Ciudadanía y diferencia

Ciudadanía y diferencia.

El tema ciudadanía envuelve por lo menos dos aspectos a destacar. En primer lugar se refiere a un sentimiento de pertenecer, compartir intereses, memorias, experiencias con otros. Sentirse parte de una amplia colectividad, poseer valores en común, y sentimientos profundos de identificación. Se trata de un campo poblado por valores profundos, cargado de contenidos emocionales y fuerza simbólica.

Pertenecer a una clase, grupo, comunidad, categoría o nación es poseer una localización en el mapa social, o sea, tener una posición social reconocida como legitima y situarse en un espacio físico compartido. Si pertenecer significa formar parte de lo que la colectividad reconoce como un nosotros, estar legítimamente situado en el mundo es tener derecho reconocido de desempañar atribuciones propias de determinada posición en un sistema de relaciones sociales que permite e impide el acceso a determinados recursos materiales y simbólicos.

Un gran número de esferas de la vida social se estructura a partir de principios de inclusión/exclusión en el universo de derechos y en la definición de responsabilidades sociales. Por los usos y costumbres, se reconocen y validan fronteras simbólicas y políticas en el interior de la nación, y ser regula el acceso a los más variados recursos. Tales principios sin embargo, no son fijos aunque algunos tienden a recibir una gran inflexión naturalizada por parte de la sociedad. Para comprender la vida social es necesario reconocer que la condición política y cultural globalizada desencadeno la formación de un nuevo valor fundamental, la creencia de que la legitimidad de los clivajes sociales tradicionales está en cuestión.

Las luchas que, históricamente, vienen desenvolviéndose en nombre de la ciudadanía constituyeron una agenda específica en torno de la cual los cambios fueron desarrollándose progresivamente.

Pertenecer a una comunidad política es algo que impone la formulación del compromiso, con intereses definidos. Sin embargo el reconocimiento de que hay modos particulares de inserción y de participación en ese todo y que esos son, entre sí, irreductibles hace emerge la tensión entre, por un lado, metas conseguidas por la colectividad política como un todo, y por otro lado, estilos, trayectorias, demandas y posibilidades que son particulares a cada uno de los segmentos y categorías sociales que ella abarca. Produciendo delineamientos más específicos y de aquello que se define como derecho, los movimientos sociales constituyeron y legitimaron nuevos sujetos políticos. La cuestión es que permanecemos al mismo tiempo, a diferentes categorías y agrupamientos sociales, todos esos criterios de segmentación y clasificación social poseen peso en el delineamiento de las reivindicaciones de la ciudadanía.

En suma, pertenecer a una comunidad inclusiva, es condición que fundamentalmente abriga principios y prácticas de inclusión y exclusión y que más allá de eso, se estructura en torno al derecho a la diferencia.

...