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"Conferencia Internacional", 1966


Enviado por   •  15 de Mayo de 2013  •  1.653 Palabras (7 Páginas)  •  2.257 Visitas

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Señor Primer Ministro, señor Ministro de Relaciones Exteriores, señor Secretario General de la Asamblea, señores representantes, estimados colegas y amigos. Me ha tocado en suerte ser el último orador, cosa que me da mucho gusto, porque como quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país, que no tiene poderío militar, ni político, ni económico, ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras, ya que de mi voto depende el triunfo de los verdes o de los colorados.

Señores representantes, estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta ante la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante; pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables, que se ha dado el singular caso de que un solo voto, el voto de un país débil y pequeño, pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos como quien dice, en una gran báscula con un platillo ocupado por los verdes y con otro platillo ocupado por los colorados; y ahora llego yo, que soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese lado se irá la balanza, háganme el favor. ¿Y no creen ustedes que es mucha responsabilidad para un solo ciudadano?, porque además, no considero justo que la mitad de la humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir bajo un régimen político y económico que no es de su agrado, solamente porque un tríbulo embajador haya votado, o lo hayan hecho votar en un sentido o en otro. Por eso yo, el que les habla, su amigo, yo, ¡no votaré por ninguno de los dos bandos!

Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos debido a tres razones.

Primero, porque repito que no sería justo que el solo voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera los destinos de cien naciones. Segunda, porque estoy convencido de que los procedimientos, repito, recalco, los procedimientos de los colorados ¡son desastrosos! Y tercera, porque estoy convencido de que los procedimientos de los verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos.

Y si no se callan de plano yo ya no sigo y se van a quedar con la tentación de saber lo que tenía que decirles. Señor Secretario, ¡échele al martillo!, pues ya se arma un relajo aquí que…

Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son respetables, aunque sean “ideitas” o “ideotas”, y aunque no esté de acuerdo con ellas. Lo que piense ese señor o ese otro señor o ese señor o ese de allá de bigotitos que no piensa nada porque ya se nos durmió; eso no impide que todos nosotros seamos muy buenos amigos.

Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores, y “a chaleco” tratamos de imponérselo a los demás y si no los aceptan, decimos que son unos tales por cuales y ratito andamos a la greña, ¿ustedes creen que eso está bien?, tan fácil que sería la existencia si tan solo respetásemos el modo de vivir de cada quien. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes; pero más grandes de nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

Así me gusta, no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad de mis palabras. Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el señor representante de Salchichonia. Con humildad, con humildad de albañiles no agremiados, debemos de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día que lo logremos, podremos decir que nos volamos la barda. Pero no la barda de las ideas, ¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas. Ese es el grave error de los colorados, el querer imponer por la fuerza sus ideas y su sistema político y económico.

Hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países?; dicen defender los derechos del proletariado; pero sus propios obreros no tienen ni siquiera el derecho elemental de la huelga. Hablan de la cultura universal al alcance de las masas; pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad. Hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo; hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirles que se den la forma de gobierno que más les convenga.

¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la libertad humana que es la libertad de conciencia, eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes,

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