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COSMOVISIÓN


Enviado por   •  15 de Octubre de 2014  •  4.815 Palabras (20 Páginas)  •  263 Visitas

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COSMOVISIÓN 

CARLOS VIESCA TREVIÑO

Toda cultura ha desarrollado una manera que le es pro¬pia de comprender la estructura y dinámica del universo, el lugar que ocupa en él, y el papel desempeñado por el hombre. Cuando las condiciones his-tóricas, su inventiva y sensibilidad no se lo han permitido, ha hecho suya -imprimiéndole rasgos propios, claro está- la que em¬plean otras culturas, vecinas suyas en el tiempo y el espa¬cio. A la matriz inter-pretativa así lograda es a lo que se denomina cosmovisión.

La función principal de la cosmovisión es ubicar al hombre en el universo estructurando los sis-temas ideo¬lógicos del grupo en cuestión en un todo coherente y congruente. Son pues las cosmovisiones sistemas de víncu¬los y relaciones y tienen un campo de acción más amplio y dan base común a varios de estos sistemas ideológicos que, por definición, operan en ámbitos bien delimitados. La religión, la filosofía, la magia, la medicina, la cien¬cia, la moral, la ley, etcétera, tienen que ver, como sis¬temas ideológicos que son, con la cosmovisión. Ninguna de ellas es la cosmovisión, porque todas participan de ella y con-tribuyen a conformarla. En las ciencias del hombre, en las que la verdad sabemos que es relativa, sólo parcialmente verdadera, se aspira cada vez menos a establecer el hecho científico en sí, y cada vez más a de¬tectar y comprender la congruencia que guardan entre ellos sus componentes. Quizá por eso, al ser estudiadas las culturas surge necesariamente la urdimbre que da cuerpo a la malla de sus manifes-taciones y que las hace consecuentes entre sí.

Al tratar de establecer los elementos para hacer accesible la comprensión del universo, la cosmovisión opera poniendo en relieve los principios que se determinan, al ella hacerlo, como rectores de tal comprensión; pueden pertenecer a uno de los sistemas o provenir de varios de ellos, pero siempre proporcionan bases para ordenar, es decir, para clasificar. Esta es la razón de que se haya llegado a confundir cosmovisión con taxo¬nomía, pero ésta es simultáneamente la razón de que a través de los sistemas clasificatorios se pueda penetrar al universo creado por la cosmovisión a partir de y en reflejo con el universo real.

Con este criterio y considerando a la medicina como un sistema ideológico y no como una forma absoluta de determinar la realidad, pienso que no es factible enten¬der el significado verdadero de las prácticas y creencias médicas de ninguna sociedad, si no se tiene continua¬mente ante sí la referencia de su cosmovisión que, repito, es la que las hace congruentes con su concreta realidad social.

La estructura del cosmos en el pensamiento náhuatl parte de dos conceptos básicos: el de los intentos dia¬lécticos repetidos para buscar un orden ideal, manifes¬tando en las creencias acerca de la existencia de cuatro mundos previos al nuestro y el de la ordenación del mun¬do actual siguiendo un eje vertical cuyo centro corta en su centro a la superficie de la tierra sobre la que ha¬bita el hombre.

No entraré en detalles descriptivos acerca de los cua¬tro soles pretéritos, sólo me limitaré a comentar algunos aspectos generales. En primer término, la sola considera¬ción de su existencia lle-va a plantear la cuestión de la finitud. La posibili-dad sola de que el sol y el mundo al que alimenta con su calor pudieran ser destruidos y, aún más, la creencia de que esto sucedía periódicamen¬te, ubi-ca al hombre prehispánico en una situación de doble inseguridad frente al cosmos. Sólo Ome-teotl, el dios creador de cuyo principio nadie habla, poseedor de la doble naturaleza masculina y feme-nina y como tal, de todos los contrastes, dualida-des y polaridades que hacen factible que el uni-verso exista, era considerado fuera del tiempo, in-manente y, por lo tanto, dotado de las caracterís-ticas de la eternidad. Todo el resto del universo es ya producto de creación y, habiendo tenido un prin-cipio debería lógicamente tener fin. Hombre, ani-males, espí¬ritus, seres celestes o del inframundo, planetas, dioses, todos habrían necesariamente de morir; lo que variaba era la duración de la vida de cada uno de ellos. La muerte alcanzaba a todos los seres. Los mitos y leyendas hablan acerca de la muerte de los dioses. Recordemos que en sus templos guardaban el bulto mortuorio del dios, pro-tector del pueblo, del barrio o de la ciudad, y que éste contenía los huesos de dicho dios.

El segundo punto a considerar es el de la duración, el problema del tiempo. En la visión na-hua del mundo el tiempo que tenía un significado muy especial: aparente¬ mente vectorial, es decir, siguiendo una línea provista de una dirección defi-nida que pudiera identificarse como la que procede del nacimiento a la muerte y, aquí está la particu-laridad, la que también conduce de la muerte a la vida. Esto no quiere decir que se creyera en círcu-los de transmigraciones, sino que cada muerte tie-ne for¬zosamente que generar nueva vida, una vida transforma¬da que representa un paso más en la línea, la cual no lleva obligatoriamente hacia arriba ni hacia abajo, sino que solamente avanza. Estos vectores conducen siempre al fin de un lapso, por ejemplo la muerte de un indivi¬duo o la catástrofe final de uno de los soles cosmogó¬nicos, pero cada una de estas terminaciones provoca una nueva creación, lo que convierte al esquema general en cíclico.

El tiempo humano entronca y se entrelaza con el tiempo mítico, más largo, que representa la duración de ciclos de vida de los astros y, por lo tanto, de los dioses identificados con ellos. Se ha-bla entonces de lapsos de duración variable de-pendiendo de la fuente que leamos, pero siempre desmesurada en relación con la vida huma¬na. Este es el tiempo de la vida cósmica, el de los soles. Es de señalarse el que la duración atribuida a cada uno de ellos en la mitología prehispánica, indepen-diente¬mente de que varíe de acuerdo con el texto consultado, nunca tiene que ver con la extensión en el tiempo de periodos geológicos, y menos aún con la inmensidad del tiempo cósmico tal y como ha llegado a precisarlo la cien¬cia moderna. La du-ración de los soles y, consecuente¬mente de los mundos, es expresada en términos de dura¬ción histórica, es decir, de lapsos que son compatibles con el desarrollo de las civilizaciones. De alrededor de cuatro mil años en el tiempo atribuido al mundo. El hombre, mediante el cumplimiento de un des-tino puede trascender su tiempo y llegar a partici-par con los astros de una más larga expectativa de vida: de la pira en que fue incine-rado Ce Acatl To-piltzin surgió su corazón para con¬vertirse en el Lu-cero Matutino; del altar de los sacri¬ficios una de las entidades anímicas, el tonalli, de los guerreros sur-gía para participar

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