Breve Ensayo Sobre La Falta De Cultura Y La Mala Educacion
Enviado por armandosmile • 8 de Mayo de 2014 • 4.219 Palabras (17 Páginas) • 792 Visitas
Breve ensayo sobre la falta de cultura y la mala educación
Joaquín Rodríguez
Laboratorio del Procomún. Medialab Prado. Diciembre 07
La falacia del comunismo lingüístico y el fracaso escolar sistemático __________1 La no lectura y los agujeros negros _____________________________________________ 5
La falacia del comunismo cultural __________________________________________6 La librería, la biblioteca, el museo o la galería de arte como templos inaccesibles ____________ 7
Las contradicciones de la democratización del acceso a la cultura, el papel de la
cultura popular y el incierto futuro del procomún cultural____________________8
La falta de cultura, la mala educación y el procomún________________________10
Resumen: Para mí existe una falacia consentida y universalmente propagada: la cultura, como la lengua, es de todos
porque todos la aprenden, todos la reciben (supuestamente) por igual. Pero esa falacia del comunismo cultural o del
comunismo lingüístico esconde enormes e insalvables diferencias de acceso a la cultura y a la lengua, diferencias que,
por una parte, son estructurales, atañen a la educación, al capital cultural heredado y propio, y son, por otra parte,
circunstanciales, porque implican una oferta cultural variada que las personas demandan en función de su trayectoria
educativa y cultural previa. Las divergencias culturales son en la mayoría de los casos, por eso, insuperables, y el
problema viene cuando esa diferencia social se traduce en una ideología naturalizada, cuando se convierte en la
ideología del don, en la presunción de que cada uno de nosotros estamos dotados de una serie de capacidades para
la percepción y apreciación de lo que es culturalmente valioso que no deben nada a nuestros orígenes, que son
innatas e ingénitas. Cualquier política cultural, por tanto, que reclame como un valor el acceso generalizado a los
principales valores culturales producidos por la humanidad no puede conformarse con una invocación vacua, con un
canto al sol, sino que debe propiciar, generar y favorecer las condiciones universales de acceso a lo universal o, en
nuestras propias palabras, las condiciones necesarias para que el procomún cultural sea universalmente accesible.
Voy a comenzar (y espero que acabar, concluir acabando) con tres o cuatro falacias y unas
cuantas paradojas relacionadas con el acceso a la cultura y su supuesto disfrute.
La primera y principal de las falacias: la del comunismo lingüístico. La segunda y falacia derivada:
la del comunismo cultural. La tercera falacia, la de que la cultura popular es una forma de
resistencia a la alta cultura.
La falacia del comunismo lingüístico y el fracaso escolar sistemático
Por el hecho de que todos aprendemos ineludiblemente a hablar, de que somos animales
parlantes y simbólicos, se nos supone automáticamente, de manera indiscriminada y universal,
el dominio de la lengua que hablamos, una competencia lingüística ecuménicamente
equiparable, sin diferencias notables entre unos y otros, en todo caso contrastes dialectales,
acentos distintos, pero en ningún caso un dominio desigual del lenguaje, porque se supone que
es una suerte de materia fluida que se reparte de manera indistinta e igualitaria entre todos los
miembros de una comunidad lingüística. Esta falacia es especialmente dañina en el entorno
escolar, sobre todo en aquellas comunidades escolares que, como la nuestra en la actualidad,
se nutre de una población emigrante de orígenes geográficos muy heterogéneos y de una
competencia lingüística que en algunos casos ni siquiera ha sido adquirida. Pero no hace falta
descender a los casos más extremos —los de jóvenes que ni siquiera conocen la lengua del
país de acogida y provienen de entornos familiares depauperados— para constatar que la
distancia que separa a cada uno de los alumnos de orígenes sociales y entornos familiares muy
diversos respecto a la lengua estándar cultivada (LEC), que es en la que la institución escolar se
expresa, la que enseña y la que utiliza como punto de comparación, es inasequible para la 2
mayoría de los alumnos que proceden de entornos socioculturales degradados. Existen al
menos tres maneras de comprobar que los alumnos que no hayan venido previamente dotados
del capital lingüístico necesario, tenderán a fracasar sistemáticamente en sus intentos de
equiparación, si es que ese intento o aspiración llega a generarse o a producirse, porque lo
más habitual es que cuando se perciban esas barreras invisibles de uso y manejo de la lengua,
se produzca un rechazo o renuncia definitivos, más o menos agresivos. El lenguaje está
profundamente inscrito en el cuerpo, en nuestras maneras de expresarnos, en nuestro acento,
en la pronunciación o deje, en nuestros gestos y expresiones, y esos usos y modulaciones que
provienen de nuestra habituación familiar y social, chocan con la norma estandarizada
propuesta y utilizada por la escuela. Es posible que en algunos casos, pura desviación
estadística, haya alumnos que admitan el bruñido y abrillantamiento, es decir, que procedan de
una clase social con buena voluntad cultural que perciba claramente que la equiparación a la
norma social es la garantía del éxito escolar, y muestren, en consecuencia, una predisposición
redoblada a obtener lo que la escuela puede darles, a destacar por encima, incluso, de los que
ya están dotados del capital lingüístico necesario. Esa dotación desigual de capital lingüístico se
expresa claramente en cifras: el 21,1% de los estudiantes de 15 años confiesa tener dificultades
para la lectura, y España, según la Unión Europea, presenta un índice de abandono escolar
prematuro de un 38,2%, lo que además supone un aumento de un 2,3% en relación con el año
2000, y que es la tercera cifra más alta de toda la Unión. Las cifras de fracaso escolar
sistemático son tercas y elocuentes: en cuanto a la finalización de la Secundaria, la media de
jóvenes en la Unión de entre 20 y 24 años que han terminado estos estudios era del 76,7% en
2004 (76,4% en 2000), frente al 61,8% de España, que a su vez supone un empeoramiento,
pues en 2000 este porcentaje ascendía al 66,2%. Por detrás de nuestro país, tanto en abandono
de los
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