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Cataclismo De Damocles


Enviado por   •  28 de Octubre de 2013  •  1.325 Palabras (6 Páginas)  •  593 Visitas

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Gabriel García Márquez

Escritor (Colombia).

Para la Universidad para la Paz,

el día en que sucedió este discurso.

Un minuto después de la última explosión,

más de la mitad de los seres

humanos habrá muerto, el

polvo y el humo de los continentes en

llamas derrotarán a la luz solar, y las

tinieblas absolutas volverán a reinar

en el mundo. Un invierno de lluvias

anaranjadas y huracanes helados invertirá

el tiempo de los océanos y volteará

el curso de los ríos, cuyos peces

habrán muerto de sed en las aguas ardientes,

y cuyos pájaros no encontrarán

el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán

el desierto del Sáhara, la vasta

Amazonia desaparecerá de la faz del

planeta destruida por el granizo, y la

era del rock y de los corazones transplantados

estaría de regreso a su infancia

glacial. Los pocos seres humanos

que sobrevivan el primer espanto,

y los que hubieran tenido el privilegio

de un refugio a las tres de la tarde del

lunes aciago de la catástrofe magna,

sólo habrán salvado la vida para morir

después por el horror de sus recuerdos.

La Creación habrá terminado.

En el caos final de la humedad y

las noches eternas, el único vestigio de

lo que fue la vida serán las cucarachas.

Señores presidentes, señores primeros

ministros, amigas, amigos:

Esto no es un mal plagio del delirio

de Juan en su destierro de Patmos,

sino la visión anticipada de un desastre

cósmico que puede suceder en este

mismo instante: la explosión —dirigida

o accidental— de sólo una parte

mínima del arsenal nuclear que duerme

con un ojo y vela con el otro en las

santabárbaras de las grandes potencias.

Así es: hoy, seis de agosto de 1986,

existen en el mundo más de cincuenta

mil ojivas nucleares emplazadas, en

términos caseros, esto quiere decir

que cada ser humano, sin excluir a los

niños, está sentado en un barril con

unas cuatro toneladas de dinamita,

cuya explosión total puede eliminar

doce veces todo rastro de vida en la

Tierra. La potencia de aniquilación de

esta amenaza colosal, que pende de

nuestras cabezas como un cataclismo

de Damocles, plantea la posibilidad

teórica de inutilizar cuatro planetas

más que los que giran alrededor del

sol, y de influir en el equilibrio del Sistema

Solar. Ninguna ciencia, ningún

arte, ninguna industria se ha doblado

a sí misma tantas veces como la industria

nuclear desde su origen, hace

cuarenta y un años, ni ninguna otra

creación del ingenio humano ha tenido

nunca tanto poder de determinación

sobre el destino del mundo.

El único consuelo de estas simplificaciones

terroríficas —si de algo nos

sirven— es comprobar que la preservación

de la vida humana en la Tierra

sigue siendo todavía más barata que la

peste nuclear. Pues, con el solo hecho

de existir, el tremendo apocalipsis

cautivo en los silos de muerte de los

países más ricos está malbaratando las

posibilidades de una vida mejor para

todos.

En la asistencia infantil, por ejemplo,

esto es una verdad de aritmética

primaria. La UNICEF calculó en 1981

un programa para resolver los problemas

esenciales de los quinientos millones

de niños más pobres del mundo,

incluidas sus madres. Comprendía

la asistencia sanitaria de base, la educación

elemental, la mejora de las

condiciones higiénicas, del abastecimiento

de agua potable y de alimentación.

Todo esto parecía un sueño imposible

de cien mil millones de dólares.

Sin embargo, ése es apenas el costo

de cien bombarderos estratégicos

B-1B, y de menos de siete mil cohetes

Crucero, en cuya producción ha de invertir

el gobierno de los Estados Unidos

veintiún mil doscientos millones

de dólares.

En la salud, por ejemplo: con el

costo de diez portaviones nucleares

Nimitz, de los quince que van a fabricar

los Estados Unidos antes del año

2000, podría realizarse un programa

preventivo que protegiera en esos

mismos 14 años a más de mil millones

de personas contra el paludismo, y

evitara la muerte —sólo en África—

de más de catorce millones de niños.

En la alimentación, por ejemplo: el

año pasado había en el mundo, según

cálculos de la FAO, unos quinientos

setenta y cinco millones de personas

con hambre. Su promedio calórico indispensable

habría costado menos de

ciento cuarenta y nueve cohetes MX,

de los doscientos veintitrés que serán

emplazados en Europa Occidental.

Con veintisiete de ellos podrían comprarse

los equipos agrícolas necesarios

para que los países pobres adquieran

la suficiencia alimentaria en

los próximos cuatro años. Ese programa,

además, no alcanzaría a costar ni

la novena parte del presupuesto militar

soviético de 1982.

En la educación, por ejemplo: con

sólo dos submarinos atómicos Tridente,

de los veinticinco que planea

fabricar el gobierno actual de los Estados

Unidos, o con una cantidad similar

de los submarinos Typhoon que

está construyendo

...

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