promedio, cabello castaño oscuro, tez blanca, ojos marrones, etc.; tiene 41 años, está casada y espera formar una familia, trabaja como abogada y reside junto a su esposo en Miraflores. Es martes y el cielo aun esta nublado por la lluvia en la mañana, Elvira llama a su esposo desde el trabajo diciendo que llegará tarde porque tiene una cita con el médico acerca del tema que parece haber sido su única preocupación en los últimos dos meses.
Tierras de Huaraz. Rosenda Flores Ríos es una mujer de 70 años, tanto sus padres como ella son autóctonos de aquella zona, todo lo que conoce es “trabajar, esforzarse y sobrevivir”; tiene 6 hijos, 3 se han instalado en la selva, 1 ha viajado al extranjero, 1 vive en Huaraz pero no la visita mucho y el último se ha instalado en Lima; hasta el momento nuestra querida madre soltera sigue alimentándose “del fruto de sus manos”. Es martes y a pesar de una baja temperatura se puede divisar un radiante sol naciente, ese día recibirá una llamada inesperada.
Ucayali, Pucallpa. Está en plena juventud, Indira Alegría Ramírez acaba de conocer a su “primer amor”, ella con 15 años y él con 18. Después de pasar toda su adolescencia con amores secretos, Marco P., su amigo de infancia, es el primer valiente en declararle sus sentimientos. Es martes, Indira sale temprano rumbo al colegio, de improvisto empieza a caer una lluvia torrencial que la obliga a acelerar el paso y mientras corre logra ver el tono rojizo que va adquiriendo la tierra, ella sonríe y piensa “por eso el nombre Pucallpa”; no se imagina que la vida la empezará a probar muy pronto.
Lima, capital. Elvira salió 30 minutos antes, condujo hasta el hospital “Almenara”, subió al segundo piso, recuperó el aliento y revisó su reloj: 4:00 p.m., gracias a Dios estaba a tiempo. Vio que no había gente esperando lo que significaba que pronto sería su turno, una sensación que hace mucho no experimentaba se apoderó de ella, le llegaron cerca de mil pensamientos en un minuto; “Elvira Tineo el médico la está esperando”, esas palabras la sacaron de su trance, era momento de saber si todos los ruegos habían valido la pena.
Tierras de Huaraz. Ya era medio día, el sol estaba en su máximo esplendor, la tierra había sido labrada, las plantaciones daban señales de su pronta cosecha junto a las recientes siembras de aquella trabajosa mañana. Rosenda entró a su humilde hogar, que no quedaba muy lejos, y se disponía a prender el fuego cuando tocaron a su puerta. ¡Ma’ Rosenda, ma’ Rosenda!, ella reconoció esa voz enseguida, acercándose poco a poco fue llamando: ¿Alejo, Alejo, eres tú mijo’?, abrió la puerta y la cara que mostraba Alejo (una combinación entre preocupación, asombro y cansancio) le hizo intuir que algo iba a alterar la paz de sus días; Ma’ Rosenda se trata de “el Pepe”, hace poco hable con él y me pidió que los pusiera en contacto.
Ucayali, Pucallpa. “Hoy fue un día tranquilo”, comentó Indira mientras guardaba sus cosas en la mochila, “¿Tranquilo?, ya olvidaste que ha llovido toda la mañana” le replicó su mejor amiga, Saray. Ambas adolescentes caminaban a la salida, sumergidas en su conversación, cuando Indira notó su presencia:” ¡Qué haces aquí, oye!” dijo alegremente mientras se dejaba rodear por los brazos de su enamorado, “Te quería dar una pequeña sorpresa, pues” respondió él, se presentó y juntos emprendieron el camino de regreso. Saray fue la primera en despedirse; unos kilómetros después Marco hizo lo mismo, no sin antes darle un caluroso beso a su enamorada. Indira entró a su casa y su madre la recibe con una noticia: “¡Oye, ha llegado el ñaño Daniel!” a lo que ella responde: “¿Quién es él?”; ciertamente Indira no lo recordaba pues la última vez que se habían visto ella era aún una bebé; “luego se terminan de presentar ahora ayúdame a poner la mesa” le replicó su madre. Indira se retractó y pensó: “Al parecer este día no se será tan tranquilo como imaginé”
Lima, capital. Todo se veía en orden, la mezcla de olores medicinales llenaba el ambiente, se podía notar la pulcritud del lugar al igual que del médico sumándole a éste último su amabilidad. “Valla no se esperaba menos de un profesional tan reconocido en todo el Perú”, pensó Elvira; tomó asiento y se adelantó a pedir disculpas por haber postergado unos días la cita: “Es por el trabajo”, dijo, “Es por los nervios”, pensó. El médico la tranquilizó y le dijo que el haber retrasado una penosa noticia no es motivo de reprochar, Elvira al escuchar estas últimas palabras se agarró fuerte al asiento y luego sintió como traspasaban su alma las siguientes: “Señorita Elvira Tineo, lamento informarle que nuestras sospechas acerca de su infertilidad han sido confirmadas”. La sala se quedó en silencio unos minutos que pasaron muy pero muy lentos.
Tierras de Huaraz. En un viejo camión subieron y Alejo condujo hasta aproximarse a la ciudad para luego para en su residencia. Rosenda admiró la casita que había cambiado bastante a como ella la recordaba, pero no era lo único pues cuando sus nietos salieron a recibirla por poco no los reconoce y aunque ellos no mostraron mucho interés Rosenda pensaba ,mientras iba saludando a cada uno, que era uno de los momentos más felices en su vida. “Ya niños ayúdennos pue’, descarguen el camión mientras llevo a mi viejita para que hable con su tío Pepe” dijo Alejo; el mayor de los niños dio la noticia de que éste había vuelto a llamar y esta vez sonaba ansioso e incluso desesperado. Alejo busca el número de Pepe, realiza la llamada y no esperan mucho para que les conteste en un tono de ruego: “Hola, ¿cambiaste de opinión?”, “no”, le contesta Alejo, “pero he traído a nuestra mamá Rosenda y desde ahora ella se encargará del resto, ya no tengo pendientes contigo” le expresó; “Pásame con ella y gracias” le dijo Pepe; Rosenda tomó el celular de una forma algo torpe y no puedo contener la alegría: “¡ Hijo, ay mijo’ de mi corazón!, ¿Qué pasa papito, algo que tu madrecita te pueda ayudar?”; “¡Ma’ Rosenda! Ay ma’ Rosenda sigues siendo tan bondadosa con este hijo que mal te ha pagado, sé que ya no estás joven pero no me queda más remedio que pedir tu ayuda, pasa madre que… ”, Hubo un corto silencio y se escuchó el suspiro del otro lado del teléfono, “Ma’ Rosenda en Lima sí me encuentro pero me he desviao’ por el mal camino, cómo saben que tengo bajos recursos me han inculpao’ de un asesinato a mano fría, ahora estoy preso hasta que se realice el próximo juicio y necesito a alguien conmigo, me siento solo en esta ciudad tan grande, alguien que pueda visitarme, ayudar a poder limpiar mi nombre y sobre todo que pueda conseguirme un abogao’”. Rosenda escuchó atenta todo el relato y fue allí cuando todo su sentir de madre se concretó en estas palabras: “Mijo’ no temas que Dios y tu mamita están contigo”. No es necesario explicar lo que pasó luego.
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