Crónica barrio Boston Medellín.

Detrás del teatro Pablo Tobón, hay un espacio que reúne las memorias del conflicto armado.

DE CASAS VIEJAS A UNA CASA PARA RECORDAR

En donde antes habían muros de tapia, levantaron muros para rememorar 200 años y memorias de un país de resistencia y violencia.

Por: Alexandra Rodríguez Morales

El agua que sale de la pantalla digital arroja delgados chorritos sobre niños que juegan a dispararse empuñando sus manos en forma de pistolas, adentro del museo, madres de militares, hermanos de hombres y mujeres asesinados en el campo, recuerdan entre lágrimas, un juego de pistolas que se llevaron a sus seres queridos.

Boston, un barrio de Medellín que lleva su nombre en torno al lugar en el que se crió su fundador y que se caracteriza por su gran cantidad de sitios representativos de la ciudad.

La iglesia El Sufragio, la Placita de Flórez, el teatro Pablo Tobón y el Instituto de Bellas Artes, son como el museo Casa de la Memoria, lugares que expresan nuestras raíces colombianas con manifestaciones antioqueñas.

En un barrio tradicional, de casas color pastel que aun poseen tablillas del año 1975, pero que muchas de estas ya no tenían valor alguno, al menos para personas como Andrés Múnera, quien manifiesta haber sentido felicidad y tranquilidad de ver demoler unas casas obsoletas para construir proyectos que recuperaron su barrio.

De esa manera, surgió el proyecto que recuperaría un tramo de la quebrada Santa Elena y que reviviría parte del barrio Boston. Personas desalojadas y demolición de casas antiguas y poco estéticas fueron necesarias para llevar a cabo la misión. Se logró sin traumatismos, reubicando a 164  familias que vivían como invasión en lo que se conoce como La Ladera, expresa Liliana Gómez directora de comunicaciones del museo.

A sus 19 años, Andrés suele visitar el parque para tomar el sol, encontrarse con su amiga Sofía o simplemente dar un par de vueltas cuando lo que necesita es estar solo, aunque es un poco complicado ya que el parque siempre está lleno.

Niños que salen o van camino al colegio corren entre risas y saltos con sus uniformes puestos, ancianos que no pierden la costumbre de usar saco y sombrero y a menudo se ven conversando y compartiendo un buen tinto, extranjeros caminando con rumbo hacia el museo y uno que otro “muchacho” con expresión de pandillero que cargan con un par de policías a unos pocos metros.

El museo hace parte de un proyecto urbanístico y arquitectónico con intervención en espacio público de 21.620 metros cuadrados, llamado “parque Bicentenario” como conmemoración a los 200 años de la independencia de Colombia. Además del museo, hay un teatro abierto de grama natural y una pantalla de agua digital interactiva.

Desde el parque se ve una mujer que barre al son del grupo niche en uno de los balcones de la urbanización Villas del Telar, situada en frente del museo. Una joven, una señora y un niño pequeño de apariencia extranjera, voltean a mirar a la escandalosa mujer, susurran algo que confirma que su nacionalidad no es colombiana y siguen su rumbo al interior del museo. Así como Paulina “la francesa” y su familia, son muchas las personas que vistan el museo buscando conocer un poco de la historia trágica que acongoja y de la que tanto se habla del país.

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