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CULTURA CHICHA


Enviado por   •  23 de Octubre de 2014  •  4.137 Palabras (17 Páginas)  •  352 Visitas

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Hay una pregunta crucial que genera este ensayo: ¿qué nos impide reconocernos como chichas? Acaso una mala comprensión del fenómeno, nuestra ignorancia, nuestros prejuicios históricos, su asociación con lo abyecto, acaso todas las razones por las cuales nuestra sociedad nunca se identificó plenamente con lo indio, ni con lo cholo y ahora con lo chicha. En efecto, el gran problema de los peruanos es que siendo un conjunto de nacionalidades indias jamás nos hemos identificado como indios. Estamos orgullosos de nuestro pasado noble inca, pero no de nuestro presente indígena1. Tampoco nos hemos identificado como cholos a pesar de que la mayoría tiene ancestros indígenas o proviene de la sierra, donde se cree se asienta lo cholo, ni como mestizos a pesar de que Ricardo Palma dijo que “el que no tiene de inga tiene de mandinga”. Por alguna razón, los peruanos se apegan más a lo colonial que a lo prehispánico, a lo hispano que a lo indígena. Es justamente nuestra condición colonial la que nos ha impedido identificarnos como indios, mestizos, cholos y ahora como chichas.

¿Es lo mismo ser cholo que chicha? ¿Por qué los afroperuanos o asiático peruanos no se identifican como cholos? ¿Qué pasa con los selváticos que no se sienten cholos?

Yo planteo la hipótesis de que el paradigma de lo cholo o de la “cholificación” estudiado por Aníbal Quijano (1980) ha sido ya superado. En efecto, el proceso de cholificación se produjo dentro de un contexto en el que la movilidad social era menor y más lenta; en cambio, lo chicha se da en un contexto donde esa movilidad es mayor y más fluida. Hemos pasado de castas a clases y de clases a una hibridez acelerada. Voy a usar una metáfora para explicar este proceso de “chicheficación” que aún no ha concluido. Esta metáfora tiene que ver con la fruta, la ensalada de fruta y el jugo de fruta como representantes de tres estadios en nuestra evolución cultural e identitaria. El primer estadio implica un contacto cultural en el que se mantienen separados a los grupos étnicos y culturales de manera que se promueve el racismo, la segregación y la marginación desde una posición dominante y jerárquica. En este momento podemos hablar de frutas (castas, clases, etnias) separadas. El segundo estadio hace evidente el proceso inevitable de mezcla étnica y cultural en uno que va de menos a más, de modo tal que las frutas se van desarticulando en trozos cada vez más pequeños que se mezclan con trozos de otras frutas. En efecto, la ensalada de frutas representa muy bien los procesos de sincretismo, transculturación o heterogeneidad cultural representados cabalmente por el estudiado por Quijano. Pero, ¿qué pasa cuando la ensalada de frutas sigue mezclándose y diluyéndose a lo largo del tiempo? Sucede que estamos frente al estadio del jugo de frutas, que implica una mezcla tal que tiende a la homogenización. Creo que la cultura chicha representa este proceso.

Para los que todavía conservan el muy raro sentido común, es imposible no percibir el nuevo rostro cultural del Perú. Sus sonidos penetran nuestros oídos, sus imágenes invaden nuestra mirada, disfrutamos de sus sabores, olemos las variaciones de sus aromas y nuestra piel siente las texturas de ese mundo real que nos cerca y que no podemos eludir. Pero siempre hay una resistencia a aceptar el término con el que designamos nuestra peculiar formación cultural de raíz y tronco prehispánico. Lo mismo pasó con los términos ‘cholo’, ‘mestizo’, o ‘indio’ con los que nuestra “sociedad” nunca se identificó o tardó mucho en identificarse. Sin embargo, creo que el paradigma de lo cholo ha evolucionado hasta el punto que ahora ya no podemos sostener que lo propiamente peruano en la cultura nacional es el elemento cholo. ¿Qué nombre le ponemos a una cultura que rompe con la oposición andino-costeño e integra lo selvático? ¿Cómo llamamos a la cultura que integra y se vale de todo para sobrevivir en medio de fuerzas que luchan por desaparecerla? Hay evidentemente una cultura nueva que se desarrolla en un espacio distinto, que rompe las clásicas oposiciones binarias con las que hemos reflexionado nuestra peculiar formación cultural y social. Esta cultura nueva a la que llamamos ‘chicha’ es urbano marginal o rural urbana, y surge como consecuencia de las migraciones internas y externas de los diversos grupos culturales que conviven en nuestro país. ¿Cuáles son las diferencias con la cultura llamada chola? ¿Son dos etapas de un mismo proceso o son diferentes?

El fenómeno chicha es un huaico que ha caído como una nueva capa de pintura sobre (casi) todo el territorio peruano. Este huaico es producto –no digo nada nuevo– del abandono, marginación y postergación de los grupos culturales subalternos que, en el caso del Perú, son paradójicamente la mayoría. Lo anterior trajo como consecuencia el denominado “desborde popular”, que no es otra cosa que la migración interna, inevitable e incontrolable, que ha roto los muros de contención de las ciudades donde ahora viven los “pitucos”2 segregacionistas y antes habitaban los descendientes de los españoles americanos o criollos herederos de la tradición colonial europea. Estos espacios han sido invadidos por migrantes entroncados en las tradiciones culturales autóctonas, provenientes del interior del país, que ahora habitan en el centro mismo de la capital o frente a los barrios residenciales de las principales ciudades peruanas. José María Arguedas registró en El Zorro de arriba y el zorro de abajo (1971) el surgimiento del nuevo rostro social y cultural del Perú emergente de todas las sangres. En efecto, a partir de 1950 se produjeron las mayores oleadas migratorias desde espacios sociales y culturales históricamente marginados por el Estado peruano hacia espacios que recibían todos los beneficios de ese mismo Estado miope que vivía de espaldas a la realidad de las provincias, especialmente serranas y selváticas. Pero, aunque Arguedas pudo intuir las transformaciones que se venían, no vio, por su muerte trágica en 1969, los cambios que esas olas migratorias han generado en el Perú de fines del siglo XX e inicios del siglo XXI.

Lo que antes fue el espacio privado criollo ahora también es el de lo chicha. Lo que antes estuvo separado por muros invisibles ahora está en el centro mismo de la nacionalidad. Lo que por una minoría –cada vez menor– sigue siendo considerado inferior y despreciable, se impone paulatinamente hasta recuperar (por ocupación y posesión) un espacio que siempre ha reclamado como suyo porque le fue arrebatado. Lo que antes dividía al otro occidental del otro andino ha dado paso a la construcción de una sociedad integradora. Esta, básicamente inclusiva, construye un nosotros común al margen de cualquier planificación o proyecto oficial. El tinkuy

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